Nader y Simin son un matrimonio sumergido en una profunda crisis. Simin se quiere ir de Irán, Nader se quiere quedar a cuidar a su padre. Simin se va de casa y Nader se ve obligado a contratar a alguien que cuide a su padre y la casa mientras él trabaja, y a través de una amiga de Simin llega Razieh, una mujer embarazada y con una niña pequeña que también tiene su propia crisis matrimonial. Los problemas de ambos matrimonios se van a ir cruzando, luego de una fuerte discusión entre Nader y Razieh.
El Pozo narra la historia de Pilar, una chica autista, y su familia. Concentrándose, principalmente, en los conflictos que acarrea la enfermedad dentro del núcleo familiar, y la responsabilidades que implica para sus allegados, especialmente sobre los padres. A su vez, vale la pena destacar que el film refleja la historia de la familia del director Marcos Carnevale, dentro del marco de una ficción.
Andrew Niccol tanto como guionista como director se caracterizó por darle vida a una ciencia ficción que no se basaba en efectos especiales, o en grandes explosiones para poder transmitir con fuerza una mirada futurista, de la misma forma en que no necesitaba inventar razas, armas o tramas demasiado complejas para el otro lado del avance tecnológico, el lado deshumanizante. Al contrario, su estética retro-futurista, y la sensibilidad de sus personajes fueron la clave de su cine. Eso es lo que siempre hizo atractivas a sus películas y lo que los distinguía del resto de los visionarios de la ciencia ficción...
El Polonio es un documental que se adentra en la vida de los habitantes de Cabo Polonio, un pueblo costero de Uruguay que suele recibir turistas por la belleza de su paisaje natural, pero durante el resto del año es un lugar áspero y solitario...
"Son," She said, "Have I got a little story for you...” La historia de varias bandas empieza con un “En Seattle a finales de los años ochenta unos chicos que tocaban en garajes”, de hecho Pearl Jam Twenty es el segundo documental que se estrena en el año que empieza en la misma escena musical. Pero acaso que esta banda sea solo una entre varias bandas únicas que surgieron en el mismo tiempo y en el mimo lugar, no lo hace menos interesante. Si hay que llamarlo de alguna forma, coincidencia no es la primera palabra que se me ocurre, es privilegio, el del oyente. Privilegiados nosotros por poder ser parte de la que posiblemente haya sido la última gran revolución del rock, privilegiados porque la amistad que hubo entre esas grandes bandas , permitió un ida y vuelta entre los músicos y los espectadores, sin precedentes, y Cameron Crowe esto lo supo todo el tiempo, y vaya si lo aprovecho. Crowe era ese periodista musical que ya nos retrató con el William Miller de Casi Famosos. Cuando llegó a Seattle y conoció a varios de los músicos que podemos ver en documental. La historia de la banda es, en parte, su historia. No se trata solo acerca de ¿Quién o Qué es Pearl Jam? Se trata de una búsqueda artística, de una visión del Como se debe hacer el arte y está claro que un escritor y director de cine que se embebió en esa escena artística pueda, no solo entenderlos sino compartir parte de esa ideología; y, por supuesto, capturarla en forma cinematográfica. La historia de Eddie Vedder, Stone Gossard, Mike McCready, Jeff Ament y Matt Cameron comienza con Mother Love Bone, una banda que Gossard y Ament formaron en los ochenta y que conoció su final cuando su cantante Andy Wood murió a consecuencia de una sobredosis. Pero tiempo después se abrirían dos nuevas puertas, por un lado Jeff y Stone decidirían formar una nueva banda, y por el otro el compañero de departamento de Andy, un tal Chris Cornell, se contactaría con ellos para hacer un disco homenaje a al amigo que tenían en común. Si bien Cornell solo sería parte de ese proyecto que se llamó Temple of the Dog, de la unión de esos dos caminos surge el Pearl Jam que conocemos hoy. Crowe sostiene la película a partir de la rica historia personal que tienen los miembros de la banda entre sí. En los 20 años de la banda vivieron muchas cosas y el impacto que tuvieron en ellos, forjó una amistad y un espacio creativo muy particular. Se vale de material de archivo que sorprende por su variedad y calidad, no en cuanto a la belleza de la imagen, sino al contenido del mismo, de testmonios de fans y allegados a la banda, recitales, audio de demos, entrevistas a los integrantes de la banda, todo para acercarnos a eso que es Pearl Jam. Al final de cuentas, la búsqueda artística es lo que hizo que la banda tuviera una respuesta “¿Por qué seguimos tocando?”, pero la amistad es el pegamento que los mantuvo unidos ante tantas tragedias por las cuales tuvieron que pasar. No solo es la música, es lo humano. Pearl Jam es una agrupación de personas excepcionales que hacen música, porque lo sienten, porque es su pasión y su vocación, y son buenos en lo que hacen, y aunque no lo fueran, lo harían igual. No cabe la menor duda de eso. El documental nace de esa premisa, y lo sumerge al espectador en esa comunidad, y nos permite entender, quienes son y porque hacen lo que hacen, aunque sea por un rato. Aquel que seguidor de Pearl Jam, tendrá la suerte de poder dialogar con el film desde otro lugar, hay claramente una conversación entre la música y lo que pasa en la pantalla. Una de las cosas más maravillosas de los documentales es la posibilidad de llevar nuestra historia personal con el objeto del documental y ponerlo en la mesa a la hora de ver la obra. Pero la realidad es que aún aquel que no conoce a la banda puede sentarse y pasar un gran momento. Las grandes historias son así, te atrapan quieras o no, y en este caso lo dejan a uno deseoso de más, y agradeciendo que Pearl Jam, pueda decir I’m still alive.
