Hollywood se puso cada vez más delirante, descerebrado, cinéfilo y superentretenido. Y está muy bien. Si no, chequeen Piraña 3D, un placer culpable de los que no abundan actualmente. Ahora, y también en tercera dimensión, llega Infierno al Volante. La película ya tiene ese espíritu clase B —en el mejor de los sentidos— desde el argumento: Milton (Nicolas Cage, aquí con peluca rubia) escapa en auto del mismísimo infierno y regresa a nuestro mundo con un objetivo concreto: rescatar a su nietita de las perversas manos de Jonah King (Billy Burke), el líder de una secta satánica, que pretende sacrificarla para conseguir la salvación del mundo (¿?). Aunque Milton es un tipo rudo, áspero, con cero problema a la hora de tirotearse con sus rivales y de perseguirlos por carreteras, contará con la ayuda de Piper (Amber Heard), una atractiva camarera a la que le sobra actitud. Las persecuciones automovilísticas, las explosiones, las poses y las frases, la acción desmedida, los desnudos gratuitos, todo recuerda a las producciones exploitation de la American International Pictures y de la New World, empresa de Roger Corman, durante los ‘70. Seguramente, los responsables de esta ola trash mainstream fueron Quentin Tarantino y Robert Rodríguez con sus películas Grindhouse: A Prueba de Muerte y Planet Terror: Furia en la Ciudad (aunque Tarantino siempre hizo películas de este tipo, si nos ponemos a pensar). Y no nos olvidemos de Machete, también de R.R., surgida de uno de los falsos trailers de Grindhouse. Patrick Lussier le saca el jugo como pocos la tecnología 3D. Da la sensación de que los vehículos y la sangre vuelan hacia el espectador. De hecho, el ex montajista de Wes Craven venía de dirigir Sangriento San Valentín 3D. Y parece que vuelve al terror: podría dirigir la demorada nueva versión de Hellraiser: El Pacto. ¿También la filmará en tercera dimensión? Se nota que Nicolas Cage es un freak que no le hace asco a nada. ¿Cuántos actores ganadores del Oscar interpretarían un personaje que dispara contra miles de tipos mientras copula con una rubia tetona? A Nic se aplica lo que una vez dijo Guillermo del Toro sobre el director under Frank Henenlotter: “Es un tipo que dice: ‘A mí gustan las hamburguesas con queso, llenas de grasa’, y que trata de hacer con eso una forma de arte”. El sobrino de Francis Ford Coppola disfruta la acción y el descontrol. Y está muy bien acompañado. Ambert Heard es pura sensualidad y es imposible no enamorarse de ella. A esta bomba la veremos pronto como la protagonista de The Ward, nueva y esperada película de John Carpenter (homenajeado en determinado momento). Billy Burke, en padre de Bella Swan en los film de Crepúsculo, está sacadísimo como el líder de la secta. William Fichtner se luce en el papel de emisario del Infierno encargado de vigilar a Milton. También aparece David Morse como Webster, amigo de Milton. Y sería un pecado olvidar al oscurísimo actos Tom Atkins, quien en los ’70 y ’80 supo actuar a las órdenes de Carpenter y George A. Romero, entre otros. Infierno al Volante es otro exceso a propósito, ideal para un doble programa con Piraña 3D. Para finalizar, un dato gracioso: el co-guionista Todd Farmer aparece teniendo sexo con una mujer exhuberante. Lo mismo sucedía en Sangriento San Valentín 3D. En ambos casos, terminaba muriendo horriblemente, pero antes la pasaban genial. ¿Todd escribirá esos papeles especialmente para él? Ningún tarado, el tipo.
