Livingston, el personaje Método Livingston (2019) de la directora Sofía Mora, es un documental muy divertido sobre un hombre único traspapelado en la historia de nuestros personajes populares, pero con una vocación polemista imperdible. Rodolfo Livingston es un arquitecto que trabaja de forma colectiva en el diseño de los proyectos, incorporando a las familias para que participen de la creación y las reformas de sus propios hogares. Dentro de este trabajo subyace una filosofía de vida y oficio que involucra el respeto, el amor y el disfrute con el cual nos vinculamos a nuestro trabajo, desde su óptica dirigido a los arquitectos, pero fácilmente aplicable a quien quiera escuchar. La película es el retrato de un hombre de 85 años que habla con refranes y metáforas sumamente divertidas y lúcidas, que además reconstruye su historia con reflexiones inteligentes y un material de archivo de diferentes apariciones televisivas que demuestra que siempre estuvo ahí, combatiendo con sus ideas progresistas al mundo de la arquitectura y la periferia. Sus comienzos en la revolución cubana, su lugar dentro de la arquitectura, su espíritu vital, y su alegre negación a la vejez, hacen de este trabajo un atractivo abanico de su vida. Sus salidas ocurrentes lejos de cerrar ejes en el film abren nuevas historias como el reencuentro con una novia de la juventud. La cámara lo sigue atenta, siempre dispuesta a captar aquello que sucede y genera Livingston a su alrededor. Método Livingston tiene en la producción a Néstor Frenkel y algo de su estilo se filtra en la puesta en escena y el ritmo. El ojo de Sofía Mora se ocupó de capturar detalles que van más allá de la simple entrevista y que configura todo el mundo de esta persona que, a la vez, es un gran personaje.
Condena moral a perpetua En el año 2015 resonó la serie Making a Murderer, Netflix acercó a nosotros un documental que sembraba la duda sobre la condena de una persona, y desmantelaba los recursos del poder judicial para transformar a una persona en un asesino a su antojo, la serie que sucedía lejos en Estados Unidos provocó asombro y miedo. Hoy, Fragmentos de una amiga desconocida (2019) repasa un caso que hiela la sangre y paraliza quizás por su cercanía. La premisa de la película en un comienzo se centra en Magda Hernández Morales, la directora elige pararse sobre sí misma y cómo le afectó a ella el hecho que estaba sufriendo una amiga. Luego se adentra en Cristina Vázquez, oriunda de Posadas, condenada por asesinato. A medida que avanza, desarma el expediente con ayuda de una abogada perteneciente a una ONG y revela inconsistencias sustanciales y contradicciones, a la vez que sostiene una postura clara: Cristina Vázquez vivió una condena moral. El horror, el tiempo, la vida en pausa, quince años descartados que no van a volver y un único rayo de esperanza. Actualmente la inseguridad se debate en otro términos, se fabricó una otredad sobre la cual depositar el miedo, un tipo de persona que si cumple los requisitos es automáticamente culpable para la opinión pública. La historia de Cristina nos despierta una reflexión angustiosa sobre un peligro institucional mucho más real, que fabrica esa otredad y que la usa como un “depósito de culpables” por los que nadie va a protestar, que con solo verles la cara nadie va a dudar de su criminalidad. Nos muestra el desamparo y el costado más peligroso del sesgo de clase.
Perros salvajes Los perros en el imaginario popular son amigos y a veces hasta familia. Y en nuestra cotidianidad citadina discutimos sobre la adopción y la compra; la caca en la vereda; campañas de castración y videítos tiernos que encontramos en instagram. Sin embargo en el Sur, lejos y cerca al mismo tiempo, los perros son un universo en sí mismo, con sus complejidades y sobre todo con problemas salvajes. Perros del fin del mundo (2018), es un documental dirigido por Juan Dickinson que establece un retrato sobre una amenaza que acecha a Tierra del Fuego. De cómo la irresponsable tenencia del hombre, hizo que las criaturas fueran recuperando su estado salvaje y aproximándose a los comportamientos de sus ancestros, los lobos. La perspectiva del cine como posibilidad de conocer hace a este curioso documental una oportunidad muy única, por algo también fue declarado de interés cultural de la provincia de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atrántilo Sur. En cuanto a lo accesible, hay ciertos detalles que sortear, como lo reiterativo sobre sí mismo y el ritmo aletargado. La presencia de mucha sangre, crudeza y muerte se apodera de la pantalla para interpelarnos una vez más y preguntarnos si es un exceso innecesario y cruel; o si es una realidad que merece ser contada por completo, sin recortes que la suavicen para el mainstream.
