Operación Skyfall

Crítica de Rodolfo Weisskirch - A Sala Llena

Los Diamantes son Eternos

Posiblemente sea su falta de moral, su elegancia, su carisma, su sentido del humor, su puntería, su poder de seducción o todo esto junto, combinado con una buena dosis de acción, adrenalina, ironía, crítica, intriga, misterio, fantasía y cinismo británico, lo que lo convierten en un personaje inmortal. No, no solamente son los guionistas los que tienen el mérito de resucitar al personaje una y otra vez dentro de cada película, sino también los actores, los directores, las actrices, el público.

Mezclemos el fanatismo con lo mencionado anteriormente en una coctelera fría y sirvamos este trago seco pero delicioso, tanto como el vodka martini, sobre la pantalla gigante… y nos encontramos con Bond… James Bond.

Si, señores, soy fanático del agente 007. Me vi todas las películas y por esto mismo Casino Royale - 2006 - pudo haber sido un interesante entretenimiento pero no era una película de Bond. Desde Al Servicio Secreto de su Majestad no veía tanta cursilería. Pero tardé dos películas en poder apreciar lo que Broccoli y Wilson se proponía hacer con este Bond platinado y duro a cargo de Daniel Craig. Dalton no había sido bueno y Brosnan no consiguió los objetivos deseados. Había que resetear. Borrón y cuenta nueva. Con Casino Royale conocimos el lado melancólico, romántico y moral del personaje. Entendimos una parte de sus orígenes. En la subvalorada Quantum of Solace, Bond tiene el carisma de las películas de Roger Moore. El film no es muy sólido pero abundan guiños al pasado cinematográfico del personaje… y se empieza a construir un interesante villano en la figura industrial de empresas S.P.E.C.T.R.O, antiguo antagónico del personaje - liderada varias veces por Blofeld.

Sin embargo, en Operación Skyfall, nuevamente nos acercamos al personaje desde un punto de vista más sentimental, pero no tan romántico. La película habla sobre el pasado. De que forma el pasado siempre vuelve. Y en el personaje de Silva se encuentra la clave. Un ex agente que desea vengarse de M. Así de simple es el argumento. Esta vez no hay complots internacionales, espionaje industrial, guerra fría, misiles, amenaza nuclear. Es una guerra de espías, un juego de gato y ratón clásico, un partida de ajedrez para destruir a la reina. Pero en el medio Bond vuelve en el tiempo y no solamente se empieza a deslucidar un poco del pasado del personaje, lo cuál es lo que menos les interesa a los fanáticos, aunque le aporta un poco de humanidad, sino, y acá están los méritos del film, empiezan a resurgir antiguos personajes de la saga, aparecer viejos trademarks y sobretodo valorar aquello que inmortalizó Sean Connery de la mano de Terence Young y Guy Hamilton en los primeros films. Detalles no menores como que Bardem platinado remite a Robert Shaw, persecuciones, encuentros y frases en donde se citan en forma retrospectiva pequeñas joyas del universo Bond de estos últimos 50 años. Sí, Bond cumple 50 años y sigue pareciendo un pibe. Y cuanto más nos acercamos al final del film, más cerca estamos de aquel nacimiento en 1962.

Se trata de uno de los films más autoconscientes de toda la saga, pero también en forma independiente, es una película vigorosa y divertida, que nunca pierde el ritmo. Sam Mendes en conjunto con el gran Roger Deakins cuidan cada encuadre para embellecer las escenas de acción sin necesidad de darle una estética grasosa a lo Michael Bay. Es otra cosa, más clásica, casi barroca. Habrá quiénes piensen que esta superficie esconde falencias narrativas, pero no es así. No confundamos simplismo argumental o linealismo con un guión fallido. Quizás sea el aporte de John Logan - por fin dejaron a Paul Haggis afuera - pero el guión de Skyfall está muy bien planteado. Tiene escenas memorables como un sutil diálogo entre Silva y Bond que se convierte en un juego de seducción. Y acá se nota el cálculo, pero también cierta sagacidad de parte de Mendes para lograr un film equilibrado con buenas dosis de acción y suspenso, fiel a la tradición, pero también un toque humano que no termina siendo del todo impostado como sucedía con las dos obras anteriores.

El villano que compone Javier Bardem es grotesco, border. Uno de esos personajes tan destinados a resaltar que terminan siendo odiados o amados por igual, pero lo cierto es que Bardem logra en muchas escenas robarle la película a Craig y eso no sucedía desde que Christopher Walken compusiera al gran Zorin de En la Mira de los Asesinos (1985). El duelo interpretativo funciona y en el medio queda la chica Bond de turno, aquella por la que luchan el héroe y el villano: M. Esta vez no hay duda de que la jefa es el interés romántico del protagonista, y Judi Dench, único enlace con el Bond de Pierce Brosnan le aporta una calidez y humanismo que la convierten en uno de los personajes más sensuales de toda la saga. Ni las bellas Naomie Harris o Berenice Marlohe pueden superarla en presencia.

Porque como si fuera parte de un leit motiv, en Skyfall, lo viejo le termina ganando a lo nuevo; los juguetes superan las nuevas tecnologías, lo antiguo sobrevive. Este es el juego de estas bodas de oro del personaje con el cine. Consolidar la juventud con la fórmula - la mejor metáfora está en el personaje de Q - los nuevos puntos de vista narrativos y cinematográficos con la nostalgia que impera alrededor del mundo Bond. Skyfall apunta al corazón del fanático, ya sea empleando una cita clásica en el momento justo o la aparición sorpresiva del compañero inmortal del personaje, y el tema de Monty Normal sonando en primer plano, asegurando una y otra vez, que no estamos frente a una imitación mediocre y poco inspirada, sino que tenemos delante nuestro al verdadero Bond… James Bond.