Operación Skyfall

Crítica de Héctor Hochman - El rincón del cinéfilo

Vivir y dejar morir

Si algo de diferente, o podría decir de antología, hay en esta última entrega de la ya conocida historia del espía, no tan secreto, es la que se produce casi al promediar el filme, el encuentro entre James Bond (Daniel Craig) y su villano de turno Raul Silva (Javier Bardem), más por el lado del villano que del héroe transgeneracional.

Es que la construcción del personaje de Silva esta plagado de sutilezas, desde ser un ex agente, compañero de Bond, a mi entender, y en cuanto a discurso, la más importante, ya que presenta a M (Judi Dench) y todo su grupo como la productora del monstruo salido de sus propias entrañas.

Hasta la derivación en una mezcla en el que aparece por momentos Anton Chigurh, en su personaje de “No es país para viejos” (2007), mezclándose con el Guasón de Heath Leadger, en “El caballero de la noche” (2008), o con la impronta en otros momentos el Hannibal Lecter de Anthony Hopkins, tal el grado de humor rayano en el cinismo, el doble sentido constante desde sus líneas hasta del como articula su rostro y su cuerpo para decirlas.

La historia es bastante pueril en varios aspectos, luego de una primera secuencia más de película de acción pura y mucha adrenalina, James Bond muere.

Su obituario es escrito por su jefa, mentora, protectora y otros etc, M, quien esta involucrada siendo casi directamente responsable del fallecimiento de su agente preferido.

Pero como el bueno de James es como el Ave Fénix, resurge, no de las cenizas, sino de las aguas del río al que cayó, tal como Jason Bourne (JB) lo hace en “Identidad desconocida” (2002).

Este también es un guiño para el resto del relato. La verdad es que la amenaza se cierne sobre la persona de M, alguien intenta matarla, y ahí estará Bond para salvarla.

No hay demasiado más en respecto del cuento.

El director ingles Sam Mendes, ganador del premio de la academia de Hollywod por “Belleza americana” (1999), sabe darle su propia impronta a la producción, sobre todo en algunas de las escenas más intimistas, en tanto que las de acción bien podría ser rodadas por cualquier director técnico, ya que se establecen en el ámbito de filmes cuyos responsables son los productores.

De tener que elegir un Bond me sigue quedando en la memoria el personificado por Roger Moore, igualmente que Sean Connery, uno haciendo gala de todo el humor fino ingles, el segundo más serio, y en medio de los dos, como una conjugación de ambos, Pierce Brosnan.

Daniel Craig, y no es por culpa del actor, personifica a un James Bond mucho más violento, sanguinario, sin sutilizas, con muy poco humor, y menos humanitario. Sólo se desprende del texto si hay tiempo para la sensualidad y la referencia obligada a las chicas Bond de cada película. Pues aparte de los homenajes a los nombrados, ya sea con el rescate del Aston Martín utilizado por Connery, o una escena que hace recordar a Moore saltando entre cocodrilos, en todo momento se hace referencia a que todo tiempo pasado pudo ser mejor. Lo clásico no pasa de moda, y al mismo tiempo la modernidad se hace presente en evolución constante.

El realización dura 150 minutos, el equilibrio narrativo esta dado por el balance necesario entre las escenas de acción y las de reconstrucción mínima de la historia del personaje.

El titulo original hace referencia a la infancia del personaje principal, que hasta parece una excusa para regalarnos la presencia de Albert Finney en el personaje de Kincade, de importancia vital en la niñez de Bond y muy posiblemente en su futuro inmediato.

La continuidad esta asegurada.

(*) Realización de Gay Hamilton, de 1973.