300: El nacimiento de un imperio

Crítica de Bernabé Quiroga - CiNerd

DE PIE, SEÑORES

Cuenta la leyenda que, hace ocho años, 300 espartanos lucharon y murieron. Y con ellos había muerto la posibilidad de hacer una secuela. Pero no era algo para apenarse, ya que su partida había estado llena de una gloria que no olvidaríamos fácilmente. De hecho, en los años que siguieron, muchos continuarían hablando de su increíble hazaña, la cual inspiró a un ejército de nuevos héroes –o, mejor dicho, productos similares e inferiores: La saga FURIA DE TITANES, INMORTALES, CENTURIÓN, LA LEYENDA DE HÉRCULES, POMPEII y las series “Spartacus” y “Rome”, entre otras–. Pero 300 (2006) es ahora historia antigua. Siempre encontrándole la vuelta, Hollywood se arriesgó a perder esa gloria en pos de la taquilla y decidió estrenar 300: EL NACIMIENTO DE UN IMPERIO (300: RISE OF AN EMPIRE, 2014), una continuación que funciona inteligentemente como una precuela/historia paralela/secuela de la cinta de Zack Snyder. En ésta, el protagonista Temístocles (Sullivan Stapleton) inspira a su ejército (al mejor estilo Leónidas) parafraseando al Che (aunque una frase similar ya había sido dicho por Emiliano Zapata y otros): “¡LES MOSTREMOS QUE PREFERIMOS MORIR DE PIE, EN VEZ DE VIVIR DE RODILLAS!”. Y con su permiso, usaré esas épicas palabras para empezar a analizar la película. Si bien los espartanos murieron (de pie), la franquicia revive para seguir luchando, sin perder su calidad visual o su salvaje naturaleza. Nadie está rodillas aquí. El universo creado por Frank Miller –plasmado por el visionario estilo de Snyder e inspirado en la historia griega– se expande. Y, por el momento, 300 se mantiene viva. Viva y de pie.

El nuevo director a cargo, Noam Murro, logra recrear a la perfección el atrapante y comiquero estilo visual y narrativo de Snyder, convirtiéndola en una digna segunda parte. Tal vez no llegue a la altura de la original, pero es una continuación que sí entretiene e impacta en sus mejores momentos. Lamentablemente, no logra sorprender demasiado cuando la precisión de Murro por imitar a Snyder, choca con el recuerdo aún vivo de la primera 300. Por su estilo visual, su libre y extraña re-interpretación de la historia, sus escenas de acción y sus protagonistas, la película original de Snyder era algo único (¿Buena o mala? Eso ya depende de cada uno de ustedes). En cambio, 300: EL NACIMIENTO DE UN IMPERIO es una porción más de la misma torta –y todos sabemos que algo rico nunca es más rico después de haberlo probado por primera vez–. Entendiendo esto, la secuela intenta constantemente ser más violenta y grande que su predecesora. Y cada vez que muestra una batalla en el océano, una pelea de espadas o a la hermosísima y talentosa Eva Green, siento que lo consigue. Y puede que se repita demasiado formalmente hablando (¡Hay suficientes cámaras lentas y narraciones solemnes como para armar un ejército de películas indies!), pero afortunadamente se renueva con algunos elementos que antes no nos habían mostrado. Ahora abarca varios personajes, muchos puntos de vista y diferentes momentos en el tiempo, presentando además nuevas formas de combate y otras culturas (los atenienses, más estratégicos y menos musculosos para alegría de los novios celosos). Todos esos elementos se van estructurando equilibradamente para contarnos el origen de Xerxes (Rodrigo Santoro) y de su manipuladora aliada Artemisia (Green), y para explicarnos su rivalidad con Grecia y su sed de venganza hacia un tal General Temístocles, que darán paso a una sangrienta guerra de proporciones nérdicas.

300: EL NACIMIENTO DE UN IMPERIO se mantiene de pie por sí sola, pero no logra alejarse lo suficiente de la sombra de Leónidas y sus espartanos. Incluso recicla caras conocidas (Gorgo, El Mensajero Persa, El Jorobado Traidor y un no tan aprovechado Xerxes) y algunos personajes arquetípicos de la primera (hay una subtrama de padre-hijo y un compañero fiel). Pero lo cierto es que, en lo que más flaquea, es en su protagonista. A Stapleton (que no es ningún Gerard Butler) le falta carisma y fuerza para llevar la película sobre sus hombros. Por suerte cuenta con la ayuda de Eva Green, quien se roba el film (y nuestros corazones) interpretando a una Artemisia ingeniosa, sensual y despiadada. Transformada por completo en esta comandante –que ya encabeza mi lista de los mejores villanos del año–, la actriz es capaz de bancarse momentos de pelea, de drama y de desnudos (en una rara escena de sexo, muy bien planteada), sin perder nunca su imponente y letal actitud. Junto a una Lena Headey más activa, Green convierte este festival de machismo en una película de mucho empoderamiento femenino. Pero no se asusten, muchachos: Aquí sobra la espectacularidad, las increíbles escenas de acción y los preciosos momentos de pornografía gore y sangre digital. Es, sin dudas, el pack completo para dejar a los seguidores de la franquicia satisfechos… e impacientes. Porque, en lugar de cerrar el film con gloria, 300: EL NACIMIENTO DE UN IMPERIO decide cerrar con un “Continuará…”. Y es muy probable que 300 continúe con otra secuela. Yo me quedo aquí esperando. Esperando de pie, porque seguramente no tarda en llegar.