Y seguimos con las remakes. Por lo general, se dividen en dos clases: las que respetan el espíritu de la película original y lasque le dan una vuelta de tuerca al concepto (muchas veces, de manera llamativa). Piraña 3D pertenece a la segunda categoría, ya que del film de 1978 producido por Roger Corman, dirigido por Joe Dante y escrito por John Sayles (¡Se viene la entrevista!) sólo toma la premisa: un cardumen de horribles pirañas devora a quienes nadan en un lago norteamericano. Hay diferencias notorias entre la vieja y la nueva. antes, los bichos eran producto de un experimento científico para liberar en lagos de Vietnam durante la guerra, y ahora surgen de unas cavernas prehistóricas que se abren a causa de un sismo. Los personajes y sus historias también son distintas... Pero el cambio mayor está en el tono. En su primera gran película —y en medio de los peces voraces, sangre y humor— Dante aprovechaba para meter sus acostumbrados comentarios en contra de la milicia y el accionar de las autoridades, que no querían cerrar el lago pese a la amenaza subacuática. En Piraña 3D, el talentoso director francés Alexandre Aja optó por darle un enfoque más inusual, menos serio, repleto de mujeres semidesnudas (y desnudas del todo) y de escenas del más puro gore. El resultado: uno de los film más decididamente gratuitos, descerebrados y masturbatorios jamás financiados por un estudio de Hollywood. Y con esa actitud de “todo me importa un carajo”, la película funciona. Luego de consagrarse con Alta Tensión, Aja filmó dos remakes: El Despertar del Diablo, refrito de La Colina de los Ojos Malditos, de Wes Craven a la que supera en varios aspectos; y Espejos Siniestros, adaptación yanqui de un film coreano. En ambos casos, el enfoque era más serio, con imágenes crudas y perturbadoras. En su tercera vez reversionando films preexistentes, debió pensar “¿Qué quieren ver los freaks como yo?” y no se guardó nada. Pechos (tetas, bah), colas (es decir, culos), sexo, alcohol, escenas de lesbianismo, chistes escatológicos, cuerpos desmembrados, litros de sangre como para alimentar vampiros durante varias generaciones. Remite al espíritu de las películas de horror de la década del ’80, y bien parece transcurrir en es época de no ser por la presencia de celulares, Internet y otros elementos modernos. La elección del elenco también responde a esta idea de “gran chiste para fans”. Elisabeth Shue se recibe de MILF[1] en su papel de comisario del pueblo donde se sucede la masacre por parte de las hambrientas criaturitas acuáticas. Steven R. McQueen (nieto de Steve McQueen) interpreta al hijo, un adolescente que se mete en problemas mortales por culpa de su libido. El inoxidable Ving Rhames hace de un guardacostas que no le teme a las pirañas y hasta les da pelea. Adam Scott encarna a un científico que en determinado momento se hace el banana como héroe. Eli Roth hace una pequeña aparición como uno que alienta el descontrol juvenil[2]. Y nadie se pasa tanto de rosca como Jerry O’ Connell, que parece disfrutar su personaje de cineasta megalómano que adora filmar playmates desnudas. Pero los más destacados son lo que también menos aparecen. Por un lado, Christopher Lloyd, quien hace de un científico no muy alejado de su inmortal Doc Brown de Volver al Futuro. Por otro lado, Richard Dreyfuss, en un homenaje al clásico en el que se inspiraron Corman, Dante y Sayles para la Piraña original: Tiburón. Una de las grandes novedades es que está hecha en tercera dimensión, así que el público podrá disfrutar de pirañas deglutiendo órganos sexuales masculinos (es decir, penes), entre otras asquerosidades. Piraña 3D es un exceso a propósito. Un espectáculo trash que ganará fanáticos y detractores, incluso dentro de los incondicionales del cine de terror. Sin embargo, piensen que no siempre se estrenan películas así en los cines, mucho menos en salas 3D. Y si todavía les quedaron días de vacaciones, mejor alejarse de río y lagos y mares. Están las montañas, también. Pero tampoco le darán ganas de ir por ahí si deciden ven 127 Horas... Mejor ir al cine. Por ahora, nunca hay peligro allí, aunque...
