He aquí el producto pensado, dirigido y actuado para arrasar con los premios. Claro está que si quienes nominan y otorgan los mismos detectan desde el primer momento ese vacío de alma puede ser que directamente “El Mayordomo”(Estados Unidos, 2013) pase al olvido. El tema de la segregación y separación de los afroamericanos en algo recurrente en el cine de Lee Daniels. Ya en “Precious” (Estado Unidos, 2009) y más acá en “The Paperboy”(Estados Unidos, 2012) el racismo, la discriminación y el enfoque en personajes sórdidos lograron establecerlo como uno de los directores más respetados de la industria. Pero en esas dos películas contaba historias con cierta innovación y riesgo, mientras que en esta opta por lo seguro repitiendo actores/no actores, como Mariah Carey y Lenny Kravitz, que ya de por el sólo hecho de aparecer le generarán ingresos en la taquilla, y elegiendo a los protagonistas (Forest Whitaker, Oprah Winfrey, Cuba Gooding Jr.) que mejor responderán a las exigencias y obviedades de este melodrama histórico. Más allá del mayordomo de la Casa Blanca (Whitaker) hay un intento por narrar sucesos que marcaron a fuego a la cultura afroamericana (Malcom X, Panteras Negras, Ku Klux Klan, etc.) desde la oposición de este personaje con el de su hijo Louis (David Oyelowo), un radical defensor de los derechos de los negros. En la cabeza del mayordomo hay algo que le dijeron en su primer trabajo y que respeta a rajatabla “Mira con sus ojos, adivina qué necesitan, sonríe” al igual que otra máxima “No oyes nada, nos ves nada, sólo sirves” que hacen que sea incapaz de visualizar la cruel realidad que separa a su universo de la vida real. Porque mientras él va de la casa al trabajo y del trabajo a la casa nunca se detiene en el odio interracial que atraviesa a la sociedad norteamericana del siglo XX hasta que a su hijo lo meten preso. Los presidentes pasan (muy buenas las interpretaciones de Robin Williams como Eisenhower, James Mardsen como Kennedy, Liev Schreiber como Johnson, John Cusack como Nixon, y Jane Fonda como Nancy Reagan) y el sigue ahí, sirviendo, estoico. Hay una manipulación de los hechos históricos que mucho tienen que ver con la búsqueda de generar cierta comodidad desde la expectación. Quizás por eso no existen ninguno de los Bush en la película ni mucho menos una referencia al 11-S. Pero claro está, que forma parte de la cinta, Obama, con imágenes de archivo de algunos de sus discursos proselitistas, y la emoción de todo el pueblo afroamericano en el momento que llega a la presidencia. Incluyendo la del mayordomo. Además de lo capturado por Daniels, hay un trabajo de selección de archivo para lograr comprender y situar la acción en cada época, para citar sólo dos ejemplos de los muchos utilizados, imágenes del clásico programa musical “Soul Train” para señalar la década del setenta del siglo pasado ó publicidades de productos de consumo para la década del ochenta. Lacrimógena, obvia, cursi por momentos, quizás con más vuelo en la dirección y una puesta en escena no tan tradicional “El Mayordomo” podría haber sido otra cosa más que un enorme panfleto pro yanqui en el que se repasan hechos dolorosos sin contraponerlos o justificarlos. Fallida y para un público pasivo.
