3 días para matar

Crítica de Ezequiel Boetti - Página 12

Matando y paseando por la Ciudad Luz

Suena raro hablar hoy de un productor o guionista que esté por encima de los directores, pero da la sensación de que Luc Be-sson es el responsable ideológico y artístico de cada uno de los proyectos en los que se involucra, independientemente del rol asignado por los créditos iniciales, relegando al realizador de turno, en este caso McG, el mismo de las dos Los Angeles de Charlie, a una función meramente técnica. Desde El transportador en adelante, los films angloparlantes del hombre detrás de El perfecto asesino y El quinto elemento se empadronan en una línea de continuidad incuestionable, haciendo de la acción eminentemente física y palpable, los protagonistas cincuentones y solitarios, la geografía transnacional aunque siempre centrada en París y un humor muchas veces involuntario, unas constantes en todos sus films. 3 días para matar es la apuesta máxima de todo lo anterior, una historia presentada inicialmente como un thriller seco y gélido que sin embargo abraza con fuerza el resquebrajamiento familiar del héroe de turno, la crisis emocional de su hija adolescente e incluso la comedia más lisa y llana disparada por el choque cultural entre lo americano y europeo, tomándolos además como elementos constitutivos de la trama antes que funcionales a la sucesión de piñas y patadas.

El centro del relato es Ethan Runner, uno de esos agentes de la CIA con mil y un operativos encima que parece sabérselas todas. Costner es, después del renacido Liam Neeson, el hombre ideal para ponerle el cuerpo. El cuerpo y la mirada, porque la prestancia con la que se desenvuelve ante la cámara y esos ojos tristones dejan entrever que hay algo detrás de su forma recia, solitaria, aplomada y segura de trabajar. Y lo que hay es un cáncer fulminante que lo obligará a alejarse de la fuerza. Como en gran parte del cine de Besson, el mantenimiento del orden familiar es el principal motor de la narración, por lo que la certeza del crepúsculo será razón más que suficiente para que vuelva a casa a recomponer las cosas con su mujer (Connie Nielsen, eterna marginada a “esposa de”) e hija adolescente (Hailee Steinfeld, de Temple de acero). O al menos intentarlo, ya que la primera está harta de sus promesas y posteriores desplantes, y la segunda ni siquiera le dice papá. Las cosas irán más o menos bien (mamá le delega el cuidado de la nena, él promete cocinar, etcétera), hasta que una colega le acerca una oferta imposible de rechazar: una droga experimental contra su enfermedad a cambio de un último encargo a cumplir en el período temporal referido en el título.

A partir de ahí, película y protagonista alternarán entre la recomposición del vínculo, la atención a las vivencias de la hija y la concreción del operativo final. Así, podría pensarse a 3 días para matar como tres films enfrascados en uno e hilados únicamente por la omnipresencia de Cost-ner. Más redonda e imprevisible en su faceta humorística que Familia peligrosa, aunque menos en la construcción de la acción que Búsqueda implacable, ambos títulos con Besson detrás, el de McG es un film tan irregular y neurótico como felizmente inverosímil y disfrutable. Por caso: después de que Runner se carga a cinco tipos en un hotel sale a pasear con su hija por una París más bella que nunca (no por nada uno de los patrocinadores principales es Peugeot) con una naturalidad que el film decide apropiarse mirándola de forma distanciada pero cómplice. O también porque Runner tortura a un italiano mientras éste le pasa una receta de fileto como si nada. Podrá achacársele la ausencia de un amalgamado armónico, ciertos elementos de guión forzados e incluso el tratamiento superficial de cada una de sus partes, pero lo cierto es que es justamente en esa imperfección donde radica la excentricidad de un mecanismo tan volátil como eficaz.