20.000 Besos

Crítica de Fernando Sandro - El Espectador Avezado

La duración de un beso medida por chasquidos, un encuentro especial en una fiesta cosplay, un juego inventado con la sola excusa de “levantarse” a una mujer, un corto que se filma entre amigos. Todos estos son elementos que forman el universo de 20000 Besos, un micromundo tan particular como único y que guarda un solo secreto para el encanto, la completa identificación.
Ya no son tiempos para la comedia romántica de la chica linda simpática e ingenua que primero se pelea con el galán recio pero de buen corazón para luego caer en el dulce juego del amor; la realidad es otra, y las relaciones son mucho más complejas; principalmente porque nadie está tan encasillado. Juan (Walter Cornas) acaba de separarse de su mujer y aún hay cosas de ella que extraña, pero también pareciera que extrañaba otras cosas, las ventajas de la vida en soltería.
Ahora duerme en el sofá de la casa de su amigo Goldstein (Gastón Pauls) y pasa sus días entre el trabajo y en reunirse con sus amigos de toda la vida ¿podríamos hablar de un tiempo que volvió, de momentos recobrados?.
Es en la oficina de trabajo donde Juan conoce a Luciana (Carla Quevedo), una compañera, y a los dos les es encargada la tarea de pensar un juego para que en la oficina todos se distiendan y crezca el compañerismo; otro signo de tiempos actuales, las leyes de los Recursos Humanos modernos que se mezclan con la pseudo-autoayuda.
Juan comienza a pasar tiempo con Luciana y ella parece encantadora, una luz que resplandece el ambiente en el que está, y hasta comparten gustos, pero... ¿habrá un pero? Sebastián De Caro da un giro respecto a su anterior película Recortadas, un claro (y digno) exponente del cine de terror clase B nacional, y encara una comedia, con toques románticos, que podríamos definir como “para entendidos” en el mejor sentido de la palabra.
Es fundamental lograr la empatía e identificación con los personajes, y ahí está el punto más fuerte de 20000 Besos, sus personajes están perfectamente delineados pero no estereotipados, son queribles desde el segundo que aparecen en pantalla, los diálogos que mantienen pueden llevar a la antología, y para toda una generación resultarán una suerte de espejos.
Si bien la “historia de amor” que cuenta es simple y hasta anecdótica, todo lo que la rodea y las peculiaridades de la misma la hacen muy disfrutable, y hasta podríamos hablar de un retrato generacional a la medida de los films con más bríos de Cameron Crowe, Richard Linklater o Gus Van Sant. Así como sus personajes son lo mejor del film, sus interpretaciones están a nivel, tanto Walter Cornas como Carla Quevedo, Alan Sabbagh, Clemente Cancela, Gastón Pauls, Alberto Rojas Apel, Eduardo Blanco y otros secundarios entre los que se destaca Laura Cymer logran hacer propios los personajes y no nos los imaginamos con otros rostros.
De Caro hace un interesante manejo de cámara y fotografía imprimiéndole buen ritmo a la historia acentuando su clima feliz. Lo mismo sucede con la banda sonora, con canciones propias, y un logro muy particular, hacer gustosa una canción del grupo noventoso Acqua.
20000 Besos es una comedia actual, sobre el amor, la amistad, y la vida diaria de un treintañero. ¿Cuántas veces podemos vernos realmente a nosotros mismos en pantalla? Pues quien escribe más de una vez creyó que relataban parte de su vida, y no creo ser el único.
Ahí está el gran mérito de esta película, cada espectador puede hacerla propia.