“THOR UN MUNDO OSCURO” (Estados Unidos, 2013) trae a nosotros nuevamente, en esta oportunidad de la mano de Alan Taylor (realizador con basta experiencia en TV, incluyendo GOT), el mitológico universo de Asgard y sus particularidades. Si en “THOR”(Estados Unidos, 2011) el teatral Kenneth Branagh logró darle una impronta épica con diálogos filosóficos y existenciales a sus protagonistas, en esta oportunidad y tras la exitosa intervención de Thor en “Avengers”(Estados Unidos, 2012), Taylor aprovecha ese suceso y transforma el filme en un “caramelo visual”. Es que el 3D acompaña algunas de las imágenes con impactantes efectos visuales, y ya desde el vamos, el colorido de los personajes (vestuarios) y escenografías (¿hay algo más hermoso que el Bifrost?) capturan la atención de hasta un ignorante en comics y la historia del héroe del martillo. En “Un mundo Oscuro” Thor (Chris Hemsworth) deberá proteger su mundo y la Tierra de una fuerza sobrenatural que desea destruir todo. Pero ese es sólo el punto de partida, porque en realidad lo que queremos ver es, no sólo la defensa de los dos reinos, sino, principalmente, cómo sigue todo con su desequilibrado hermano Loki ( Tom Hiddleston) y con Jane (Natalie Portman), su amor “terrestre”. Obviamente, como en todas las películas de Marvel, y en todas las cintas de héroes, habrá una fuerza malvada, oscura, sangrienta, llamada Ether que querrá liberarse, dato menor, porque en realidad lo que hace a la progresión de “Un mundo Oscuro” son las alianzas y el trasfondo político (encabezado por Odin –Anthony Hopkins-). Los paisajes construidos por Taylor son identificables con los estados de ánimo y el esfuerzo de los personajes, los rojos son elegidos para la ira, mientras que los verdes, secos, áridos, para los momentos en los que la fuerza del héroe se va agotando. Con actuaciones correctas, se detecta una notoria molestia en el protagonista excluyente (Hemsworth). El actor hace tiempo que quiere despegarse de sus papeles de acción y este año con “Rush”, de Ron Howard (aún en cartel), ha demostrado que también puede interpretar (a lo Brad Pitt) otro tipo de películas. Para ir al cine a jugar a los superhéroes pero sin pedir nada más a cambio, “Thor Un Mundo Oscuro” cumple pero no vuela más allá de su estructura y de subirse a la oleada de éxitos que la Marvel sigue cosechando a nivel mundial.
Planteo simple. Hay un joven que al cumplir 21 años se entera de un secreto familiar. Un secreto que utilizado de manera correcta puede llegar a beneficiarlo, ó, de manera errónea, perjudicarlo. De esto habla “Cuestión de Tiempo” (Inglaterra, 2013) y para evitar dar detalles de la trama sólo me voy a centrar en Tim (Domhnall Gleeson), su protagonista y sus idas y venidas. Tim vive con su excéntrica familia en una campiña a la vera del mar. Una madre estoica y masculina, que es la mezcla exacta de Andy Warhol y La reina (Lindsay Duncan), un padre lector con algunos problemas para transmitir sus sentimientos(Bill Nighy), una hermana totalmente perdida (Lydia Wilson) y un entrañable tío con algunos olvidos (Richard Cordery). Ese es su universo. El joven es uno de esos muchachos torpes, desgarbados, que anda por la vida sin otro objetivo hasta que, claro, encuentra el amor y debe salir fuera de esa burbuja familiar y toparse con la realidad, una realidad que nada tiene que ver con lo que él creía (o le hicieron creer hasta ese momento). El primer “crush” lo tiene con una “amiguita” de la hermana llamada Charlotte (Margot Robbie) y el segundo y ¿definitivo? con Mary, interpretada por la cada vez más bella Rachel McAdams (¿es la nueva reina de las rom com?) y con quien, a modo de “Cuando Harry conoció a Sally”, pasará por diversos momentos y situaciones a lo largo de los años. Porque eso es “Cuestión de Tiempo”, una historia sobre la vida y el cómo atravesarla. A lo largo del metraje veremos a Tim con su familia (a lo “Feriados en Familia”), Tim con sus amores(alguna de las anteriores cintas de Curtis) y a Tim utilizando el “secreto” para cambiar su destino (todas las cintas de “viajeros en el tiempo”), sin medir las consecuencias que le puede traer esto a su vida particular. Richard Curtis, hacedor (dirigiendo, produciendo o escribiendo) de las mejores historias de amor de los últimos tiempos (“Cuatro Bodas y un Funeral”, “Notting Hill”, “El diario de Bridget Jones”, “Realmente Amor”, etc.) vuelve al género con una película que puede ser tildada de cursi y obvia, pero que apoyándose en grandes actuaciones, una puesta en escena impecable y una B.S.O. trepidante (arranca con las t.A.T.u.!!!!) apunta muy alto. Podemos reclamarle cierto exceso en el metraje (124 minutos) y la caracterización polarizada y maniquea de algunos personajes secundarios, por ejemplo los “mejores” amigos de Tim (Will Merrick) y su hermana (Vanessa Kirby) o del dramaturgo que aloja a Tim durante su estadía en Londres (Tom Hollander), pero sabemos que éstos están colocados en la trama con la función de desactivar, principalmente, momentos de tensión y melancólicos y de girar hacia otros lugares la acción (más allá de la historia principal). “Cuestión de Tiempo” es una historia de amor y decisiones, hipnótica por momentos y abrumadora por otros, que nos hace pensar acerca de la instantaneidad de la realidad y de cómo hay que tomar en cuenta eso de “vivir el día como si fuera el último” al máximo.
