100% Lobo

Crítica de Marcos Ojea - Funcinema

EL PERRO QUE LE AÚLLA A LA LUNA

Basada en la novela homónima de Jayne Lyon (la primera de una saga bastante popular en Australia), 100% lobo cuenta la historia de Freddy Lupin, el hijo del jefe de una manada de hombres lobo. Luego de la muerte de su padre, con una implicación shakesperiana de su tío que inevitablemente recuerda a El rey león, Freddy queda huérfano y relegado. Su única esperanza reside en convertirse en un gran lobo a la altura de su progenitor; un líder capaz de guiar a los suyos en las tareas de rescate que realizan durante las noches de luna llena. Pero llegado el momento, las cosas se complican: su tío, el jefe desde la muerte de su hermano, no parece dispuesto a dejar que Freddy ocupe su lugar. Y para peor, algo ocurre el día de la transformación, y en vez del lobo resplandeciente que todos esperaban, Freddy se convierte en un simpático perrito poodle.

La película dirigida por Alexs Stadermann es un relato clásico sobre la búsqueda de la propia identidad y sobre aceptar al otro, y en un segundo plano intenta ser también una historia sobre padres e hijos. Desconozco los antecedentes del cine animado que viene de Australia, aunque por lo que pude investigar no parece ser un género demasiado recurrente. 100% lobo suple esa falta de tradición tomando el molde norteamericano más convencional, y durante buena parte las cosas funcionan bastante bien. Ya convertido en poodle, Freddy se lanza a la búsqueda de un anillo que pertenece a su familia, y eso lo lleva a aliarse con una perrita callejera llamada Luna. De acuerdo a la historia, los hombres lobo y los perros mantienen una enemistad declarada, y en el choque de esos mundos la película encuentra una manera muy divertida de hablar, si se quiere, de los prejuicios y las diferencias de clase. Y también, de las características que componen la esencia de un perro, lo que le sirve a Stadermann para desplegar un imaginario callejero pintoresco pero discreto, lejos del bombardeo visual que podría esperarse (lo que quizás pueda no resultar muy atractivo para el público al que apunta).

Si 100% lobo no termina de convencer, a pesar de tener ritmo y timing para entremezclar la aventura con el humor, es fundamentalmente por dos decisiones. La primera es la cantidad de villanos y la manera en la que sus roles están ejecutados. Por un lado, la subtrama del heladero (que es un personaje con cierta complejidad) nunca logra meterse del todo en la trama principal, y cuando aparece es como un estorbo; y por el otro el tío, en plan Scar descafeinado, que es una amenaza enunciada pero no realmente latente. Si le sumamos a los oficiales de la perrera y a la encargada, una suerte de Cruella de Vil desapasionada, los malos de la película se convierten en un grupo blando e inestable, incapaces de presentar un desafío digno. La segunda decisión tiene que ver con un giro cerca del final (el plot twist, para no quedar viejos) relacionado con el padre de Freddy, que derriba lo que venía construyendo y se siente tramposo. Como si la historia no se atreviera a aceptar las cosas que son absolutas, que no se pueden cambiar, y que por eso mismo son tan impactantes, transformadoras y establecen un legado. Lo sabe Simba, lo sabe Arlo, y lo sé yo. Por lo demás, e incluso con un final complaciente para buenos y malos, la película es una propuesta bastante competente, y el pequeño poodle aúlla como el lobo más feroz.