David Yates tomó las riendas de una saga que no pudo encontrar su rumbo con los tres directores que lo precedieron. Columbus resultó muy ingenuo, Cuaron le dio una mirada más autoral y oscura. El logro más grande de Newell tal vez sea haber puesto en pantalla a quien sería el protagonista de otra saga de la literatura llevada al cine. Pero de entre todos ellos, solo uno tiene la responsabilidad de cerrar la historia, de atar los últimos cabos. Yates debía ser el autor del “gran final”. A falta de una, la última aventura de Potter se extendió a dos películas. 276 minutos para cerrar la saga. Y aun así, no fueron suficientes. A Harry Potter y Las Reliquias de la Muerte Parte 2, le falta algo. Se hace difícil poder señalar qué es específicamente lo que le falta. En cierto modo le falta aventura, le falta emoción, le falta la identidad que no encontró nunca la saga. Los cambios de directores, las vueltas de los libros. El arrancar sin saber cómo van a terminar las cosas, los reclamos de los fans, y la constante comparación con su par literario, hicieron virtualmente imposible que la versión cinematográfica del mago, pudiera encontrar su lugar. Y es en el momento del cierre, donde más se nota, porque las piezas no cierran el rompecabezas. Yates hizo lo que pudo. Creo que lo eligieron para las últimas entregas por el trabajo que hizo con la batalla en “El ministerio de Magia” de …Y la Orden del Fénix, con la idea de que la batalla final adquiera las proporciones épicas que todos esperaban. Su fuerte siempre fueron las escenas de mucha acción, y supo respetar los logros estéticos que habían tenido las ediciones anteriores, sobre todo, bajo la mirada de Alfonso Cuaron. Ahora bien, Harry Potter es narración, el verdadero gancho son los personajes y lo que pasa a su alrededor. Hay una historia, una gran historia, y Yates nunca supo donde pararse. Columbus narró desde la búsqueda del lugar de pertenencia de un niño, el mexicano tomo la tensión interna de Harry Potter y la llevó a la pantalla, Newell jugó con el destino del personaje. David Yates por momentos fue político, por momentos fue romántico, por momentos hasta fue pseudo-filosófico, pero siempre con una timidez muy grande. Y todas estas idas y vueltas quedaron plasmados en la última entrega. Las Reliquias de la Muerte Parte 2 está plagada de explicaciones, y aun así no cierra. Y es una lástima. El lector del libro no tendrá ninguna duda, el seguidor de la versión cinematográfica, entenderá la gran mayoría. No creo que nadie se vaya a sentir lo suficientemente perdido como para no disfrutar la obra, o no sentir la aventura. Pero cuando llegue el final, y haya transcurrido un rato, ese momento donde el espectador termina de procesar todo lo que pasó, habrá gusto a poco. Porque esa profundidad que por momentos llegó a tener la narración, quedó en la nada. Porque si bien el destino del protagonista se cumplió, y fue solo eso, cumplirse. No hubo una lucha en la pantalla, no hubo guerra, no hubo épica. Solo pasó. La película cumple, y nada más. El espectador promedio quedará satisfecho, pero sabrá notar la diferencia entre esta entrega de la saga, y las mejores. Sabrá que si bien tenía todo lo que esperaba, no hubo grandes sorpresas. Y que hubo algo que no fue. Yates tenía una responsabilidad que lo excedió. Pero en sus dos horas y veinte, la película no aburre. Lo importante está, y si bien se quedó corto, algo de mérito hay que concederle.