Volvieron las películas sobre exorcistas. Ya se veía venir el año pasado, con el estreno de El Último Exorcismo, filmada en clave de falso documental. Si bien El Rito está contada de manera clásica, también llega para tratar de aportar su grano de arena al subgénero. Harto de los malos recuerdos que le genera trabajar en una funeraria junto a su padre, Michael (Colin O'Donoghue) decide estudiar para convertirse en sacerdote. Pero cuando está por abandonar la carrera, es convocado para asistir a un curso de Exorcismo en el Vaticano, ya que en la santa Sede planean formar a una nueva generación exorcistas que operarán en distintas partes del mundo. En paralelo a las clases, un Michael cada vez menos entusiasmado por la religión conocerá al Padre Lucas (Anthony Hopkins), un veterano en el arte de expulsar demonios. Al principio, el joven no cree en los que ve durante los exorcismos y pretende encontrarle explicaciones científicas y psicológicas. Pronto descubrirá que el Mal existe, y que anda tras él y el Padre Lucas. Sin dudas, la mejor película sobre el tema sigue siendo El Exorcista, seguramente la película más aterradora jamás filmada y un clásico del cine todo. Pero El Rito, sin siquiera ubicarse algunos escalones abajo del film dirigido por William Friedkin, es uno de esos dignos “productos a la sombra de”. Al igual que El Exorcismo de Emily Rose (y de la alemana Réquiem), el hecho de estar inspirada en episodios reales nos lleva a pensar que puede pasar aquí y ahora. Pero hay algunos puntos en común con El Exorcista. Michael, como el Padre Karras (Jason Miller), vive perturbado por episodios familiares y no deja de cuestionarse la fe. Y en determinado momento termina formando equipo con un experimentado en la materia, como Karras con el Padre Merrin (Max Von Sidow), quien venía de tener confrontaciones fallidas con los discípulos de Satán. En ambos films, el joven y el anciano son puestos a prueba por el Mal. El director sueco Mikael Håfström no es ajeno al género fantástico: hizo Leyenda de Fantasmas en su país natal, y la subvalorada 1408 en Estados Unidos. Se nota que sabe crear climas de suspenso y de extrañeza, con golpes de efectos nada novedosos pero siempre efectivos. Se nota más que nada en las escenas de exorcismos —que generalmente involucran a niños y adolescentes, para no perder la costumbre—, y en las visiones de Michael. Durante las entrevistas por este film, Anthony Hopkins dijo que su personaje del Padre Lucas era el mejor que le había tocado interpretar desde el de Hannibal Lecter. Pero en realidad se acerca más a esas actuaciones que el galés parece ejecutar con piloto automático. No está mal el viejo Anthony, pero tampoco es una labor comparable a la del refinado caníbal. Por su parte, el irlandés Colin O'Donoghue está correcto como el conflictuado joven sacerdote. Toby Jones y Ciarán Hinds aportan lo suyo en papeles mínimos, y Alice Braga encarna a una periodista que tampoco puede escapar de traumas personales. Ah, y no nos olvidemos de la voluptuosa Maria Grazia Cucinotta, que en una época era invitada a festivales de cine argentinos casi tanto como Geraldine Chaplin. El Rito difícilmente se convierta en un clásico, pero funciona como pasatiempo con sustos incluidos. Y además, nos hace pensar en el Diablo, que puede estar junto a vos ahora mismo, contemplándote leer esta crítica, listo para desaparecer cuando gires tu cabeza para mirar atrás.
A fines de los ’90, un grupo de jóvenes cineastas de la ciudad de La Plata comienza a trabajar con Adrián y Ramiro García Bogliano, dos hermanos de origen español. Todos juntos forman la productora ultraindependiente Mondo Trasho. El resultado: cortometrajes terroríficos y perturbadores (Policlínico Miserable, por nombrar uno), y el largometraje Habitaciones para Turistas, de 2004, que participó en miles de festivales Internacionales y hasta fue estrenado comercialmente en los Estados Unidos. A mediados de la década de 2000, Mondo Trasho se disuelve, pero los integrantes más representativos (los García Bogliano y el productor Hernán Moyano) forman una nueva productora: Paura Flics, que desde 2005 no deja de filmar películas de horror puro, sin ironías, repletas de sangre, desesperación, muerte. Si no, chequeen Grité una Noche, 36 Pasos, No Moriré Sola, Masacre Esta Noche. Estos film fueron hechos con poco dinero pero usando mucha imaginación, talento y garra. Lamentablemente, sólo