Con un arranque espectacular, hipnótico, estruendoso y apocalíptico (nuevamente hay una predicadora anunciando lo peor de lo peor) filmado en un alicaído y empobrecido (crisis mediante) Madrid, más precisamente en Puerta del Sol, Alex De la Iglesia vuelve a los cines con “Las Brujas”(España 2013) luego de “La chispa de la vida”(que aún permanece inédita en Argentina). Cristo (Hugo Silva), un soldado de juguete (Mario Casas), un niño (Gabriel Delgado, caracterizado como Damien de “The Omen”), Bob Esponja, Minnie y el hombre invisible roban una tienda de compra/venta de oro y escapan en medio de un tiroteo con la ayuda de un taxista (Jaime Ordónez) que reclutan en el momento. Francia, más precisamente el Disney de París, es la meta, pero pasarán por Zugarramurdi, el legendario pueblo que originó a las brujas en la península Ibérica y obviamente no podrán continuar su camino. Paralelamente la exmujer de Cristo/Jose (Macarena Gómez) y dos policías intentarán encontrar al grupo de ladrones. Esto es “Las Brujas”, película en la que si bien hay “brujería”, imaginería popular sobre estas, hechizos y caldos “misteriosos” (hechos con partes humanas) hay mucho humor e ironía y se habla más de estos personajes dentro de la eterna y universal guerra de los sexos. Así, para De la Iglesia (que además tiene pequeños cameos en la cinta) las mujeres, con su eterno presionar sobre los hombres, son las verdaderas brujas de la historia. “Nunca les alcanza nada”, “Te meten presión”, “No te dejan salir con tus amigos”, algunos planteos que se escuchan a lo largo de la proyección entre cientos de reclamos ante la imposibilidad de encarar directamente a sus “media naranjas”. Pero ojo que del otro lado también hay reclamos, en ese aquelarre dirigido por la suprema bruja (Carmen Maura) con su madre (Terele Pávez) y su hija (la bestia Carolina Bang) a la cabeza, hay un descreimiento en los hombres, razón por la cual están solas (aunque el personaje de Bang quiere dejar de estarlo y busca su verdadero amor) y necesitan de un sacrificio para poder subsistir. Ese sacrificio será el pequeño Sergio (Delgado) quien “renacerá” en las entrañas de una megabruja. Por lo que los “ladrones en fuga” intentarán recuperar al niño y preservar sus propias vidas. La música, los planos aéreos y travellings, la escenografía, las actuaciones secundarias (María Barranco, Santiago Segura, Carlos Areces, entre otros) destacan y despegan a “Las Brujas” de las ya clásicas historias como “Las Brujas de Eastwick”, “Abracadabra” ó “La maldición de las Brujas”, cintas que no contaron con lo corrosivo e irónico del realizador español. Desde la secuencia de títulos hay una impronta de: acá vas a ver algo completamente diferente sobre brujas y aquelarres, con imágenes de libros ancestrales y hechizos, pero también con las caras de “brujas” MALAS, mucho más cercanas en el tiempo como Merkel, Tatcher y hasta Frida Kahlo. Èpica, abrumadora, así es “Las Brujas”, una película con algunos minutos de más pero con un inicio (robo) y un cierre (al estilo superproducción hollywoodense, lleno de efectos especiales y gran histrionismo de sus protagonistas) que de por sí valen esos excesos en el metraje.
