47 Ronin: La leyenda del samurai

Crítica de Facundo J. Ramos - Toma 5

"Desmenuzando la epopeya"

Uno se choca con la dura realidad varias veces durante el visionado de la opera prima de Carl Rinsch, realizador que saltó a la fama hace unos años gracias a un interesante y llamativo cortometraje llamado “The Gift”.

En primer lugar hay que decir que el talento, la creatividad visual y las grandes escenas de acción acompañadas de un ritmo vertiginoso que popularizaron a Rinsch están presentes en grandes dosis en “47 Ronin”, película basada en la leyenda japonesa más importante de toda su historia ya que retrata de forma fría y perfecta la lealtad, el honor y la valentía de aquellos hombres que llevaban la embestidura de los samurais.

Con un guión firmado por Chris Morgan (Las últimas tres entregas de “Rápido y Furioso”) y Hossein Amini (“Drive”), “47 Ronin” respeta las líneas generales de esta fabula japonesa, pero le agrega un toque de fantasía que, si bien en ningún momento desentona, tampoco es la clave ni el eje donde se sostiene el film.

A nivel técnico, esta película ofrece un espectáculo más que interesante, con unos cuidados efectos especiales, una enorme fotografía de John Mathieson (“Gladiador”), un increíble trabajo de vestuarios a cargo de Penny Rose (“Piratas del Caribe”) y una hermosa puesta en escena que llevaron a cabo David Allday (“Charlie y la fábrica de chocolates”) y Elli Griff (“La caída del Halcon Negro” y ”Hellboy: El ejercito dorado”).

Incluso la banda sonora compuesta por Ilan Eshkeri, quien entró por la puerta de atrás para remplazar al ganador del Oscar Atticus Ross, logra crear unos correctísimos momentos de clímax en donde la piel se te pone de gallina.

Vale destacar también que el 3-D en esta película está bien implementado y por momentos acompaña algunas secuencias de forma más que interesante.

Los grandes problemas de “47 Ronin” pasan por dos aspectos que ya se volvieron moneda frecuente en las últimas producciones hollywoodenses de los últimos años: Keanu Reeves y la edición de las películas que realizan los estudios para hacer productos que apuntan a una audiencia más amplia.

Sobre Reeves poco más se puede decir, ya que sus últimos proyectos hablan por sí solos: Pareciera que cada vez tiene menos ganas de actuar o de involucrarse en películas que requieran algo más que su cara estática, sus poses de peleador nato y su repertorio de frases sacadas de un videojuego.

En “47 Ronin” Reeves es el mayor responsable de no poder crear en ningún momento de la película el espíritu de la misma, convirtiendo así a este producto en un desarrollo de acciones que carecen de un conductor emotivo que realmente atrape al espectador de forma genuina.

Que se entienda: Las dos horas de duración no se sienten demasiado y uno se mantiene atento a lo que pasa en el transcurso del film sin ningún inconveniente.

El problema es que el relato carece de alma, espíritu y emoción, consolidándose así como una pobre epopeya histórica que encuentra su más cercano parentesco en la paupérrima “10.000 A.C” de Roland Emmerich (2008).

Sobre el tema de la edición de “47 Ronin” realizada por Universal con intenciones de estrenar esta película con una calificación apta para mayores de 13 años, las evidencias son escabrosas: Desde personajes que aparecen tan solo 5 segundos y sin embargo tienen su poster individual que los vende como protagonistas del film (Rick Genest) hasta el insulto de no mostrar ni una gota de sangre ni siquiera en el ritual del Seppuku.

Esto último me pareció tan patético, que solo es comparable a ver una película de fútbol en donde no se muestren los goles. Realmente increíble.

No tendríamos que acostumbrarnos a ver debuts cinematográficos tan manoseados, ni buenos elencos arruinados por una sola pieza como en este caso.

Lamentablemente ya estamos familiarizados con la idea de que, dentro del mundo del cine, en Japón durante la época medieval sus habitantes hablaban ingles tranquilamente y no respetaban algunas de sus tradiciones más importantes y emblemáticas con tal de llamar la atención de los más chicos.