100 años de perdón

Crítica de Nicolas Mancini - El Lado G

Un grupo de ladrones armados hasta las manos y cubiertos de explosivos irrumpe en un banco en Valencia con solo un objetivo… o tal vez dos.

Cien años de perdón es una película de atracos dirigida por Daniel Calparsoro (Salto al vacío, Asfalto) que se asimila al famoso robo del Banco Río de Acasusso (Entre Ríos, Argentina) en 2006. Nace de una coproducción entre España, Argentina y Francia, donde KS Films dice presente.

Por un lado se encuentran el “Uru” (Rodrigo de la Serna) y el “Gallego” (Luis Tosar), líderes de una banda de atracadores -entre ellos los personajes de Luciano Cáceres y Joaquín Furriel– que parecen entender sus objetivos. Por el otro, el sector político y policial, que discute cómo resolver un asunto bastante complicado que implica un video muy controvertido. Es por eso que Ferrán (Raúl Arévalo, protagonista de La isla mínima) y Mellizo (José Coronado) harán lo posible para salir limpios de una situación que implica a todo un país.

El objetivo de el Uruguayo -quien realmente es el líder de la banda- se le complicará tanto como la película complica a los espectadores. A medida que la historia, de lo que parece ser un robo convencional, avanza a base de unas sólidas actuaciones y gags cómicos, el conflicto con las afueras del edificio crece tanto que llega al punto en el que la banda queda un poco lado.

El método de hurto no requiere mucha explicación ni misterios que resolver. A la media hora de película se sabe cómo y cuándo escaparán los ladrones. Allí entran en juego los imprevistos y un video que implica a un importante funcionario del gobierno en una situación non sancta. Quizá los reiterados entreveros entre el Uruguayo y los negociadores le dan al film veinte minutos que no tendrían que haber estado. La película juega con la posibilidad de escape de los protagonistas, casi siempre trunca.

Cien años de perdón empatiza, como el título lo expresa, con los ladrones, que no son menos que unos tipos simpáticos y se hace notar, también como el título refuerza, la política de acallamiento. Se enfrenta, de alguna manera, a la posición ética entre la población española y los bancos.

El reparto está de por sí excelente. Rodrigo de la Serna demuestra obra tras obra que está a la altura de ser uno de los mejores actores argentinos de la época; Furriel, en un personaje muy divertido, se afirma en producciones cada vez más grandes y Tosar, recientemente nominado en los Goya por El desconocido, representa firmemente al local del grupo.