En “Un paraíso para los malditos” (Argentina, 2013) nada es lo que parece. Hay una persona que toma un trabajo de esos que nadie quiere y que solo se acepta por una necesidad extrema, o por, como este caso, un fin ulterior. También hay una mujer, encargada del mantenimiento del corroído y abandonado edificio en el que esta persona acepta el trabajo y que se roba botellas de desinfectante mientras espera la llegada de un príncipe azul que la saque de su tedio. Y además, del otro lado del edificio, hay un viejo, tan patético como se le permite ser patético a alguien, que además de estar preso de su propia locura e ignorancia está abandonado y en estado calamitoso. Con esta tríada Alejandro Montiel (“Extraños en la noche”) construye uno de los relatos más sórdidos y a la vez filosóficos e interesantes sobre la soledad en el siglo XXI que el cine nacional haya producido hasta el momento. “Un paraíso para los malditos” tiene a Joaquín Furriel como Marcial, la persona que acepta ser sereno de una fábrica abandonada y que espía, a modo de “La Ventana Indiscreta” a todos los vecinos del barrio. Mientras conoce los movimientos y captura en un pequeño cuaderno los mismos, en la soledad de la noche imagina y sueña con mundos mejores, o es lo que creemos, hasta que en un rapto de locura asesina a una persona que habita la casa lindera a la fábrica. Allí también vive un viejo, senil, del cual Marcial desconocía su existencia, y como quien no quiere la cosa termina haciéndose cargo y lo cuida, porque en ese anciano encuentra a alguien para dedicar su amor y existencia. Mientras va y viene de la fábrica abandonada a la casa lindera inicia una relación con Miriam (Alvarez), una relación de sexo casual y frenético, de descarga. Pero nuevamente se involucra emocionalmente con el “otro” y quiere sacarla de su infierno personal (el ex marido la golpea). Estos “malditos” a los que hace referencia el título son personas que en la necesidad del otro encuentran su verdadera razón de ser. Sin el otro que lo completa no son nada. El director cuenta la historia con un estilizado uso de steadycam y travellings que acompañan a los actuantes durante los recorridos por los espacios oscuros y lúgubres. Para profundizar esto y darle una mayor verosimilitud, los colores escogidos son los azules, azules que se cuelan por las ventanas, esas ventanas que además son el punto de conexión con el afuera. Un afuera que los persigue y amenaza y sobre el cual pondrá un escudo para protegerlos de aquellos que quieren dañarlos. Con grandes actuaciones de Furriel (La sorpresa de la película) y Alvarez, y un papel un tanto exagerado de Urdapilleta (por momentos el anciano se confunde con Mamá Cora de Gasalla), “Un Paraíso…” tiene momentos muy logrados que la acercan a “Un Oso Rojo” de Caetano y al mejor policial negro y desolador argentino
Hay en “El Arte de la Guerra” (China, 2013) un interés por parte de su realizador, Wong Kar Wai, de narrar los acontecimientos históricos posteriores a la caída de la última dinastía imperial a través de coreografiadas escenas de lucha marcial, pero no sólo eso. En esta película, que abrió el Festival Internacional de Berlín, el kung fu, todo el que se puedan imaginar, es sólo una excusa para contar lo principal, una épica historia de amor entre Ip man (Tony Leung), el legendario maestro de Bruce Lee, y Gong Er (Zhang Ziyi). ¿Y cómo llegamos a esto? Pues porque Ip Man será el sucesor de Baosen, el jefe de la Orden de las Artes Marciales Chinas, y dejará a su familia en Foshan para poder asumir su cargo y allí conocerá a Gong Er, hija de Baosen, quien no sólo lo abrumará con su exótica belleza, sino que además lo deslumbrará con su conocimiento y manejo de los 64 movimientos de manos del Ba Gua (una variante del Kung Fu). Igualmente no todo será color de rosa porque asesinado Baosen y ocupación japonesa de China mediante, el país se dividirá (Norte vs Sur) y la miseria hará que los protagonistas tomen decisiones que los harán alejarse por un tiempo, no sólo de su amor, sino de las artes marciales. the-grandmasters-wong-kar-wai-_05 Si