12 horas para sobrevivir: El Inicio

Crítica de Luciano Mezher - Visión del cine

La saga de The Purge o 12 horas para sobrevivir estrena su cuarta película que vuelve a los inicios del concepto pero que abandona a su director original James DeMonaco por Gerard McMurray.
12 horas para sobrevivir: El inicio cuenta el surgimiento del partido de los “padres fundadores”, un grupo de ultra derecha que quiere instaurar en Estados Unidos un experimento llamado “la purga”. Este consiste en que durante doce horas el crimen y cualquier acto delictivo será legal y no tendrá consecuencias. El hecho se realiza en Staten Island en donde aquellos que se quedan recibirán una compensación de U$S 5.000.

Al principio no hay grandes signos de violencia física, es por eso que el partido le da los recursos a un grupo de mercenarios para hacerse pasar por ciudadanos ordinarios y comenzar la masacre para demostrar que “la purga” es necesaria.

Una idea original puede dilatarse con el paso del tiempo, especialmente cuando una película se convierte en franquicia. Y como ha pasado con sagas como El juego del miedo o Actividad Paranormal, también sucede con 12 horas para sobrevivir.

Mientras que el concepto sigue siendo el mismo, la idea ya fue vista tres veces, con mayor o menor intensidad. Y el problema de las precuelas es que la curiosidad del público tiene que ser mucha como para querer saber cómo se instala la purga. Lo malo es que esta cuarta parte vuelve a mostrar el conflicto social y político del evento pero no da más detalles del partido de los padres fundadores.

Por otro lado, el espectador no tiene ninguna empatía con los protagonistas que son olvidados completamente, a diferencia de Leo Barnes el personaje de la segunda y tercera parte. Aquí hay un conflicto entre pandillas que se resuelve muy rápido y un héroe que cumple los estereotipos de gangster del barrio.

Finalmente, desde lo visual 12 horas para sobrevivir: El inicio abandona la crueldad de las tres primeras partes, que tenían muchas más escenas de sangre y la tensión de estar abandonado en una ciudad donde el peligro te esperaba a la vuelta de la esquina.