1976

Crítica de Gustavo Castagna - A Sala Llena

UNA MUJER Y UN CONTEXTO

Suerte de viaje ideológico de un sujeto pasivo, descripción de un contexto repleto de silencios y miedos interiores y sutil mirada sobre una sociedad que en buena parte disfruta de su tercer año golpista, la opera prima de Manuela Martelli (actriz de renombre acá y en su país de origen) manifiesta un determinado estado de las cosas con un punto de vista declaradamente unívoco.

Carmen (gran trabajo actoral de Aline Küppenheim) representa a la alta burguesía chilena pero sin voz ni voto en conversaciones con íntimos o no tanto cuando se refiere a ese estado de las cosas. El accionar criminal de la dictadura pinochetista (cívica, militar, económica) permanece en un espacio en off como se expresa en la primera escena de la película: algo ocurrió pero no se sabe qué fue, ya está, no se observa en el plano.

Desde ahí Carmen observará y luego tomará decisiones, a su manera, claro, como si de a poco armara su propio rompecabezas ideológico, qué es aquello que sucede a su alrededor y cómo de ahí en adelante se desarrollarán sus relaciones privadas: con el padre, el esposo, en un almuerzo, en una fiesta. Ahí Carmen desovilla su identidad, su actualidad fluctuante, más aun, cuando deba ocultar a un joven supuestamente militante y opositor al régimen imperante.

1976 es un viaje hacia el interior de un personaje que descubre acontecimientos y hechos impensados para ella: el rol que ocupó la iglesia contra la dictadura, el papel que jugaron los medios (en la película constantemente se observan televisores encendidos anoticiando informaciones sobre el régimen), la rabiosa colaboración de las capas altas de la sociedad chilena con las autoridades, en especial, en esas conversaciones que se ven interrumpidas cuando se intenta hablar de política.

La directora Martelli nunca recurre a la información abundante sobre ese estado de las cosas. Retacea explicaciones, descarta escenas de alto impacto ideológico, elabora una narración donde ese sujeto actuante, pasivo en principio, activa su mirada a medida que descubre hechos y acontecimientos. En esas caminatas de Carmen, siempre cigarrillo en mano, la película decide modificar a su personaje central, adentrándose en los bordes del infierno, en la periferia de una dictadura que silencia voces u obliga a hablar en forma tenue y hasta temerosa.

Un buen ejercicio comparativo podría establecerse entre 1976 y La historia oficial de Luis Puenzo. Dos miradas, dos mujeres, dos paisajes criminales, dos tomas de conciencia. ¿Opuestas o complementarias? ¿Qué conecta o separa a Carmen y Alicia, la profesora de literatura del oscarizado film local? Creo entender que lo esencial es la forma en que se transmite el discurso, por extensión, la manera en que se construye la puesta en escena. Desde allí podría sugerirse que entre ambas películas subyacen más diferencias que similitudes. Y en algunos tramos, de acuerdo al devenir de los relatos, esas distinciones terminan resultando amplias y concluyentes.