bien Baosen dejo en claro, con sus últimas palabras, que no deberían buscar venganza, Gong Er nunca permitirá que quede impune el asesinato de su padre. “Tanto en la vida como en el ajedrez, una vez que se mueve una pieza no hay vuelta atrás”, dicen, y lo toman como premisa de vida. Entonces “El Arte…” pasa de una mera narración de hechos históricos con el kung fu como trasfondo, a una historia no sólo de amor, sino de venganza. “Si no vengo su muerte nunca estaré en paz” declama Gong Er y dirige todas sus acciones hacia ese fin. Y en cierta manera a Ip Man le pasará algo similar, dado que toda su familia es asesinada en medio de la guerra. Por momentos, y dejando a los 2 protagonistas de lado, podemos comparar a “El arte…” con una novela compleja, ya que Kar Wai introduce las historias de “Navaja”, un asesino que terminará con un salón de belleza, o del mismo asesino de Baosen y todas sus miserias sin relacionarla con Ip Man y Gong Er. Grandmaster_03 Como siempre, Wong Kar Wai, cuenta una historia intimista, y más allá de que esta sea su primera superproducción, sigue respetando un estilo de cámara expectante y envolvente. Los actores y las acciones se presentan sin un artificio previo, excepto, claro está, cuando se multiplican las escenas de acción. Estas secuencias son plasmadas con primerísimos primeros planos y planos detalles de manos y pies que generan un gran atrayente visual. Un interés que es necesario a la hora de “digerir” las más de dos horas del metraje. Una de las más bellas escenas sucede en la nieve. Baosen practica movimientos y Gong Er, desde dentro de la casa, comienza a internalizar cada uno de ellos. Los típicos cerezos, la nieve y las caras de los actores a través del biselado de los vidrios, estremecen. Quitando de lado la excesiva utilización de la cámara lenta y la cursi utilización de la música para interpelar a los espectadores, “El arte…” logra en su impacto visual su mayor aporte.
Si “The Expendables” (USA, 2010) y su secuela fueron la oportunidad de volver al cine de acción de CAROLCO y CANNON de los años ochenta, “Escape Imposible” (USA, 2013) es la reafirmación del placer de volver a ver en la pantalla grande a dos íconos como Silvester Stallone y Arnold Schwarzenegger. Dirigida por Mikael Håfström, quien en su haber cuenta con la nominada al Oscar como mejor película extranjera “Onskan”(Suecia, 2013), en la cinta está otra vez Stallone encerrado (¿cuántas películas van ya con Sly entre rejas?), pero en esta oportunidad por elección. Es que en el arte del escape Ray Bresslin (Stallone) encuentra un negocio multimillonario, mostrándoles las falencias a los gobiernos sobre sus moles carcelarias. Pero algo que no esperaba (la sorpresa) sucede y es engañado para ingresar en una institución de la que aparentemente no podrá salir. Allí conocerá a Emil Rottmayer (Schwarzenegger), con el que hará una alianza para poder escapar antes que su vida siga siendo puesta en peligro por parte del terrible carcelero (interpretado por Jim Caviezel). Filmada de manera tradicional, sin una puesta de escena ambiciosa, quizás sólo en la estructura de la última cárcel, con celdas de vidrio sobre estructuras metálicas, conformando un panóptico/panal, es en dónde la película toma un poco de vuelo, la película entretiene y reflexiona. “Escape Imposible” cumple con lo que promete, si bien le sobran minutos al metraje, hay un ejercicio de estilización y pulcritud de las imágenes que atraen. Hay escenas de pelea, de golpes en el comedor, como en todas las películas carcelarias, y principalmente hay momentos de tensión basados en el simple esmero del personaje de Stallone por tratar de escapar a lo McGyver con un trozo de metal y papel higiénico. Pero hay una recuperación de un tipo de humor buddy movie y guiños entre los protagonistas que destacan. En un momento Emil le dice a Ray que le pegue, y lo hace, a lo que Emil le contesta “Pegas como un vegetariano” y obviamente estallamos. Hay cierto “sentimentalismo” al estilo “Halcón” (USA, 1987) en el tratar de explicar los motivos de Ray para “trabajar” de escapista. “Quitarle