13 horas

Crítica de Leonardo González - Río Negro

Crónica de una noche infernal

En la noche del 11 de septiembre de 2012, mientras se sucedía un nuevo aniversario del atentado a las Torres Gemelas, un grupo de manifestantes se congregaron frente a la embajada de los Estados Unidos en la ciudad de Bengasi, en Libia. Supuestamente querían protestar por una película estadounidense antiislámica que ridiculizaba al profeta Mahoma. Y el supuesto es porque otra de las teorías es que fue un ataque planificado por Al Qaeda contra la instalación.

Lo cierto es la gente de seguridad del consulado creyó que los atacaban y abrieron fuego, agravando toda la situación.

Esto desencadenó un ataque feroz y el posterior incendio de la embajada. Como consecuencia de todo esto hubo cuatro muertos: el embajador Christopher Stevens; Sean Smith, especialista en tecnología; y Glen Doherty y Tyrone Woods, dos operativos SEAL. Cómo se llega a esa situación y lo sucedido en esa noche es lo que pretende contar "13 Horas: Los Soldados Secretos de Bengasi" (13 Hours: The Secret Soldiers of Benghazi, 2016).

La película se sitúa poco después de la caída de Muamar Kadafi y la guerra civil posterior que sumió al país en un caos. A ese lugar llega Jack Silva (John Krasinski), para trabajar como "contratista" en un anexo de la CIA que existe físicamente pero no en los papeles oficiales.

Así se incorpora a un grupo de seis hombres de Operaciones Especiales formado por ex Navy Seals y operarios de la central de inteligencia, liderado por Tyrone Wood (James Badge Dale). Sus tareas son casi rutinarias y de protección del personal diplomático, pero cuando ocurre un ataque contra la embajada deciden intervenir, a pesar de no tener la autorización. Lo que sigue a partir de allí es la crónica de una noche infernal en la que deberán hacer lo imposible para proteger a sus compatriotas, tratar de salvar sus vidas y también la de sus compañeros.

Este filme está basado en el libro "13 Hours: The Inside Account of What Really Happened In Benghazi" (2014), del escritor y profesor de periodismo Mitchell Zuckoff. Y lamentablemente es otro exponente "patriotero" tan característico de la filmografía del bueno de Michael Bay. Es como si el realizador se esmerara en cada oportunidad que tiene para que alguien del gobierno de su país le otorgue alguna medalla por su sentido de la lealtad o vaya a saber qué.

Más allá de reconocerle su capacidad para realizar grandes escenas de acción, tiros y explosiones (siempre con el detalle de que llega a marear al espectador que en un momento no entiende quién dispara, dónde lo hace y contra quién), hay un sinsentido del relato.

Sus personajes son cariñosos hombres de familia, con buenos sentimientos y poseedores de un patriotismo extremo, que se contradice un poco con lo que están haciendo allí. Recordemos: son "contratistas", léase mercenarios, pagados por una fuerza gubernamental para realizar trabajos sucios gracias al entrenamiento que recibieron. Eso provoca muchísimo ruido, al igual que algunos diálogos que son realmente patéticos.

A Bay no le interesa contar el porqué del conflicto, sólo mostrar como héroes a unos ejemplares de dudosa moralidad. Es que, a pesar de todo lo que les pueda pasar, siempre aparece la misma sentencia: "¿Para qué fueron a un país al que nadie los llamó?". Algunos directores se plantearon la pregunta y lograron realizar excelentes obras; otros se dedicaron a la propaganda barata sólo vendible en su propio país.

Si pueden desenchufar su cerebro y concentrarse sólo en la acción, no tengan dudas de que puedan llegar a pasar un buen momento. Si quieren pensar, olvídense. Esto es obra de Michael Bay y esa palabra no forma parte de su léxico.