Sola contra todos MATANGI/MAYA/M.I.A (2018), como indica en su título, es el xilocollage de una metamorfosis. Una vida atravesada por la guerra y el ritmo. Nació como Matangi. Es la hija del fundador de la resistencia armada Tamil de Sri Lanka y huyó del gobierno junto a su familia hacia Gran Bretaña en medio de una guerra civil. Allí se convirtió en Maya, una adolescente con una fuerte vocación expresiva mediante el arte. Más tarde el mundo la conoció como M.I.A. cuando emergió en el escenario musical de la cultura urbana. La riqueza del documental se concentra en su protagonista y en la enorme cantidad de material de archivo que hay de Maya desde su infancia hasta su presente. Su director Steve Loveridge supo dosificar y ordenar todo para obtener como resultado un discurso potente cuyo punto de partida es un retrato biográfico que crece hasta abarcar las distintas hipocresías e injusticias de la industria musical, los medios de comunicación dominantes y la guerra. Sola contra todos y armada únicamente de su música y su historia, Maya vivió el éxito y la censura. Cuanto más éxito tenía, la guerra de sus raíces se hacía más feroz y de forma ineludible también se hizo más feroz su arte. Las consecuencias fueron de un monstruo que se volcó contra ella, juicios millonarios, escraches mediáticos, censura, etc ¿a quiénes y por qué molesta tanto lo que esta artista tiene para contarnos?
Parodia involuntaria Rapto (2019), de Frank Pérez- Garland es un trastabillante thriller policial compuesto de una trama que podría ser bastante sólida pero con un resultado que no le hace justicia. Sebastián Freyre (Stefano Salvini) se presenta como un destacado alumno de último año de derecho y perteneciente a una adinerada familia limeña. Su abuelo es secuestrado y comienza a recibir indicaciones de los secuestradores que lo empujan a una búsqueda a contra reloj en la que encontrará tanto pistas para acercarse a su abuelo como profundos secretos familiares. Desde los primeros minutos la película se encuentra con dificultades para lograr el verosímil del contexto, hay algo de la interacción entre los personajes que no se siente orgánico y pone en evidencia un artificio de los diálogos y las actuaciones. A medida que avanza la trama policial se germinan climas más logrados y buenos elementos que implantan la intriga, sin embargo se repite una tendencia cíclica que comienza en las buenas ideas y termina en las malas ejecuciones. Rapto no corre riesgos a los cuales atribuirles el fallido, por el contrario la estructura y las vueltas de tuerca que contiene la ubican dentro de una fórmula que debería funcionar, como funciona en la enorme cantidad de películas idénticas que vimos antes que esta, sin embargo empalaga de lugares comunes y clichés que a esta altura están demasiado gastados y solo funcionan en una parodia del género.
El miedo a sufrir Cuando dejes de quererme (2019) es una coproducción española argentina dirigida por Igor Legarreta, dentro del género de la intriga policial y con un estilo comparable a Contratiempo (Oriol Paulo, 2017). Dos muertes marcan un doble comienzo para esta película y a su vez en la vida de Laura (Florencia Torrente). Su padrastro Fredo (Eduardo Blanco) muere en un hospital y deja una carta que nos introduce en un flashback hacia el momento del descubrimiento de la muerte de su padre biológico años atrás. En ese pasado descubrimos el verdadero misterio sobre la muerte del padre de Laura y transitamos con ella este camino policial y a su vez personal, este hombre al que presumía desaparecido y por el que creía haber sido abandonada, siempre estuvo muerto y enterrado en las cercanías a su hogar; y su padrastro, a quien siente más cercano, la acompaña en un viaje a desenmarañar la incógnita. Allí se desenvuelven la doble causal de las películas más clásicas, el conflicto central y el interés romántico con un agente de seguros llamado Javier Egoskue (Miki Esparbé). En las temáticas que circulan a través del relato se encuentran la hostilidad de la soledad y los vínculos familiares. La película es sencilla y cuenta con actuaciones muy agradables. Avanza con autoconciencia de que no es muy profunda y apunta a un objetivo claro: ser entretenida y manejar un buen nivel de suspenso. Lo logra y no mucho más.
Badur madurar La segunda película de Rodrigo Moscoso luego de Modelo 73 (2001) es una comedia romántica independiente, salteña, sencilla y amable. Juan (Javier Flores) tiene 35 años, vive con sus padres y se ocupa vagamente del mantenimiento de piletas. De mal en peor en su pasar económico y con una complicación incógnita en su salud conoce a Luciana (Bárbara Lombardo). La relación se presenta torpe y enredada en mentiras que crecen a medida que avanza la película. Al tiempo que sucede la comedia de enredos aparecen temas que tienen que ver con el pasado, el legado y la añoranza atrapada en los objetos que guardamos. Badur Hogar es el negocio familiar creado por su abuelo que su padre conserva cerrado al público desde la década del noventa. Un comercio que vive en el recuerdo de los lugareños por sus comerciales y jingles pegadizos. El local ocupa una enorme esquina y todas sus ventanas están cubiertas de papel de diario amarillento. El único refugio de Juan, lleno de electrodomésticos y muebles de décadas pasadas. El lugar se encuentra abandonado al igual que él en una alegre metáfora acerca del estatismo de la gente del lugar que Juan representa. Diálogos ocurrentes y una fotografía ingeniosa suman a la dinámica de la película que cumple con todas las reglas del género: personajes opuestos, un amigo divertido y a la vez impresentable, y un conflicto asociado al destino. No se construye con mucha originalidad sino que sienta sus bases en los clichés típicos del género con alguna pequeña vuelta de tuerca autóctona que suma a esta correcta propuesta.
