15:17 Tren a Paris

Crítica de Diego Papic - La Agenda

Clásico y moderno

Clint Eastwood, 87 años, se despacha con una película singular sobre tres amigos que desbaratan un atentado, interpretada por los verdaderos protagonistas.

Ayer ví 15:17 Tren a París y Todo el dinero del mundo, una después de la otra. Podemos decir que las dos son primas hermanas: están basadas en hechos reales, transcurren en Europa (en las dos vemos el Coliseo de Roma) y están dirigidas por veteranos octogenarios (Clint Eastwood tiene 87 años; Ridley Scott, 80). Y si bien la película de Scott no está mal, el contraste es notorio y la comparación subraya una de las virtudes principales de la de Eastwood: su precisión y brevedad. Pasó también con Sully: Hazaña en el Hudson, su película anterior. Es como si cuanto más viejo se pusiera, menos bullshit estuviera dispuesto a aguantar. Va a los bifes.

Otro viejo que iba a los bifes, que tenía la capacidad de ir al hueso de la cuestión en dos líneas, dijo famosamente que cualquier destino consta de un solo momento: el momento en que el hombre sabe para siempre quién es. El viejo al que me refiero yo es Borges, y él hablaba del sargento Cruz; el momento, aquel en que cambia de bando al grito de “Cruz no consiente que se cometa el delito de matar así a un valiente”.

15:17 Tren a París es sobre uno de esos momentos. Tres amigos norteamericanos, dos de ellos miembros del ejército, están de vacaciones en Europa. Como cualquier joven, duermen en hostels, hacen city tours, se emborrachan, tratan de levantarse chicas. Pero en el tren de Amsterdam a París, se encuentran con su destino. Un terrorista marroquí fuertemente armado intenta perpetrar un atentado. Le dispara en el cuello a un pasajero. Luego de un breve momento de caos y pánico, entre los tres logran reducir al terrorista, salvarle la vida al hombre herido y convertirse en héroes.

Eso es todo, esa es la historia. El caso real puede parecer muy cinematográfico, pero lo cierto es que el conflicto dura unos pocos minutos. No hay toma de rehenes, no hay tiroteos y todo empieza y termina entre la frontera con Bélgica y la ciudad francesa de Arras, a unos 60 kilómetros. Es un momento, pero es crucial en la vida de Spencer Stone, Alex Skarlatos y Anthony Sadler, estos pibes de 22 y 23 años. Es el momento en el que saben para siempre quiénes son, el que estuvieron esperando desde que eran chicos y jugaban a la guerra en el patio de sus casas.

Eastwood toma dos decisiones estéticas muy audaces y sorprendentes en un tipo de 87 años que se caracteriza por hacer cine clásico. Por un lado, interrumpe el breve ataque terrorista con flashbacks en los que narra la vida de nuestros héroes hasta ese momento. Esto es un recurso usual, pero lo extraño acá es la brevedad del tiempo presente. 15:17 Tren a París no está contada en dos tiempos, como por ejemplo la reciénte Apuesta maestra. Casi toda la película, en realidad, transcurre en el pasado y contando esa historia de unos chicos un poco chambones, sin demasiadas luces ni talento, pero valientes y simpáticos, va tomando impulso hasta llegar al punto culminante, al instante que, igual que el del sargento Cruz, dura unos pocos segundos. Unos segundos, eso sí, que están resueltos con un nervio y una destreza en los que sí, podemos ver al veterano de 87 años y mil películas.

La otra decisión audaz es la más polémica: Stone, Skarlatos y Sadler están interpretados por ellos mismos. Sí, como si Clint Eastwood hubiera dirigido una película iraní o una de Lisandro Alonso. Me gustaría saber cómo llegó a tomar esta decisión delirante para Hollywood. Lo que si sé, es que el efecto que logra es singular: son personas, no personajes. Forzosamente tienen un estilo de actuación “poco intenso” que va con la idea de que son tipos comunes, sin ningún rasgo distintivo más que el deseo (que supongo tenemos casi todos) de lograr algo especial.

Y la película cuenta eso y nada más. Si uno googlea el caso, verá que hubo algunas cuestiones más, como una polémica acerca de si los empleados de la compañía ferroviaria se encerraron en el primer vagón, o si la policía francesa actuó correctamente cuando el tren se detuvo en la ciudad de Arras. Pero Clint Eastwood deja todo eso afuera, va al hueso y se despacha con una película extraña, clásica y moderna, que cuenta la historia de tres chicos comunes que, llegado el momento, pudieron convertirse en héroes.