30 noches con mi ex

Crítica de Juan Pablo Cinelli - Página 12

"30 noches con mi ex", la marca-Suar.

La nueva película del productor, actor y ahora realizador levanta la puntería con respecto a producciones recientes, pero sin alejarse de un estilio homogeneizado.

Adrián Suar lo hizo de nuevo. Volvió a construir una película usando las herramientas que ya demostraron ser efectivas en los nueve títulos que lo tuvieron como protagonista desde el estreno de Comodines, el olvidado blockbuster nacional de 1997. 25 años en los que este actor y productor se puso a las órdenes de cineastas como Juan Taratuto, Diego Kaplan, Daniel Barone o Marcos Carnevale y que le permitieron adquirir la experiencia y confianza necesaria para convertirse en artífice total de sus trabajos en el cine. Porque si alguna novedad le aporta a su filmografía el estreno de 30 noches con mi ex es la de marcar su debut como director. Un dato que puede resultar sorprendente, porque, en virtud de la coherencia narrativa y homogeneidad estética de esas nueve películas, no sería raro que alguien pudiera creer que todas fueron dirigidas por la misma persona.

Debe decirse que 30 noches con mi ex no se encuentra entre las mejores películas de Suar, como Un novio para mi mujer (2008) o 2+2 (2012). Pero sí que levantan el promedio de las últimas dos, El fútbol o yo (2017) y Corazón loco (2020), que se ubican entre las peores, lejos. Aún así, comparte con ellas los elementos narrativos que le dan forma al Mundo Suar. El protagonista es un hombre disociado de sus emociones, que vive atado a una cuestión material y para quien las mujeres no son tanto un par, sino un camino para su propia redención. En este caso se trata del Turbo, un financista que vive preocupado por la cotización del dólar, quien debe recibir en su casa a la Loba, su exmujer, de la que se separó hace seis años y se encuentra internada en un psiquiátrico. Como ella no tiene otro lugar a donde ir y necesita de un entorno familiar para reinsertarse en sociedad, la casa del ex se abre como posibilidad.

Comedia romántica, como todas las de Suar, 30 noches con mi ex abunda en estereotipos, en mujeres capaces de desarticular la superficialidad del protagonista, y tiene en el espacio psicoanalítico un escenario recurrente. También abusa de la grosería como recurso cómico y los personajes secundarios son más secundarios que nunca. Pero en ningún momento llega a provocar vergüenza ajena, como sí ocurría con las dos anteriores, y por momentos se ve con una sonrisa.

Algunas afirmaciones realizadas antes demandan profundizar, como el asunto de la efectividad, vinculado no tanto a cuestiones de la técnica o el arte del cine, sino a la voluntad de crear relatos de aspiración masiva. En igual sentido debe entenderse lo de “coherencia y homogeneidad”. Porque en las películas de Suar la cuestión de la “autoría” no tiene nada que ver con el trabajo de los cineastas a cargo de cada rodaje, sino con la labor carismática que el actor realiza como protagonista excluyente. Por eso cuando una de sus películas llega a los cines no se habla de “una de Taratuto” o “una de Kaplán”, sino de “la nueva de Adrián Suar”. Con el estreno de 30 noches con mi ex esa afirmación se vuelve 100% real.