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Crítica de Pedro Squillaci - La Capital

Leo es un tachero de 39 años, que recorre las calles de Rosario con el mismo sinsabor con el que recorre su vida. Su mujer lo destrata, su jefe lo ningunea, los pasajeros le dicen banalidades o le reclaman objetos perdidos. El realizador local Diego M. Castro, en su ópera prima, apostó a un filme paisajista, que por momentos evoca al “Taxi Driver” de Scorsese pero después muta hacia una mirada introspectiva del personaje que transita sin brújula en toda la trama, como el chofer que busca un pasajero que nunca subirá al taxi. La ciudad es una protagonista más, desde La Florida hasta las cascadas del Saladillo. Lo mejor de la película es el ruido que sufre el personaje, desde el que viene de afuera en la obra en construcción cercana a su casa hasta el que siente en su interior. Lo peor de la película es que el espectador se queda esperando que suceda algo, que puede o no ocurrir, eso se revelará sobre el final. Hay una falsa trama con respecto a un paquete extraño que se olvida un pasajero y hay un número del título, que es el de la licencia del taxi, que no queda demasiado claro. Lo que sí no hay dudas es que Leo es un número más en medio de una Rosario plagada de viajes sin retorno.