Los mutantes también nacen pequeños Otra película de superhéroes, otra película basada en un comic, otra “franquicia” que se vuelve a comer de cero. Si ves películas desde 2000 o antes, sabes qué significa esto, no es la primera vez que pasa y no será la última. Ahora bien, aunque tal vez innecesario, esa movida de borrón y cuenta nueva ha tenido resultados interesantes. Sin tener la intención de desprestigiar las Batman de Tim Burton, la mirada de Nolan sobre el héroe de Ciudad Gótica es por demás interesante, y es la prueba más fácil de señalar que, retomar buenos personajes, vale la pena. Como si fuera poco, aquellos que son amigos de las novelas gráficas (Comics para el resto de los mortales), saben que esto es algo que pasa todo el tiempo, tanto en Marvel como en DC. Los personajes de historietas, han nacido y muerto tantas veces como historias ha habido para contar. Al final de cuentas, los superhéroes son solo una excusa para hablar de otra cosa, acá lo que importa es que tiene Matthew Vaughn para decir, y sobre eso me explayo. La infancia puede ser dura, ser un “outsider”, un “rechazado”, no es fácil. Todos en algún momento nos sentimos así, pero lo interesante es como esto nos define, o en este caso, define a los personajes. Está quien se acepta su distinción, su naturaleza, quien se define por quien es, y está quien rechaza esta idea, y que se define por quien no es. Entre esos dos polos, en esos grises que se van abriendo, se van ubicando cada uno de los personajes de la saga, ya desde sus primeros pasos. Lo curioso de todo esto, es que esa definición, ese “quien soy”, no necesariamente mantiene una relación con el objetivo o meta del personaje. La riqueza de X-Men siempre estuvo en que, más allá de que siempre hubo una figura negativa, el villano no es, necesariamente un “malo”, sino que siempre fue un personaje que se para del otro lado de esa escala de grises. Esta versión de X-Men se dedica a explicar esos origines, situando al film como una suerte de espejo que nos devuelve la mirada de cada uno de los mutantes, no desde el punto de vista del ser humano, sino de cómo se ven ellos a sí mismos, y esta es una distinción que vale la pena hacer. Acá no hay una mirada sobre la legalidad, o metáfora sobre la discriminación, al menos no es sobre eso “de lo que va” la película. Aquí el eje es la identidad. Este cambio de posición sobre la saga, en cierto punto similar al cambio que se dio con el hombre murciélago cuando lo tomó Cristopher Nolan, le otorgó a los mutantes, a falta de una mejor palabra, humanidad. X-Men: Primera Generación se aleja del festival de FX de los últimos dos largometrajes relacionados con el comic de Marvel, y se acerca a algo más emotivo y dramático. Digo esto sin tener la intención de hablar de la película como un drama, sino haciendo clara referencia a que lo que importa no es tanto lo que pasa en la pantalla, que de hecho es por demás entretenido, sino a que la verdadera riqueza está en aquello que le pasa a los personajes a nivel interno, la tensión que se construye entre quiénes son, quiénes creen ser, y como creen ser vistos. Eso es, de hecho, la esencia de la narración. Una vez aclarado eso y yendo directamente a lo cinematográfico, Vaughn logró trasladar esa emotividad a la pantalla. Desde la paleta de colores, ya alejados de los trajes negros, la película propone y va construyendo algo distinto y fresco. El recambio de generación era un desafío para el casting, y debo confesar que si bien se alejan del registro actoral de los interpretes anteriores, el reparto logró adaptarse a las necesidades tanto del film como de los propios personajes, no me cabe duda de que no todos estarán felices con el camino tomado, pero debo decir que James McAvoy, Michael Fassbender y Jennifer Lawrence, lograron algo interesante, principalmente el primero. Dejando de lado el trío protagónico, tenemos a Kevin Bacon en un rol muy peculiar, ya que si bien es un actor que ha demostrado ser muy dúctil para trabajar en distintos géneros, logra un personaje muy rico de algo que tranquilamente podría ser un clisé. Siguiendo con lo actoral, estén atentos a los cameos, no solo de gente vinculada al mundo X-Men, sino a actores reconocidos en pequeños roles. Si bien el film en su afán de dramatizar y darle humanidad a los personajes se topa con algunos detalles inconclusos y escenas que se podrían señalarse como defectuosas, el resultado es claramente positivo. Hay acción bien dosificada, acompañada por una narración encarada con inteligencia, generando un film entretenido y fresco, que no solo resiste la comparación con las X-Men de Singer sino que en más de un aspecto las supera.
