Los Fabelman no era necesaria para entender a Spielberg como artista. Esa sensación de desplazamiento, ese anhelo infantil de sanar lo fracturado, está eternamente presente en su obra. Pero hay en la película algo cautivadoramente humilde en la simplicidad de su deseo de identificar las raíces ordinarias de la grandeza futura.
M3GAN es una extraña mezcla de psicodrama cibernético, espectáculo de monstruos asesinos de robots y thriller de ollas en las que se hierven conejos. Si la muñeca es una intrusa malévola, también es un cáncer interno, que refleja los aspectos más tóxicos de las dos mujeres designadas como sus ‘usuarias principales’.
El Pinocho de Guillermo del Toro no tiene como meta convertirse en un niño real, su mundo no es uno de lecciones morales y recompensas fáciles, sino uno lleno de crueldad, muerte y violencia.
Everything Everywhere All at Once (Todo en Todas Partes al Mismo Tiempo) existe en la naturaleza exterior de la imaginación, en el reino de los sueños lúcidos y los espacios liminales. Rebota en representaciones familiares de estados alterados, mientras se siente completamente inclasificable.
Top Gun: Maverick es patriotismo fetichista y cool. Pero como un éxito de taquilla independiente que solo está tratando de excitar los sentidos con una fotografía de vuelo infernal y un sonido atronador, es justo lo que el cine estaba pidiendo a gritos.
Con Doctor Strange in the Multiverse of Madness, el MCU se extiende vertiginosamente hacia los lados, en líneas de tiempo alternativas y universos paralelos, antes de establecerse en una historia más íntima y reflexiva sobre las elecciones que hacemos y que terminan por perseguirnos.
Si con Beginners (2010) y con 20th Century Women (2016), Mike Mills logró retratos de su infancia y la relación que tuvo con sus padres, con C’mon C’mon nos lleva de recorrido por su visión de la paternidad. Y así, armado con una curiosidad renovada y convencido de que los niños pueden tener mucho que volver a enseñarnos, Mills ha hecho una película que literalmente le pide que imaginen cómo serán sus vidas. Phoenix interpreta a Johnny, un reportero de audio maduro cuya última historia lo encuentra entrevistando a niños (sin guion) sobre lo que podría depararles el futuro.
Con algunas películas, todo se trata de la edición: un desfile enérgico de imágenes sorprendentes acompañadas de una partitura cinética. Y luego están películas como Wheel of Fortune and Fantasy (La Rueda de la Fortuna y la Fantasía) y Drive My Car, de Ryûsuke Hamaguchi, en las que la cámara se queda quieta y observa a los artistas mirándose unos a otros mientras hablan, porque la conversación es la verdadera protagonista. Las escenas de diálogo largas, estáticas, significan que cada pequeño zoom, edición o panorámica llama la atención en el momento indicado, destacando el cambio en la mirada del director. Películas como ésta sacan a relucir el voyeurismo esencial del cine.
El Batman de Reeves casi se disuelve en la noche, abrumado y condescendiente con las ambiciones noirish de su película. Otro Dark Knight aceptable, pero que no es lo suficientemente diferente como para dejar atrás la sombra cada vez mayor de su legado.
Almodóvar ha perdido un poco de la antigua transgresión que lo ha caracterizado, pero en su lugar ha quedado espacio para un fervor más arraigado.