4x4

Crítica de Héctor Hochman - El rincón del cinéfilo

Si en esta película alguna de todas las variables del arte cinematográfico logra sostener (hasta cierto punto) el interés del espectador, es la actuación de Peter Lanzani, quien a esta altura ya no sorprende. Confirma ser uno de esos actores a los que ningún personaje le queda ni chico ni grande.

Por supuesto que este beneficio sí parece sustentarse por la elección de lo que podría definirse la variable técnica, (no deja de ser arte la producción) esto es, posición de cámaras, montaje, iluminación, fotografía, diseño de sonido, entre otras. Pero a partir de las falencias importantes que demuestra, en tanto realización, terminan por ser espejitos de colores. Digamos que no sorprenden realmente, no hacen al texto como construcción desarrollo y resolución, por lo que acaban por ser puro alarde tecnológico.

El director Mariano Cohn, en su primera realización en solitario como director, se instala en lo que podría haber sido un episodio más del filme “Relatos Salvajes” (2014) de Damián Szifron. Pero en este caso no solo desarrolla, sin cerrar, la idea de justicia por mano propia, sino que además arremete entre otras cuestiones sobre la mirada social, por momentos cobarde. Esa que se escuda en la masa para ejercer la violencia, el hartazgo mal entendido ante la ausencia del estado en tanto funciones específicas del mismo, o el orden de la discriminación, el prejuzgamiento y el abuso de poder.

En algunos de sus anteriores filmes de ficción, tales como “El Ciudadano Ilustre” (2017), “El Hombre de al Lado” (2009), las que había realizado en co-dirección con Gastón Duprat quien en esta ocasión cumple la función de productor, había abordado estos temas, pero desde otras perspectivas si se quiere.

El relato en sí mismo es casi mínimo, un barrio residencial, tranquilo a simple vista, plagado de cámaras de seguridad, si hubiera un estado de derecho casi no harían falta.

En la calle esta estacionada una lujosa 4x4, luego esto podría aparecer el primer inverosímil del texto.

Ciro, (Peter Lanzani) es un pibe “chorro”, con toda la apariencia de un pibe “Chorro”. Fuerza con demasiada facilidad una de las puertas para robar. Enseguida sabremos que solo quiere el estéreo y hacer daño por el daño mismo, como venganza “clasista” y porque en ese momento puede hacerlo.

Pero algo sucede al querer irse, el ostentoso vehículo se convierte en una trampa, vidrios blindados y polarizados, nadie lo puede ver desde fuera, posee un tratamiento de insonorización, por lo que tampoco puede ser escuchado.

Alguien maneja los hilos de la situación desde fuera, Enrique Ferrari (Daddy Brieva) es el dueño del utilitario, médico obstetra de profesión, quien harto de todo decide que llegó el momento de poner un coto a la cotidianeidad sufriente (no estoy hablando de pasar a ser un carnicero, ni se le ocurra). Recién vamos a tener una imagen de Enrique pasados 70 minutos de los 90 que dura el filme. No es responsable, aunque lo hace con buen resultado.

Luis Brandoni aparece sobre el final haciendo algo que sabe de sobra, solo que personifica a un mediador de la policía (cual Bruce Willis) y lo hace creíble, hasta humano. Si llega a ver en la vida real uno de estos acá que se les asemeje, pídale un autógrafo.

Al principio hablaba de determinadas falencias del filme, el principal es que el 90 % del mismo se desarrolla en ese pequeño espacio físico, hay un protagonista absoluto en tanto presencia en pantalla. Todo lo demás se constituye fuera de cuadro y de campo. Pero lo que sucede fuera de la imagen es tanto o más importante que lo mostrado, ya que la extensión de esto termina en redundancias que no agregan información alguna, función que debería haber cumplido lo no visto, el audio, los diálogos. Nunca sucede.

Enrique se comunica vía audio con Ciro, intenta establecer la dialéctica del amo y el esclavo, pero el guión en este caso no va de la mano con la idea original. Nunca termina de establecerse, pues los diálogos son demasiado banales, insulsos cuando no, injustificados.

Si ya en la mitad del metraje todo empezaba a derrapar hacia lo inverosímil, en todo sentido, el sentido de la temporalidad y los actos a los que se somete a sí mismo el protagonista, para el final todo cierra de manera incoherente, solo para intentar darle un giro dramático inesperado.

No aburre demasiado, pero uno desea ver la palabra fin mucho antes que aparezca.