podían verse en festivales o ciclos especiales. Si bien con el tiempo fueron editadas en DVD por la distribuidora VideoFlims, faltaba la experiencia de disfrutarlas más tiempo en pantalla grande. Con Sudor Frío, su nuevo y no menos aterrador opus, Paura Flics ingresa a las grandes ligas. La película es co-producida por Pampa Films y se estrena en salas comerciales. Román (Facundo Espinosa) y su amiga Ali (Marina Glezer) llegan a una casa que parece desabitada. Allí podría encontrarse Jacquie (Camila Velasco), la novia de Román, quien está desaparecida desde hace tiempo. Pero la casa está habitada por dos ancianos poco amigables. Para que se den una idea, se dedican a secuestrar y torturar chicas para descifrar enigmas matemáticos. El método de tortura: un líquido capaz de volar en pedazos a cualquiera. Román y Ali deberán ingeniárselas para escapar de aquella sucursal del infierno. Al igual que las películas nombradas más arriba, Sudor Frío es un viaje de ida a las más inquietantes de nuestras pesadillas, a terrores que moran en la casa de al lado. Ya no hay elementos de cine slasher, pero sí monstruos de la vida real, sobrevivientes del pasado pesado de nuestro país, cosa que lo hace más palpable al horror. Adrián García Bogliano sabe filmar, y filma terror como muy pocos hoy en día. Su manejo del suspenso, la tensión, el impacto, los encuadres, los climas, no tiene nada que envidiarle a sus colegas anglosajones o de otras partes del mundo. Y se nota que se nutrió de los clásicos del género. En su cine aparecen Alfred Hitchcock, John Carpenter, Darío Argento... Y en el caso de Sudor Frío, dicen presente las influencias de William Friedkin (sobre todo Sorcerer, remake norteamericana de El Salario del Miedo, de Clouzot; películas con explosivos en la trama), George A. Romero, Wes Craven y Rob Zombie. En cuanto al elenco, Facundo Espinosa pone todo en su papel de muchacho común que debe arriesgarse para salvar a su chica de tan oscura y esotérica situación. Marina Glezer compone a un chica de armas tomar, que trata de no caer en la locura. La debutante Camila Velasco tiene un papel física y psicológicamente exigente: está casi toda la película cubierta por la sustancia explosiva y debe moverse con cautela. Omar Musa y Omar Gioiosa (los habitantes de la casa) se lucen en sus papeles, dándole realismo y cierta humanidad a personajes desagradables y letales. También aportan lo suyo los extravagantes vecinos de los torturadores, sobre todo el inquietante niño con máscara de payaso. Entre tanta muerte y sangre también hay un pequeño lugar para la crítica al mundo moderno y sus manejos con la tecnología. Las víctimas de los ancianos acuden a la casa engañadas por chat; y Román, cuando su celular queda sin señal, pide auxilio vía Facebook, sólo recibiendo burlas e insultos. A la película se le puede criticar la secuencia de inicio, que explica demasiado muy de golpe. Podría haberse dado entender lo mismo en alguno de los flashbacks del torturador más viejo. Pero eso no estropea para nada la película, que sigue siendo un himno a la tensión infernal. Los responsables de Sudor Frío afirmaban que la suya es la primera película de terror argentina que se estrena comercialmente en cincuenta años, desde Obras Maestras del Terror, dirigida por Enrique Carreras, allá por 1960. Eso no es así: en las décadas posteriores hubo exponentes financiados por el Instituto, como Alguien te está Mirando, en 1988, y diez años después, Visitante de Invierno. Además, están los ahora divertidos films de Emilio Vieyra, como Sangre de Vírgenes. Entendemos que la declaración pudo ser una jugada publicitaria por parte de los realizadores, y logró llamar la atención. También es verdad que la mayoría de esos ejemplos no tuvieron detrás un aparato publicitario indispensable para que pudieran llegar al gran público, como si lo tiene la nueva creación de García Bogliano, quien en las entrevistas y gacetillas dijo en concreto lo siguiente: "(SF) Tiene la particularidad de ser la primera película de horror argentina que se hace pensada a nivel industrial como para un estreno en salas comerciales". Usando esas palabras tiene sentido, ¿verdad? Más allá de si es o no la primera película argentina de horror en cincuenta años, esperemos que Sudor Frío tenga el éxito que se merece, y que el cine argentino más industrial siga apostando por el cine de género, y por el terror en particular.