En Marte viven bajo una sociedad liderada por mujeres, que concentradas en mantener su poder dejaron de lado la maternidad para que los bebes sean cuidado por robots. Después de un tiempo de estudio y seguimiento, eligen a la madre de Milo, para extraer su personalidad y dársela a los robots-niñera así los niños marcianos podrán ser educados bajo las normas de la Supervisora. Dejen a los chicos solos. El último año tuvo la suerte de tener varios films animados de una calidad superior a la normal. Títulos como Toy Story 3, Cómo Entrenar a Tu Dragón, o la reciente Enredados por mencionar algunas, lograron entretener sin descuidar el alma de la historia, demostrando que el cine de animación no es menos que el de ‘acción viva’, y que no, necesariamente, tiene que estar apuntado a los más chicos, que una buena narración, por simple que sea, no reconoce edades. Estas lecciones, que el estudio del ratoncito transmitió durante años, y que en las últimas dos décadas, la productora de la lamparita perfeccionó, parecieran haber sido olvidadas a la hora de hacer Marte Necesita Mamás. Palabras más, palabras menos, la película de Simon Wells es una obra muy menor. Tal vez no mala, pero si pobre, tanto en contenido como en recursos. Es obvia, lo cual es uno de las peores características que puede tener una narración. Hubo si, un intento de contar ‘algo importante’, de dar una lección, de hacer una fábula espacial y acércasela a los pequeños. Pero en algún punto de esos 98 minutos de metraje ese espíritu se diluye, y queda una obra de tipo ‘directo a video’, un producto televisivo, lo cual es una lástima. Los nombres detrás del film estusiasmaban. Seth Green es un buen artista de voces, recordemos su trabajo con Robot Chicken, y en Padre de Familia, Joan Cusack es una actriz dúctil tanto para el drama como para la comedia y que ha sabido escoger buenos proyectos a lo largo de su carrera. Pero por sobre todos los nombres está el de, mi muy apreciado, Robert Zemeckis, un director al que respeto y admiro, que en los últimos diez años se dedicó (con poco éxito) a la animación, y que como productor había apoyado una película animada para chicos distinta e interesante, llamada Monster House: La Casa de los Sustos, pero su toque y calidez no se siente en ningún momento del film. Hablemos de mensaje entonces, las mamás son un ‘recurso’ invalorable. Bueno, lo son, nadie lo duda. Pero creo que un garabato de uno de los hijos o un simple ‘te quiero’, vale mucho más que decir que decir ‘ella limpia, me hace de comer, etc…’ como si una enumeración de actividades pudiera atrapar la esencia de ese rol. No señores, esto no funciona así. Se tomaron una hora y quince minutos de película para decir en palabras menos de lo que una sola escena, cerca del final de la película dijo. Los chicos son vivos, más de lo que muchos piensan, y saben lo que ‘mi mamá’ significa. En la segunda parte de la lección moral, nos encontramos con un Avatar a la inversa (la comparación no es casual, los paisajes naturales del mundo subterráneo traen algo que es un poco más que una simple reminiscencia de Pandora), donde el terrícola le demuestra la importancia de los valores y las instituciones a un planeta donde el amor vive en la basura y la belleza está enterrada, simbolismos que se pierden dentro de tanto trazo grueso y subrayado. Tal vez tanto análisis no sea necesario, el público al que apunta el film no le presta atención a esos detalles. Pero al final de cuentas la historia, lo que se cuenta, y como se cuenta, no es tan entretenido, ni divertido, ni gracioso. La añoranza al ‘Flower Power’ no sirve para chicos que nacen con una computadora bajo el brazo. En ese sentido el antojo de James Cameron y sobre todo Wall-E cubren mejor esas bases. Y donde la obsesión del viejo Walt con las ausencias de las figuras paternales, el trauma y las familias desarmadas, no funciona, y hasta casi que se contradice. Demás no está decir que el 3D le aporta poco y nada al desarrollo de la historia, casi que funciona solo como un adorno en algunas escenas, y para darle un poco de vértigo a secuencias que de otro modo, serian directamente aburridas. Más cerca de Gaturro que de cualquiera de las películas antes mencionadas. Lo cual es sorprendente porque los dos estrenos anteriores dieron momentos donde el 3D se usó casi con maestría, ya sea la escena de las lámparas de Enredados o la escena de... bueno, cualquier escena de Toy Story 3. Marte Necesita Mamás sirve solo para cubrir la salida mensual al cine en familia. Una película más, que pasara sin gloria y sin pena por los cines y la mirada de los chicos. Ni buena ni mala, olvidable.