Hacer cosmética de la deportación De la infinidad de formas de representar en la pantalla grande actualidad de los y las inmigrantes en Estados Unidos, El sol también es una estrella (The Sun Is Also a Star, 2019) elige la óptica inmadura y vacía, adolescente y romantizada, tanto política como narrativamente. Natasha es una joven jamaiquina que será deportada en 24hs e intentará impedirlo, Daniel es descendiente de una familia de inmigrantes surcoreanos que aspira a aplicar a una prestigiosa universidad para satisfacer los deseos de sus padres. Ambos se cruzan de manera fortuita y viven un día de amor verdadero entre los relojes que les marcan la urgencia. “Deus ex machina” anota en su cuaderno de poemas el joven aspirante a médico, a su vez la campera de Natasha tiene esta frase plasmada en su espalda. Eso es suficiente para introducirnos al desafío de Daniel de demostrar a toda costa que el destino existe y por sobre todas las cosas, el amor. Natasha acepta la apuesta de ser enamorada en un día a pesar de estar inmersa en una de las situaciones sociales más duras de la realidad actual norteamericana para los y las inmigrantes. “Deus ex machina” se le llama a un error de guion en dónde algo mágicamente sucede y resuelve de manera forzada el conflicto y esta película está construida enteramente a base de estas resoluciones mágicas una y otra vez. No hay conflicto, es solo el suceder de una cita eterna. Con diálogos y jugueteos entre la vergüenza ajena y el ridículo. Por supuesto que para contar esta historia se eligió que ambos actores sean los más hegemónicamente bellos de su etnia y que todas las imágenes sean cosméticas, limpias y luminosas, como para reforzar una realidad a cientos de años luz de la verosimilitud. Una mirada social demasiado pasada por blanqueador.
Obra magnánima La cuarta dimensión (2018) de Francisco Bouzas es una increíble pieza cinematográfica para Latinoamérica. En sí misma es un maravilloso diálogo entre la identidad musical y geográfica. Entre el mundo concreto y el mundo de las pasiones. César es un joven de 19 años boliviano que vivía en Argentina y ahora debe volver a su pueblo natal, a donde intentará trasladar su impulso creativo arraigado en la murga porteña. Fundirse en su objeto de estudio es la idea principal de ésta película y vaya que lo logra. Indaga en la pasión absoluta de éste joven por la música y retrata con la música una parte de su ser. Y también como parte del ser de la película entera, que desborda musicalidad en su realización, marca el ritmo y un disfrute que explota como no puede ser de otra forma en las murgas. Visualmente es una pintura tras otra, con planos de una belleza imponente. El producto total es una máquina de satisfacciones para los dos sentidos que se ponen en juego en la experiencia del cine. Es inevitable pensar también en el recorrido geográfico y asociarlo a nuestra realidad social. Sentir a César como un migrante de aquí y de allá cuya identidad más certera es la musical y la que lo acerca realmente a su libertad plena. Es increíble como Francisco Bouzas pone absolutamente todos los elementos a disposición del relato, creando más que “una película sobre tal tema” sino creando una obra de magnitud para el cine entero.
Maternar es político Marina Zeising parte de sí misma para hablar de algo mucho más grande, toma sus inquietudes individuales como mujer y las lleva al plano de análisis de una nueva ola feminista en La lupa (2018). La premisa comienza como un acto autoreferencial que dispara el conflicto de la protagonista, a la vez directora, el deseo de ser madre y el sentimiento de pánico ante la sola idea de transitar el embarazo. Sin embargo hace un rápido proceso para convertirse hacia un sentido más colectivo de las problemáticas de género. El miedo parece tener una raíz más social que personal, muchas mujeres no se pueden permitir tener hijos bajo la violencia que se ejerce sobre la maternidad dentro del núcleo contextual que por otro lado las sacraliza. La película pone sobre la mesa las consecuencias directamente relacionadas a la maternidad que complican a la mujer, desde su desarrollo e independencia económica, hasta la noción de “libertad” y “sufrimiento”. Además se cuestiona si el deseo que se despierta en una es genuino o si es consecuencia de un sistema que sostiene que eso es lo que nos realiza y que presiona a aquellas que deciden no hacerlo. Entre imágenes de archivo y entrevistas a referentes más que interesantes que reflexionan y problematizan la maternidad, se mete de lleno en el feminismo y compara los movimientos en tres países (Argentina, Noruega e Italia). Demuestra que la violencia sobre las feminidades afecta al mundo de formas muy similares, pero también da lugar a mirar hacia aquellos terrenos ganados en otras partes y asumir las realidades que ayudan o dificultan al redescubrimiento de la mujer en un espacio y rol familiar. “Lo personal es político” repite. La búsqueda del camino propio es lo que busca plasmar en este largometraje, afirmando que esta búsqueda no es independiente del contexto y se hace a partir de un camino político de reflexión y deconstrucción.