Año nuevo, remakes nuevas. Y una vez más, dentro del género de terror. Ahora le toca a un verdadero clásico de culto: I Spit in your Grave. Estrenada en 1978, era una cruda historia de violación y venganza, que por lo fuerte de las imágenes perturbó al público del momento, incluyendo al prestigioso crítico Roger Ebert (“Esta película es una expresión del lado oscuro más enfermizo y perverso del ser humano”). Es más: fue censurada en varios países. Sin embargo, con el tiempo fue apreciada por una nueva generación de espectadores y por la prensa, y se convirtió en la favorita de talentos como Gaspar Noé, quien se inspiró en el film para las escenas más escandalosas de su Irreversible. Esta nueva versión repite el argumento de la original: Jennifer Hills (Sarah Butler), una escritora proveniente de la ciudad, viaja a una cabaña perdida en el bosque, para poder terminar una novela lejos de distracciones. Por desgracia para ella, cuatro lugareños irrumpen en su vivienda y la someten a las humillaciones más depravadas. Pero Jennifer logra escapar antes de que la maten. Un tiempo después, los cuatro no-fantásticos empiezan a caer como moscas, y de las maneras más horrendas posibles. ¿La culpable? Nada menos que la señorita Hills, ahora ciega de rabia, hambrienta de revancha. Lejos de evitar los momentos fuertes y desagradables que caracterizaron a la obra anterior, los responsables de este refrito se las ingeniaron para ir más allá. El nivel de sadismo y brutalidad será demasiado para el gran público, no importa si está acostumbrado a lo que suele mostrarse en la saga de El juego del miedo, pero habla muy bien de los responsables de esta remake. Steven R. Monroe y la actriz debutante Sarah Butler, y el resto del equipo técnico y artístico, demostraron ser valientes y no guardarse nada. Como dijo la productora Lisa Hansen: “La amen o la odien, la gente se acordará de esta película”. La estética visual también conserva el espíritu amateur de I Spit... Hay cámara en mano (pero no en exceso, por suerte) y nada de tecnología digital —o por lo menos, nunca se nota—, lo que le da un sabor artesanal al producto, como si la hubieran rodado algunas décadas atrás. También ayuda la participación de actores poco o nada conocidos, lo que suma a la idea de realismo buscada por el director. Al igual que la versión original y que muchos films de horror de los ’70, queda demostrado que nosotros, los seres humanos civilizados, somos capaces de actos de crueldad extrema cuando somos puestos en situaciones límite. Que en el fondo somos unos cavernícolas sanguinarios. Roger Ebert bien lo dijo en el primer párrafo de este texto. A Escupiré sobre tu Tumba le falta para calificar como obra maestra del suspenso y el terror, pero es un audaz exponente del género, que este año amenaza con ser alivianado con Scream 4. Eso sí, dos concejos: 1) ni se les ocurra comer ni un bocado antes de ingresar a la sala, y 2) cuidado con verla junto a tu novia; algunas escenas podrías darle ideas un tanto desagradables.
En 1972, George A. Romero estrenaba su cuarta película: The Crazies (también conocida como Code Name: Trixie, y que en Argentina se estrenó en video con el nombre de Contaminator), en la que los habitantes de un poblado comenzaban a matarse entre sí por el efecto de una sustancia experimental esparcida en el agua. Como es su costumbre, Romero hizo una película con abundantes tintes políticos y repartía palos al accionar de las Autoridades frente a una amenaza, sobre todo para tapar errores propios. Es verdad que por momentos la película se concentra demasiado en ese aspecto y se descuidan otros aspectos, como el ritmo y las actuaciones. La nueva versión mantiene la premisa de la original, pero es más frenética, sangrienta y todavía más apocalíptica. Esta vez la historia está contada desde el punto de vista de quienes intentan sobrevivir en medio de aquel caos de locura y violencia: dos policías (Timoty Olyphant y Joe Anderson), y la doctora esposa de uno de ellos (Radha Mitchell), quienes deberán enfrentarse a la milicia y a los infectados en su objetivo por escapar del pueblo. Como sucedió con El amanecer de los muertos, de Zack Snyder (remake de Dawn of the Dead), La epidemia logra superar a la película en la que se basa. De todos modos, Romero es y seguirá siendo el más grande.
