12 horas para sobrevivir: El Inicio

Crítica de Jessica Blady - Malditos Nerds - Vorterix

THIS IS AMERICA

La ficción que casi supera la realidad.
De todas las franquicias terroríficas pergeñadas por Jason Blum y su Blumhouse Productions, “The Purge” o “12 Horas para Sobrevivir” –como se la conoce localmente-, resultó ser la más interesante desde sus planteos distópicos que, seamos un poquito justos, no están tan alejados de la realidad, al menos, la norteamericana.

Aquella primera entrega de 2013 situaba la historia en un futuro no tan lejano, año 2022, donde el gobierno de turno, un régimen totalitario conocido como New Founding Fathers of America, había logrado estabilizar la economía y bajar drásticamente la taza de violencia tras haber instaurado la “purga”, un “evento” anual durante el cual la sociedad tiene 12 horas para expiar su lado más salvaje y salir a cometer todo tipo de crímenes sin consecuencia alguna.

Básicamente, hablamos de una catarsis colectiva, algo que las autoridades siempre han alentado, incluso dentro de las sociedades más civilizadas, claro que con menos criminalidad de por medio. Piensen en las fiestas dionisíacas de la antigua Grecia (seis días de “todo vale”), o nuestros encuentros deportivos o recitales musicales donde las pasiones toman la delantera. Las comparaciones pueden ser un tanto extremas, pero por ahí viene la mano: la necesidad de “sacarse la mierda” –como diría Carajo- para evitar que todo se vaya al cuerno.

A lo largo de tres entregas fuimos descubriendo que no todo es lo que parece, y aunque la purga se convirtió en una “exitosa tradición americana”, sus orígenes y verdaderos propósitos son bastante más oscuros. Por eso, ahora tenemos “12 Horas para Sobrevivir: El Inicio” (The First Purge, 2018), precuela que muestra los orígenes de este violento experimento que se perpetuó a través de los años, sin que nadie se atreva a detenerlo.

Para ello, volvemos al año 2014, cuando surge un nuevo partido (NFFA) con soluciones más efectivas y drásticas. El miedo de los votantes los lleva al poder y el próximo paso es poner a prueba la teoría sociológica de la doctora Updale (Marisa Tomei), dispuesta a aplicar esta catarsis en una comunidad aislada.

Los elegidos son los habitantes de Staten Island, especialmente los de una zona más pobre y marginal, donde los residentes son, en su mayoría, afroamericanos y latinos (¡sorpresa!). El incentivo del gobierno: cinco mil dólares para cada uno de los individuos que decida permanecer en la isla, y muchísimo más dinero para aquellos que accedan a participar activamente del experimento, o sea, a acabar con la vida de alguno de sus vecinos.

Muchos abandonan el lugar sin miramientos, pero los necesitados no van a dejar pasar la oportunidad de embolsarse un billete. Claro que ninguno tiene verdadera intención de matar, más allá de algún violento ocasional, o pandillero con ganas de aprovechar y ganar el territorio enemigo.

Entre los corajudos que se quedan están Nya (Lex Scott Davis), que se opone a este ensayo y sólo quiere proteger a sus amigos, su hermano Isaiah (Joivan Wade), y también Dimitri (Y'lan Noel), el gánster local, dispuesto a cuidar de sus negocios y de su gente, si llega el momento de levantarse en armas.

A las siete de la tarde las sirenas anuncian el comienzo del “experimento”, monitoreado bien de cerca por Updale y los asesores del gobierno. El problema es que los números iniciales no son los esperados y en vez de salir a purgar, los habitantes de Staten Island decidieron festejar el momento. La solución es “sacudir el avispero” y no pasa mucho tiempo hasta que el caos y la violencia desmedida se apoderan de la isla como si se tratara de una zona de guerra.

Acá, cualquier semejanza con la realidad NO es pura coincidencia, y si la saga ya venía cargada de referencias, críticas y análisis sociopolíticos, el casi debutante director Gerard McMurray y el guionista James DeMonaco (director de las entregas anteriores) no iban a intentar ocultar sus “opiniones” cuando se trata de relacionar las acciones e ideología de los Nuevos Padres Fundadores de la Patria con la actual administración de Donald Trump.

“12 Horas para Sobrevivir: El Inicio” tiene un presupuesto acotado (y se le nota), caras muy poco conocidas y varios lugares comunes y obviedades a lo largo de su trama, pero no debemos olvidar su carácter de película ‘chiquita’ que, en este caso, busca/intenta mucho más que entretener a las masas. Los realizadores no se andan con sutilezas para remarcar las diferencias económicas, los conflictos raciales, la opresión, y quienes son los buenos y quienes son los malos. Lamentablemente, tampoco le pueden escapar a los estereotipos culturales, aunque acá también ayudan a reforzar la política (y el pensamiento) de la NFFA, léase, el partido republicano.

Sabemos que esta cuarta entrega viene con spoiler incorporado ya que la purga siguió adelante e invitó al resto de la nación a unirse en esta noche de locura y violencia anual. La catarsis colectiva no discriminó entre ricos y pobres, pero la gente de menos recursos siempre fue la más expuesta y vulnerable una vez que empezaron a sonar las sirenas.

“12 Horas para Sobrevivir: El Inicio” vuelve a remarcar está situación, aunque sólo para el espectador y los habitantes de la isla. Para el resto del mundo, se convierten en chivos expiatorios, esa parte de la sociedad de la que hay que deshacerse para que “América vuelva a ser grandiosa”, aunque van a seguir dando pelea, cueste lo que cueste. Este es el mensaje, tan clarito como el agua. Un poco exagerado y políticamente correcto, si se quiere, pero la contundencia a veces es necesaria. Si quieren la otra campana, pueden agarrar el catálogo de Clint Eastwood.

La película tiene sus fallas: no deja de ser una obra de terror de bajo presupuesto con la intención de entretener y recaudar dinero en la taquilla. Pero se anima a decir de frente lo que muchos autores renombrados y diplomáticos jamás harían, un punto para los géneros que, desde su lugar de “fantasía”, pueden jugar con la verdad un tanto escondida entre líneas y experimentos sociales.

LO MEJOR:

- Que no se anda con sutilezas a la hora de los mensajes.

- Las distopías están a la orden del día.

- A Trump no le gusta esto, ¿o sí?

LO PEOR:

- Se pierde en espectacularidad y algunas obviedades.

- No es tan redonda como las entregas anteriores.