20.000 días en la tierra

Crítica de José Tripodero - A Sala Llena

Un viaje etnográfico (y prismático) a la vida de Nick Cave.

Docudrama, documental con pecas de ficción, un documental o una ficción. Todo eso es este experimento sobre Nick Cave, quien aporta su cuerpo, alma y voz (especialmente en off) en este recorrido recortado sobre su devenir, en el momento que cumple 20.000 días de vida. Este día particular incluye una suerte de sesión psicológica, una charla con Warren Ellis (su más fiel ladero musical, miembro de los Bad Seeds y hombre de historietas) y un puñado de viajes en auto, en el que el músico hace de chofer de “fantasmas de navidades pasadas”, entre ellos Kylie Minogue (una de sus ex parejas) y el gran actor Ray Winstone.

20.000 Días en la Tierra es un visionado prismático, esquizofrénico y preciosista sobre vida y obra de este músico australiano, que mecha pequeñas pinceladas de vida privada (el grito al unísono de Cave y sus hijos de “Say hello to my little friend” mientras ven Caracortada). En el medio nos deleitamos con anécdotas de su padre leyéndole un capítulo de Lolita de Nabokov, otras de cómo el propio Cave conoció a Nina Simone y algunas más punk, por ejemplo de cómo se conocieron con Mick Harvey (otro pilar de los Bad Seeds). Este proyecto del dúo Forsyth y Pollard no deja de embellecer con sus composiciones -a través de planos generales- la ciudad inglesa de Brighton, que opera como refugio del músico y su familia.

20.000 Días en la Tierra es un experimento que rompe el molde del documental de rock (ya sea de una gira o de un muestreo de la vida cotidiana), y como resultado deja los restos de un Nick Cave comprometido a exponerse totalmente, algo, poco y -a veces- nada… o en otros binarismos como la cotidianeidad más mundana y la filosofía más profunda. Todo al mismo tiempo aparece yuxtapuesto, sin embargo esta simultaneidad de dimensiones, por este carácter prismático de la película, permite que el espectador elija el cristal para mirarlo.