300: El nacimiento de un imperio

Crítica de Alejandro Franco - Arlequin

300: El Nacimiento de un Imperio es la secuela de 300, aquella gloriosa épica basada en la novela gráfica de Frank Miller, y cuyo virtuosismo visual sirvió para lanzar al estrellato a su director Zack Snyder. Al poco tiempo los talentos de Snyder quedarían refrendados por adaptaciones como Watchmen (2009) y El Hombre de Acero (2013), convirtiéndose en uno de los pocos directores de Hollywood especializados en comics - el otro vendría a ser Bryan Singer, con Superman Returns y sus interminables capítulos de la saga X-Men -. Aquí Snyder regresa sólo en calidad de productor y guionista, dejando la dirección en manos de Noam Murro - cuya única experiencia previa había sido la comedia Smart People (2008) -. Lo que hacen Murro y Snyder es calcar al detalle todos los elementos que caracterizaban a 300, volcándolos a una historia paralela que transcurre al mismo tiempo que Leónidas (Gerard Butler) despanzaba persas en el corredor de las Termópilas. Mientras que la película es espectacular y entretenida, por otra parte hay una fuerte sensación de ausencia - la del personaje de Butler -, zapatos que ninguno de los caracteres de la secuela puede llenar con dignidad, y eso desmerece el resultado final de la película.
300: El Nacimiento de un Imperio intenta hacer tres cosas: la primera es actuar como una precuela de 300, explicando el surgimiento del odio entre persas y griegos, el ascenso de Xerxes y el origen de Artemisia - la feroz guerrera devenida comandante en jefe de las fuerzas persas -, amén de ilustrar algunos detalles sobre el pasado de Temistocles, el rey ateniense que terminará encabezando la resistencia griega. En segundo lugar propone una narración paralela a la batalla de las Termópilas, con Temistocles negociando con los espartanos remanentes o recibiendo noticias de la caída de las fuerzas de Leónidas; y tercero, provee un pequeño avance en la historia de fondo, mostrando la imparable avanzada y el surgimiento de acciones deseperadas por parte del reducido ejército griego, el cual - al no ser tan experto en la lucha mano a mano como los espartanos - apela a ajustadas tácticas navales para hundir el grueso de la flota persa. El problema con la amplitud de semejante enfoque es que hay aspectos descuidados: el nacimiento como rey - dios de Xerxes no deja de ser anecdótico, y el rey desaparece durante el grueso de la película; hay demasiadas charlas y flashbacks haciendo referencia a Leonidas (lo cual hace extrañar demasiado su ausencia); y cuando el filme debe mostrar el genio militar de Temistocles (a final de cuentas, comanda una minoría enfrentada a un ejército abrumador), omite dar explicaciones sobre su estrategia. Mientras que en la realidad los atenienses (y el resto de los griegos) derrotaron a los persas a base de astucia, aquí figuran ser tal letales como los estoicos espartanos, con lo cual lo único que los diferencia es el color de la capa. Este es un detalle particularmente frustrante en el acto III - el gran combate naval en la bahía de Salamina -, en donde todo da la impresión que los griegos deben ganar por la aparición de un par de Deus Ex Machina, cuando en realidad la victoria sobrevino por una planeada estrategia, en donde los persas se engolosinaron con la masividad de sus fuerzas, y mandaron una cantidad tan descomunal de navios al golfo que terminaron embotellados y fueron presa fácil de los defensores. Mientras que la situación es recreada con cierta fidelidad - Xerxes, desde las alturas, contempla su flota trabada en el estrecho golfo -, no hay personaje ni narración en off que brinde explicación alguna sobre el suceso. Simplemente pasa... y después la película se termina.

Sin dudas los combates son excitantes y, visualmente, el filme sea mas masivo y espectacular que 300 - las descomunales fuerzas terrestres y navales persas son mostradas en todo detalle y a cada rato - pero, por contra, carece de un lider al estilo de Gerard Butler en el primer filme. Aún con todo lo que lo ha desfenestrado la crítica, creo que la perfomance de Sullivan Stapleton (como Temistocles) es muy buena, y hay muchos personajes secundarios que resultan sólidos; en todo caso, lo que ocurre con 300: El Nacimiento de un Imperio es el mismo problema que pasaba con El Legado Bourne: si hablás tanto de un personaje que no está, el filme jamás logra tomar estatura ni personalidad propia y se limita a permanecer a la sombra del original. Por otra parte, el problema no pasa porque este capítulo tenga personajes supuestamente débiles sino que lo de Butler era tan formidable que resultaba excepcional. A falta de Butler, lo que tenemos aquí es a una Eva Green desbordante de vicio y sadismo, una perfomance tan deliciosa que termina por empalidecer incluso al sufrido héroe. He aquí una auténtica fuerza del destino, tan trágica como demoledora, la cual rezuma maldad por todos sus poros.

300: El Nacimiento de un Imperio es fallida y dispar, pero provee de manera sólida la cuota de entretenimiento que mi organismo estaba precisando desde hace semanas. Hay buenos diálogos, la villana es una máquina de devorar escenas, la acción es espectacular, y el show está servido; lo que le falta es personalidad propia y una historia algo mas pulida, pero como entretenimiento pasatista a mí me alcanza y me sobra, y por eso es que termino recomendándola.

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