2012

Crítica de Orlando Verna - La Capital

No es novedad que las producciones del cine fantástico se nutren de la realidad y, especialmente, de las necesidades que tienen las sociedades en diferentes períodos. Son visiones que intentan profundizar en los miedos de la gente y, entre ellos, uno que acompaña al hombre desde que es tal: el fin del mundo. Esta vez el en otras épocas denominado “cine catástrofe” retoma una predicción de la civilización maya que habla de una catástrofe terminal en 2012. Y de allí el nombre de una película que desanda un guión (demasiado) simple y diseñado para el lucimiento de su indudable estrella: los efectos especiales. En definitiva, la sal del filme.
Y para que ese condimento explaye su sabor fue elegido el mismo director de “10.000 AC”, “Godzilla”, “El día después de mañana” y “Día de la independencia”, un hacedor de ilusiones apocalípticas que vuelve a demostrar sus virtudes de buen narrador y excelente productor de desastres imaginarios.

La historia. En esta ocasión, el culpable de toda las calamidades es el sol que tiene una actividad insutada generando cambios químicos que cambian la temperatura del centro de la Tierra. Sin tener basamento, el suelo comienza a bailar y a comerse todo lo que hay en su superficie. Y como si eso fuera poco, las placas terrestres se mueven y generan tsunamis gigantes que rearman el esquema de continentes como hoy lo conocemos.
Metidos en el problema hay un escritor fracasado y divorciado y un científico al que nadie le cree. Ambos quedarán en diferentes campos cuando se trace la línea que separe a quienes se salvarán de la extinción de quienes no.

Continua huída. Así “2012” se presenta como un relato globalizante donde los hombres vuelven a ser sólo un número en las cuentas de los políticos, la única lectura moralizante de una producción que exagera en sus secuencias de persecuciones. Es decir, la película se resume a la huida de los protagonistas de grietas hambrientas, inmensas nubes de polvo y lava o mares que se salen de cauce.
De todas maneras, las dos horas y media que dura el filme son llevaderas a fuerza de esas y otras calamidades.