Bon Jovi recientemente visitó la Argentina en el marco de su The Circle Tour, promoviendo su disco más reciente (sin contar el Greatests Hits), que lleva el mismo nombre de la gira. Y la película justamente, nos trae uno de los primeros recitales de este tour, la elección del recital no es casual, el lugar es el recientemente inaugurado “New Meadowlands Stadium” en su tierra natal, New Jersey. Lo cual implica toda una faceta emotiva, tanto para la banda como para el público, y hay una cálida explicación por parte de Jon Bon Jovi sobre la historia del estadio. El espectáculo está a la altura de cualquier recital de una banda “Clase A”. Fuegos artificiales, pantallas gigantes por doquier, cambios de vestuario, y a eso hay que sumarle el carisma de Jon y Richie, los verdaderos protagonistas de la noche. El film abre con el video del corte más reciente de la banda “What do You got?” que sale de su último disco compilatorio e inmediatamente después, nos metemos al estadio, y arranca “Blood on Blood” con toda la energía de la banda. Para aquellos que estuvieron en el Monumental hace dos meses, la apertura del recital no debe sorprenderlos, pero sepan que por las características del tour, el Set List de la banda cambiaba en cada recital, y hay varias canciones en el video-recital que no tocaron en nuestras tierras. Más allá de la calidad musical de la banda, estamos frente a un clásico video de un recital. La puesta de cámaras clásica, centrada en los músicos, y un contenido documental casi nulo, es decir, salvo por el principio y el final, no hay backstage, ni participación del público. Los títulos son bien claros “Starring: Jon Bon Jovi, Richie Sambora, David Bryan, Tico Torres”, y eso es lo que veremos, a ellos cuatro rockear a su estilo. Este es el mayor defecto y a su vez, la virtud más grande del video, por un lado por no ir más allá de lo que se puede ver en el recital, pero por el otro, porque permite apreciar los detalles como si uno estuviera en primera fila, aunque sin alejarse demasiado de lo que normalmente muestran las pantallas gigantes del escenario. Dentro de lo que es el espectáculo, sin ser un crítico de música, puedo dar fé de que la magia de los 4 sigue intacta pese a los ya más de 25 años de rodaje que tienen. Pero tampoco se puede negar que algunas canciones no significan lo mismo para ellos, es evidente que ya no sienten lo mismo el “You live for the fight when that’s all that you’ve got”, sin embargo, los hits siguen sonando tan bien como siempre, y esa, tal vez injusta, falta de pasión que le faltan a los temas de ese Heartland Rock, lo compensan con la garra que le ponen a las nuevas canciones y como sienten, tal vez más que en los primeros días, canciones como Wanted Dead or Alive o Superman Tonight, o como levantan al público con Keep the Faith o Raise your Hands. Pero los verdaderos puntos altos son el “mini acústico” que hacen a la mitad del show con “Something for the Pain” y “Diamond Ring”, donde la banda demuestra que es mucho más que una banda de hits. Debo confesar que esta bueno que se encuentren estas alternativas para las salas de cine, esta bueno poder disfrutar un recital con la calidad de imagen y de sonido de un cine, cómodo desde la butaca y por una fracción de lo que cuesta la entrada a un recital, por más que, obviamente, no sea lo mismo. Y esta bueno que se hayan elegido bandas como U2 o Bon Jovi para acercar esta modalidad a la gente. Especialmente para aquellos que, como yo, no pudieron ir a verlos en vivo. En síntesis, vale la pena ir a alguna de las dos funciones (Viernes 10 y Sábado 11) que se darán de este recital en los Cines Showcase. Bon Jovi rockea sus clásicos, y parte de su último disco, que dejará satisfecho tanto a los fans como a los que solo conocen los grandes hits, tanto los que fueron al recital que dieron acá y se quedaron con ganas de más, como a los que no pudieron asistir.