la vida a una persona no es nada, pero quitarle su corazón es todo”, afirma, pero rápidamente se diluye. Los personajes, principalmente el de Stallone, se legitima por su erudición, clase y porque ha: ¡publicado un libro! (“La Seguridad de las instituciones correccionales”), contrastando con los presos anteriores que ha interpretado a lo largo de su carrera. De esto también se desprende que hay, y es el punto que la hace aún más interesante, más que la acción y el entretenimiento que genera, una crítica a lo obsoleto de las instituciones penitenciarias y médicas, si Stallone escribió un libro sobre ellas ¡YA FUE TODO!. Porque en otras figuras de saber, la credibilidad es cuestionada, ya que el médico interpretado por Sam Neil es juzgado por Ray al ver su “obediencia debida” y su debilidad. Stallone lo es todo en el film, acompañado por un Schwarzenegger que no se queda atrás y que entre ambos construyen los personajes, me atrevo a decir, más verosímiles de toda su carrera.
En “Rush, pasión y gloria” (USA, Alemania, UK, 2013) Ron Howard (“Apollo 13”, “Una mente Brillante”, entre otras) logra contar una gran historia de rivalidad y amistad. Asociándose por primera vez al guionista Peter Morgan (“La Reina”, “Frost VS. Nixon”), y tomando como premisa la real pelea que durante los años setenta del siglo pasado tuvieron James Hunt y Niki Lauda, la película es una épica cinta de automovilismo y revisionismo histórico. El campeonato Mundial de 1976 es el marco ideal para que conozcamos los pormenores de la creciente enemistad y competencia de los protagonistas desde la categoría F3 hasta el apogeo de la F1. Dos naciones (Inglaterra VS Austria) enfrentadas en las figuras de Lauda y Hunt, que en la película son interpretados magistralmente por los ascendentes Chris Hemsworth y Daniel Brühl. Todo inicia con el relato de Lauda, ubicándonos en el contexto de su odio casi irracional hacia Hunt para luego cambiar de narrador y posicionarse en un Hunt más relajado que nos introduce en el verdadero mundo del automovilismo. Esta doble identificación se acentuará más adelante cuando Lauda sufra su célebre accidente (en el que estuvo a más de 100 grados atrapado en su vehículo durante casi un minuto). “Los hombres aman a las mujeres pero más aman a los autos”, afirma Hunt, y al ritmo de “Gimme Some Lovin” de los Spencer Davies nos metemos de lleno en la primera de las muchas carreras que Howard plasmará con gran manejo de la adrenalina y la ansiedad. Los cortes, los planos detalles de los motores precalentando, la imagen granulada símil documental, la vertiginosa edición, el calor sobre el asfalto, y el acompañamiento de neumáticos y planos de la pista, desde la misma pista, generan una sensación de estar dentro de una de las carreras. Lauda y Hunt se odian, se buscan, se recelan, comienzan a competir punto por punto mientras sus vidas, completamente antagónicas y opuestas, se van desarrollando. Mientras Hunt sólo piensa en vivir la “vida loca” (le bordan en su mameluco “El sexo es el desayuno de los campeones”), Lauda se autofinancia su ingreso a la F1 (su familia, adinerada, cree que las carreras son sólo para vividores y aficionados) e imagina nuevas estrategias para agilizar sus vehículos. Hunt quiere sentar cabeza, conoce a una de las primeras megaestrellas del modelaje, Suzy Miller (Olivia Wilde) en una carrera, ella le dice sobre su auto “Muy caro para algo tan vulnerable, incómodo y sin protección”, se enamora, y le propone casamiento. Se estabiliza. Lauda hace su parte con Marlene (Alexandra Maria Lara), sabiendo que será lo mejor que podrá conseguir con su fealdad. Se persiguen, se insultan, se recelan, hasta que Lauda tiene su accidente y ahí Hunt cae en la cuenta que ese enemigo lo completa. Hay algunos problemas con las pelucas de los actores y cierta moralina final que atentarían si estuviéramos hablando de otra película, pero como es “Rush…” un gran espectáculo épico, estos dos puntos quedan en el olvido. “El tener un enemigo también puede ser una bendición” afirma Hunt, y nosotros agradecemos por tanta pasión y tanto cine.
