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Crítica de Catalina Dlugi - El portal de Catalina

El director de este film, Robin Campillo, fue parte de un colectivo que se fundo en 1989 en Paris, a semejanza del fundado en l987 en Nueva York que se llamó Acts Up (y es el acrónimo de Aids Coalition to Unleash Power) creado para llamar la atención sobre la pandemia del sida, los enfermos, conseguir legislación favorable, promover la investigación científica. Y en este film que también escribió con Phillipe Mangeot, (también del mismo grupo) rinde homenaje a esos años de activismo frente a una sociedad que todavía creía que la peste rosa era un azote moral que nunca afectaría a los heterosexuales. La película que tiene una mixtura de géneros va desde los largos debates de la asociación, a los preparativos de las acciones, a las demostraciones de interrupción de discursos de funcionarios, protestas en laboratorios que no daban o retrasaban la salida de nuevos fármacos, a momentos de festejo y la historia íntima de un protagonista audaz y su largo proceso como un enfermo cada vez mas vulnerable. En ese rol brilla el argentino radicado en Francia Nahuel Pérez Biscayart (que aquí actuó en películas como “Lulu”, “El aura”, “Cara de queso”). Con sensibilidad y talento le da vida a Sean Dalmazo, el más audaz activista que lucha hasta su último aliento. En ese mundo íntimo poblado por una historia de amor, fuertes escenas de sexo y el deterioro físico nunca mostrado como golpe bajo, el actor brinda una gama de sutiles profundidades digna de los mejores elogios. La película extensa (143 minutos) une con elegancia y emotividad toda la fuerza arrolladora del activismo, pero también el mundo privado, las muertes, el dolor, y los festejos vitales. Todo eso la transforma en un film que no debe dejar de verse.