3 rostros

Crítica de Isabel Croce - La Prensa

Una nueva película del perseguido director iraní Jafar Panahi, que luego de sufrir varias encarcelaciones, desde hace ocho años tiene la prohibición de filmar y salir del país. Quien nos sorprendió con "El círculo", formidable alegato a favor de la libertad de las mujeres en el cerrado ámbito iraní, nuevamente retoma el tema femenino en este filme de premiado guion en el Festival de Cannes.

Tres son las mujeres que circulan por la película de Panahi. Dos actrices y una aspirante a actriz. Una de la que se habla al final y a la que no se ve, otra que conduce la historia y la motivadora de la intriga, una adolescente.

La primera de las mujeres es una niña de dieciséis años que en la primera secuencia se queja porque sus padres no le permiten ser actriz y ella acaba de ganar el ingreso a la Escuela de Actuación de Teherán. En su desesperación se filma con un celular y llama a la actriz de moda por sus series de tevé para que convenza a sus padres de que den el permiso para seguir la carrera de actriz. Pero en una caverna lejana y acompañada de una soga, peligrosa compañera, cae victima de la desesperación.

La segunda secuencia muestra a la actriz que fue llamada por la niña, que con remordimientos al no haberle respondido inmediatamente, recurre al director Jafar Panahi para que observe la realidad o falsedad del video que recibió. Lo que sigue será un viaje por regiones fronterizas a Irán en que el director acompaña a la actriz que intenta comprobar la realidad o ficción de la existencia de la jovencita del video.

SOCIEDAD DE DESNIVELES
"3 rostros" es una clásica road movie por zonas fronterizas y rurales de Irán, con recorridos a su interior poblado de gente simple y cultura detenida en el tiempo, pero que puede mantener el sentido común y la más ortodoxa prohibición a la libertad femenina.
Espacios perdidos en la montaña, labriegos con un pie en la prehistoria, alabanzas a la hospitalidad son lugares y caracteres que desfilan en este viaje iniciático. Contrastan campesinos deslumbrados por la popularidad de la actriz televisiva y a la vez portadores de un pensamiento que confunde gente del espectáculo con políticos en el poder (culpan al director y la actriz por el mal funcionamiento de los servicios). Un poder que llega a zonas aisladas, de precarios recursos y que parece convertirse para ellos en el arma capaz de transformar su miseria y aliviar sus necesidades.
Este original testimonio muestra el contraste entre la popularidad de la televisión y la censura al mundo del arte y el espectáculo como representantes de un oficio sin utilidad y sentido.

El concepto parece extenderse a la noción de educación (el hermano de la niña que quiere ser actriz grita: "Ahora son los estudios los que pide, ¿después qué?").
Ambigüedades de una sociedad de profundos desniveles acentuados por lejanías geográficas, pluralidades lingüísticas y esquemas ideológicos discutibles. Muy bien la actriz Behnaz Jafari, la joven Marziyeh Reza y la presencia del mismo director Panahi como actor encarnándose a sí mismo.