Con varios cortos en su haber, el realizador Misionero Maximiliano González impacta con su segundo filme “La Guayaba” (Argentina, 2013) de manera doble. Por un lado trabaja tangencialmente con la temática de la dictadura, y por otro lado, el eje central, sobre la trata y explotación de mujeres. Florencia (Nadia Ayelen Giménez) es una joven de 17 años que vive de manera humilde con su familia y pasa todas las tardes jugando con su pequeño hermano Joaquín (Álvaro Sacramento). Por las noches con el niño se escapan de la pequeña y atiborrada casa para encontrar imágenes formadas en el cielo por las estrellas. Mientras lo hacen comen el fruto del árbol que da nombre al filme. Un día es tentada por una mujer que con regalos y falsas promesas de un trabajo bien pago se la lleva casi a su pesar a la tierra prometida. Pero ese paraíso de perlas de plástico y dinero casi instantáneo termina transformándose en una cárcel con forma de cabaret de mala reputación perdido en algún lugar del litoral. Un plato de comida por un cliente le dice Raúl (Raúl Calandra) su dueño, su amo, su primer hombre forzado, y así Florencia comenzará a transitar en la prostitución de manera obligada y controlada por el Oso (Lorenzo Quinteros) y la pseudo madama Bárbara (Bárbara Peters). Ella pide ayuda a aquellos “clientes” que ve con ojos buenos. Pero lo que no se da cuenta es que todos están inmiscuidos dentro de una red que contiene al alicaído cabaret y que es sostenida por policías, gobernantes, profesionales y etc. “Lo lindo se termina rápido” le dice Bárbara, y ella espera que alguien la rescate. La visten, le dan tacos, la joven/niña intenta hacer lo que le piden, pero no puede. “Ningún trabajo es fácil” le escupen en la cara. Y ella lo sabe. Y llora y sufre. Y sueña con su hermano y las estrellas. Un día hay un accidente en la puerta del cabaret. Florencia aprovecha que todos están ayudando a las víctimas y sale afuera. Alguien la mira desde dentro de un vehículo. Le gritan y la obligan a volver. En ese gesto de acompañar aunque sea sólo con una mirada estará luego su posible salvación, porque sin adelantar mucho, en un momento alguien, gracias a Dios, finalmente le dará una mano a Florencia. González filma “La Guayaba”, que ya pasó por el Global Peace Film Fest 2013 y el Festival de Manheim-Heidelberg 2013, no tanto desde un lugar de suntuosidad o exageración, sino más bien desde la simpleza y lo básico de colocar la cámara expectante de las situaciones. Con grandes momentos de digresión, planos detalles, principalmente de los objetos y vestimenta de Florencia, como así también la utilización de algunas elipsis (pasos por escalera) hacen que el centro de la película sea lo que denuncia más allá de cómo lo hace. Casi al finalizar y luego de una reflexión de la protagonista que hace de esto de “sin clientes no hay trata” una declaración inobjetable, aparece la gran Marilú Marini en un papel que dará mucho que hablar y que la hace la portavoz del mensaje sobre la dictadura que mencioné al inicio de esta reseña. Honesta, simple, sin ambiciones más que la de contar y denunciar, “La Guayaba” cumple con las premisas que quiso contar y un poco más.
