12 horas

Crítica de Fernando López - La Nación

A Amanda Seyfried, o más exactamente a su personaje, Jill, le pasa como al pastorcito mentiroso, sólo que en este caso el cuento muestra algunas variaciones. La joven mesera de un local en Portland, Oregon, nunca pudo recuperar el equilibrio psicológico después de que fue atacada por un desconocido que la violó, la secuestró y la arrojó, en medio del bosque, en un pozo colmado de huesos de otras víctimas enterradas vivas. La policía nunca dio con el pozo ni con el desconocido por lo que con el paso del tiempo y a pesar de los repetidas denuncias de Jill sobre los merodeos del misterioso atacante (o quizás a causa de ellos y de la evidente alteración nerviosa de la chica) terminaron por no creer nada de toda la historia.

Ya que nadie le cree, Jill, que vuelve del trabajo de madrugada y reside sola con su hermana en un lugar alejado del pueblo, toma sus precauciones: vive en estado de alerta permanente y rehuyendo el contacto social, y además ha estudiado defensa personal y carga una 38 en el bolso, por si acaso. Con tales antecedentes, ¿a qué otra razón si no a un nuevo ataque del desconocido puede adjudicar la repentina desaparición de su hermana?

Esto es lo que sucede en principio. Lo demás -la desconfianza de la policía, la decisión de la chica de asumir el papel de detective y hasta la intervención de un policía "bueno" que a veces le da una mano- no es muy difícil de imaginar.

El director brasileño Heitor Dhalia rodea a Seyfried de elementos que son bien familiares para los conocedores del género, pero no basta con los lugares comunes ni con los golpes de efecto, ni siquiera con el ritmo más o menos sostenido para dotar al thriller de la indispensable tensión cuando se parte de un guión en el que sobran giros sorpresivos y caprichosos (casi todos previsibles) y falta sentido común. Sólo cabe sospechar que en otras manos el tema pudo haber alcanzado algún resultado más convincente.

Los relativos aciertos de Dhalia residen en su aprovechamiento de los exteriores (en especial los bosques) de la región de Oregon, donde se rodó el film. En cuanto a Amanda Seyfried, cuya presencia en pantalla es casi constante, hace lo que puede (poco) con el personaje que le tocó. Y da otro paso en falso más en su tambaleante carrera.