De ante mano aclaro, para poder realmente entender lo que se pretende decir con esta crítica hay que saber separar los libros de las películas. Son dos artes completamente distintos, con dos autores distintos y si bien las películas “se basan” en los libros, los aciertos y desaciertos de uno, no implican los del otro. Es decir, que si hay algo que no funciona en la película, el famoso argumento de “en el libro es así” no tiene lugar. El director, el guionista y el productor deben hacer que la película funcione como tal, inclusive para aquellos que no han leído los libros. Dicho esto, prosigo… La película no funciona, lo cual no quiere decir que sea mala, sino que, tan sencillo como eso, no funciona. Una de las cosas más interesantes de la saga del malo, y a la cual se debe gran parte de su éxito, es que al final de cuentas, más allá de la mitología, más allá de “el elegido”, de la fantasía y de algunos personajes interesantes, hay una historia que está siendo contada. Parece contradictorio, pero es así. Digo, Harry Potter puede tener cualquier otra profesión distinta a la de mago, Hogwarts puede ser cualquier otro establecimiento distinto a una escuela, y aún así, seguiría siendo interesante. Tal vez no tanto, hay algo de magia en la magia, valga la redundancia, pero la esencia no cambia. En Las Reliquias de la Muerte Parte I, se pone a prueba eso. No más Hogwarts, los personajes secundarios ya no están, del tridente mágico uno desaparece a la mitad del film y la saga tiembla, tiembla porque Radcliffe solo no puede sostener una película de dos horas, porque ya sabemos (tirado de los pelos) que Hermione es de Ron, y Harry lo espera Ginny, y no hay tensión por ese lado. Tiembla porque todo lo demás pasa fuera de campo, y eso se siente. Así como las series semanales, sobre todo las estadounidenses, tienen sus “episodios de relleno”, esas licencias que se toman los guionistas para dejar crecer a los personajes y preparar las cosas para el gran conflicto, las últimas dos entregas de Harry Potter dejan la misma sensación. Como si tanto El Principe Mestizo como Las Reliquias de la Muerte fueran el preámbulo para algo más importante. Tal vez así sea, prácticamente ni lo dudo, pero hay una diferencia grande, una cosa es poner un episodio de 24 de relleno, y desarrollar los personajes y otra es destinar 2 películas 8 (un 25% de la saga) para explicar lo que va a pasar después. Ahí es donde está la falencia, ahí es donde no funciona el asunto. Cuando dejan de crecer los personajes y lo que pasa es pura explicación, cuando la acción pasa afuera y no la vemos, cuando le sacan los pequeños conflictos que acompañaban al conflicto general. Cuando personajes como Snape, Luna, Umbridge, Bellatrix, Lupin, Mad Eye Moody, o toda la familia Weasley, se limitan a “figurar” y no tener una participación activa en la historia, es lógico que las cosas se vengan a pique. Se hace difícil señalar estos defectos, sobre todo porque el film es genuinamente entretenido, y porque para la gran mayoría de los espectadores hay una conexión sentimental con los personajes. Se hace aún más difícil cuando hay dos o tres escenas muy bien logradas. Pero al final de cuentas, cualquiera que aprecie la saga, cualquiera que realmente quiera al personaje, debería estar furioso, no porque arruinen la historia, sino por haber desaprovechado dos horas y monedas, cuando se podría haber contado mucho más. Casi que deja la sensación de que dividieron el último libro en dos películas, no porque quieran cerrar mejor la historia, sino para recaudar el doble. Y no hay mayor traición que la de perjudicar la obra en pos de obtener unos billetes más. Ya dicho todo esto, voy a hacer algo que muchos críticos deberían hacer más seguido y es reconocer que, pese a sus grandes y numerosos defectos, la película cumple con lo que pretende, y con lo que el espectador espera. Pero no hace nada, por más minúsculo que sea, por ir más allá. Lejos está de lo que hizo Cuarón con El Prisionero de Azkaban, o el propio Yates con La Orden del Fénix. Lejos está de profundizar la estructura de La Cámara Secreta (película/libro que resume la saga, horcrux, Potter vs. Voldemort, Harry-Ginny, La amistad entre los tres magos, etc…). La película no es más que una extensión del preámbulo al capitulo final que abrió la entrega anterior, que nos deja con gusto a poco, y ganas de más.