Tomando un caso real (y no el de la banda de los “chetos” que robaba ancianos), que leyó en una nota de la revista Vanity Fair, Sofía Copolla regresa al cine con “The Bling Ring”(USA, 2013), para hablar de un síntoma de esta época de relaciones 3.0, fama instantánea y vacío generacional. Un grupo de jóvenes de Beverly Hills se responde la pregunta “¿A quién no le gustaría conocer las casas de los famosos? Y la respuesta que se ofrecen ellos mismos es radical, porque no sólo van a “conocer” las casas de los famosos en plan NO TENGO NADA QUE HACER Y ME ABURRO, sino que además comienzan a llevarse “souvenires” que terminarán en un botín de más de 3 millones de dólares. Van a las casas con la premisa de “vamos de compra” y si bien hay una líder, Rebecca (Katie Chang) que toma como “mascota” a Marc (Israel Broussard) el nuevo de la prepa Indian Hills, y con él que comenzará todo, poco a poco se sumarán más integrantes al equipo, como Nicki (Emma “Harmione” Watson), Sam (Taissa “AHS” Farmiga) y Chloe (Claire Julien). Todos se sumarán y delirarán con estos robos flashmobs. El Pop celebrity trash (Paris, Lindsay, Audrina, etc.) es objeto de deseo y delito de estos jóvenes que encuentran un placer ontológico en el robar a los famosos. Obviamente que algunos esconden sus objetos, pero otros los exhiben impúdicamente en las redes sociales para buscar seguidores y me gusta. Y en esto de “exhibir” y de mostrar todo es en donde “The Bling Ring” o “Adoro a la Fama” encuentra su punto más fuerte, porque si bien Coppola utiliza música estridente y ralentis para generar la digresión necesaria, la trama y la acción avanza rápidamente, en la exhibición, reiteración y repetición de robos y de noches en boliches. No es la Coppola de “Somewhere”, “Lost in Traslation” ni mucho menos “Vírgenes Suicidas”, pero es una realización con una potencia basada en los hechos que cuenta que genera empatía por sí sola con los personajes y la historia. Estos jóvenes realizan todo con una filosofía de “hacemos lo que queremos”, “vamos a donde se nos antoje” y nos reventamos en el camino porque ya tenemos toda nuestra vida resuelta, y además hacemos todo eso arriba de unos Louboutines (zapatos de diseño), su fetiche. Pero ellos no saldrán impunes, y así rebecca justifica su accionar por culpa de su madre autoritaria, Marc culpa a su familia que lo ignora, y Nicki y Sam al karma (“quiero creer que esto pasó para que yo crezca” dice en un momento Nicki), porque éstas últimas son educadas en su casa por su madre (Leslie Man) una ultra fanática de las nuevas terapias y de “The Secret”. La noche/la fama/el dinero y la idea que toman de una de sus canciones preferidas que dice algo como “vive rápido, muere rápido, las chicas malas lo hacen bien” (himno de otro grupete que este año también llegó al cine en “Spring Breakers” de Harmony Korine) generan un círculo vicioso del cual no se podrán escapar. Y ahí comienza otra película, una en la que los jóvenes harán más frecuentes sus “visitas” a las megamillonarias mansiones. Y en ese “visitar” más recurrente terminarán dejando pistas por todos lados y por las que serán detenidos (no spoileo nada, el caso fue muy famoso). Película con una profunda mirada sobre el estado actual de la juventud, filmada con cámara en mano y planos frenéticos, pero con una economía de recursos y un ascetismo que por momentos contrasta con los lujos que en cada robo muestra, “The Bling Ring” es un acercamiento más al estado de las relaciones y los vínculos sociales en la era de la instantaneidad.