4x4

Crítica de Nicolás Ponisio - Las 1001 Películas

120 horas.

El primer film en solitario de Mariano Cohn —en esta ocasión, su compañero en la dirección Gastón Duprat cumple el rol de productor y coguionista— comienza con una premisa simple. Ciro (Peter Lanzani) es un ladrón que ve la oportunidad de robar el estéreo de una camioneta 4×4, y lo que comienza como un acto delictivo más, se transforma en una tortura psicológica y una trampa mortal al quedar encerrado dentro del vehículo.

El humor y la desesperación por el encierro no tardan en llegar a los pocos minutos de comenzada la historia, mientras la ausencia de diálogos y la ansiedad desatada van perfectamente acompañadas por la forma enérgica por la cual el director filma dentro de esa jaula sobre ruedas. Eso al menos hasta que comienza la interacción vía teléfono entre el ladrón y Enrique (Dady Brieva), el dueño de la camioneta.

La labor actoral de Peter Lanzani se destaca no tanto a través del diálogo sino en la forma que trabaja con su cuerpo y la impotencia vivida en su situación de encierro. El estar atrapado dentro de un vehículo que se encuentra fuertemente blindado e insonorizado, deja al protagonista atrapado durante cinco largos días y eso hace que progresivamente se pueda apreciar el deterioro físico y mental que sufre a lo largo del film. El director ingeniosamente varía y alterna los planos generando una sensación claustrofóbica a la vez que permite que la manera de filmar no se vuelva repetitiva al permanecer el 80% de la historia filmada dentro de un mismo espacio. Pero lo contrario se da cuando el director debe apelar a la interacción de diálogos, es allí donde el trabajo de guión y actuación sufre complicaciones y hace decaer por momentos el tan bien logrado e intenso ritmo de thriller.

Sabido es lo adeptos a la polémica que son tanto Cohn como Duprat, por ello es que a partir de la particular situación del protagonista el film abre el debate acerca de la inseguridad, tema más que recurrente en la realidad del día a día, sobre todo en Argentina. Y si bien los diálogos y la incisiva mirada del director son los que traen a colación la problemática, al mismo tiempo son esos mismos diálogos y las actuaciones por parte de Brieva y Lanzani los que forzosamente ponen en evidencia su discurso, empobreciendo al film en su desarrollo. Las ideas planteadas por Cohn juegan con las intenciones de lograr un atractivo vaivén, uno que haga al espectador comprender a ambos personajes y estar del lado de uno o del otro dependiendo de la situación. Sin embargo, y en mayor parte por la artificialidad con la que que están llevadas a cabo las actuaciones —más que nada la de Brieva— es que el film no puede alcanzar dicho propósito, resultando en uno de los trabajos más flojos del director hasta la fecha.

La polémica se plantea y muchos de los elementos que hacen al film y que van dar que hablar están puestos meramente para alcanzar ese objetivo. Y en ese sentido lo logra pero de una manera un tanto cobarde; como alquien que agita un panal de abejas y, cuando lo peor sucede, el responsable no se haga cargo. El director dialoga y aplica una mirada que se ríe y condena a ambos aspectos de una misma sociedad, el pobre y el rico, el que goza de privilegios y el que no, quienes delinquen y el hartazgo violento de una sociedad cansada que busca hacer justicia por mano propia. En tan solo una cuadra de barrio, Cohn retrata toda una sociedad, pero lo hace depositando un pie sobre cada lado de la divisiva línea social. Así, el film provoca pero con cobardía de decir realmente lo que piensa al respecto, abordando un tema delicado para terminar tomando una postura cuasi neutral con el mero fin de polemizar al respecto.

Y si bien es claro que los responsables de films como El ciudadano ilustre o El hombre de al lado (y su paródica secuela que es anunciada como un gag dentro de 4×4) suelen ser muy clasistas por medio de la línea de pensamiento de sus trabajos, aquí pareciera encubrirse, sabiendo provocar pero no animándose a las consecuencias de tomar una posición. La camiseta de Boca del protagonista o la parodia reggaetonera con el gracioso tema Ruta 666 compuesto por Dante Spinetta, son elementos puestos allí burlonamente para incitar una provocación en el público. Pero al mismo tiempo, y en varias ocasiones, se disfraza como una simple humorada que, por parte del director, pareciera no atreverse a ser realmente honesto con su discurso a través de ninguno de los personajes. Lo más cercano a eso es deslizar un gratuito “Hay que matar a esos negros de mierda”, un comentario que se incluye a través de la boca de un extra como un culposo señalamiento de que la gente es así, más no sus guionistas.

4×4 es un film que en gran parte funciona si es observado bajo su disfraz de thriller y tour de force, pero que se siente culpable y cobarde a la hora de hacerse cargo de su mensaje y de las ideas que indaga. La polémica sin duda alguna estará presente, tanto si el film gusta o no, y de allí nace el valor del mismo; del hecho de invitar al diálogo y al intercambio de opiniones a raíz del film. No obstante, si bien el trabajo de Mariano Cohn tiene sus aciertos, sobre todo en lo referido a la dirección y la puesta en escena, son sus elecciones discursivas y la poco eficiente manera de articularlas en boca de los personajes lo que hace que 4×4 termine resultando un trabajo desparejo y no del todo logrado.