13 pecados

Crítica de Gaspar Zimerman - Clarín

¿Quién quiere ser millonario?

Elliot le está saliendo todo mal: a punto de ser padre, debe meses de alquiler, lo acaban de echar del trabajo y se está por quedar sin el seguro médico que le brinda cobertura a su hermano, que tiene problemas mentales. Más: su insoportable padre no puede seguir pagando el geriátrico y se va a ir a vivir con él. Peor, imposible. Hasta que una misteriosa voz en el celular le dice que ha sido seleccionado para participar de un juego: si cumple trece prendas, irá ganando dinero hasta sumar 6.200.000 dólares. Las primeras consignas son fáciles de realizar, pero la cuestión se va poniendo más macabra a medida que el juego avanza.

13 pecados es una remake de 13 Game Sayawng, una película tailandesa de Chukiat Sakveerakul estrenada en 2006, que a su vez es la adaptación de una novela gráfica. Y el argumento tiene puntos de contacto con Apuestas perversas, estrenada en Navidad. La pregunta es la misma: ¿hasta dónde es capaz de llegar el ser humano con tal de cumplir con la premisa básica del capitalismo: acumular riqueza?

La película atrapa desde el principio y, aunque ya por el título se sabe que Elliot va a llegar hasta el último "pecado", la cuestión es saber cómo, y en qué condiciones estará cuando tenga que enfrentar el desafío final. En este sentido, es convincente la actuación de Mark Webber (conocido por su trabajo en Storytelling, de Todd Solondz), que se va transformando en otra persona a medida que van pasando las pruebas. Y está muy bien acompañado por el gran Ron Perlman.

Aunque al final se deshilacha un poco, otro punto a favor es que, a diferencia de títulos que parten de premisas parecidas -como la saga de El juego del miedo-, la película no ahonda en torturas (sólo hay un par de momentos no aptos para impresionables), y tiene algunas bienvenidas dosis de humor. Siempre negro, por supuesto.