Por pedido de su padre, Julio Saez Jr. (Walter Cornás), un refinado muchacho recién recibido de arquitecto, debe encargarse de organizar la fiesta de año para sus amigos universitarios. Lo que estaba planeado como una velada de vino y queso fino y ambiente snob se transforma en una fiesta descontrolada a puro alcohol, piñas y, sobre todo, Rock ‘n’ Roll. Quien no disfrutó ni disfruta de las comedias adolescentes de los ’80 —principalmente las que dirigió el especialista John Hughes—, es como si no hubiera tenido infancia. Por suerte, Esteban Rojas y Juan Olivares sí las disfrutaron, y eso se nota en esta comedia juvenil con algunos elementos delirantes —algunos, ya que el estilo es realista, no grotesco, siempre muy universal—, mucha inteligencia y personajes difíciles de olvidar, cercanos a los del cine de Wes Anderson. Pero haciendo más paralelos con la obra de Hughes, la mayoría de los adultos son mostrados como verdugos o, al menos, como personas conservadoras, que no dejan vivir la vida a sus hijos, generalmente porque no los comprenden. Julio muere por hacer música, pero el mandato familiar le indica que debe tener un estudio importante, conseguir un trabajo respetable y preservar el status quo. Esa noche servirá para decidir si se jugará por su pasión. Para ello, serán cruciales Eugenito (Eugenio Rojas), su desestructurado hermano menor adolescente, y su tío Lorenzo (Miguel Barriga), un músico que no pierde el entusiasmo pese a estar en la mala. Walter Cornás vuelve a demostrar que es el Robert De Niro del under hispanoparlante. Un actor sólido, que puede sostener una película y hasta adoptar acentos. En La casa... interpreta a un chileno, y parece chileno. El público de esta parte del mundo olvidará que nació en España y se crió en Argentina. Su Julio Saez Jr. tiene puntos en común con el Lucas Conserva que encarnó en Filmatrón: personajes que deben luchar para hacer lo que les gusta en un entorno que lo reprime y les indica que es conveniente quedarse callado y seguir a la manada. Siguiendo con el tema actoral, el co-director Esteban Rojas (también uno de los responsables de Post, de Farsa Producciones) interpreta a un extravagante maloso con nariz de payaso (¡¿?!) y su co-guionista Vlado Rosas encarna... a Vlado. La banda de sonido incluye temas de Sexual Democracia, banda de Miguel Barriga en la vida real, y de personalidades como Pablito Ruiz y La Mona Jiménez (Julio usa el tema “Beso a beso” como ringtone de su celular, lo que provoca un efecto desopilantes cuando suena). La casa por la ventana es otra muestra de que no se necesitan de presupuestos millonarios ni de estrellas para hacer una película entretenida, que emane la mejor onda y que al mismo tiempo tenga algo más para decir. Otra muestra de que, contra todos los obstáculos, vale la pena filmar. Mejor dicho, de que vale la pena hacer la tuya.
Para alegría de los fanáticos, el cine de terror más extremos sigue invadiendo las salas de cine. Un ladrón entra en una residencia con la intención de hacerse con un buen motín que le permitirá ayudar a su familia. Pero justo esa noche, un misterioso asesino enmascarado también hace acto de presencia, para torturar a la familia que vive allí. Los intrusos no tardarán en cruzarse, en un contexto de sangre, desesperación, horror y muerte. El Juego del Terror forma parte de la tradición de films como Hostel y El Juego del Miedo. De hecho, Patrick Melton y Marcus Dunstan escribieron varias secuelas de esta saga. Pero se nota principalmente la influencia del cine de miedo hecho en Italia durante los ’70 y ‘80, sobre todo la obra de Darío Argento. Los climas, la brutalidad de los asesinatos, lo surrealista que se vuelven determinadas situaciones, la rimbombante banda sonora, hacen pensar en obras maestras como Rojo Profundo y Suspiria. Además, se desconoce la identidad del asesino y, casi hasta el final, su verdadero propósito. Esto la acerca a, por ejemplo, Horas de Terror, de Michael Haneke, y a Los Extraños, donde los niveles de crueldad se hacían insoportables. Los directores se apoyaron más en la imágenes que en diálogos, cosa que ayuda en las secuencias de suspenso y terror, ya que tanto el ladrón como el asesino se mueven sigilosos por la casa. El guión es bastante correcto, sobre todo a la hora de mostrar al ladrón como un pobre hombre que debe jugársela por sus seres queridos, no un delincuente unidimensional. En cuanto al elenco, la mayoría son desconocidos absolutos, salvo por Madeline Zima. Esta actriz empezó de niña actuando en películas como La Mano que Mece la Cuna, de Curtis Hanson, en la sitcom La Niñera, y últimamente, ya crecida, mostró sus atributos en la serie Californication. Atributos que también luce en este film. El Juego del Terror no tiene destino de clásico, pero garantiza momentos de horror puro y duro, sin sobreexplicaciones ni obviedades. Como debe ser.
Francia tiene una prestigiosa tradición en cuanto a cine policial, conocido como Cine Polar. Historias de crímenes y antihéroes, de traición y venganza. Muchas de esas climáticas obras se convirtieron en clásicos, gracias al talento de directores como Henri-Georges Clouzot y Jean-Pierre Melville, y las actuaciones de Alain Delon, entre otros. Entre los ejemplos más recientes, el ex policía Olivier Marchal nos dio El Muelle y Mr 73. Ahora llega El inmortal, que nada tiene que envidiarle a aquellos films. Charlie Mattei (Jean Reno), un ex peso pesado de la mafia de Marsella, vive una vida tranquilo, junto a su familia, retirado de los negocios turbios y las muertes. Pero una mañana, en un estacionamiento, es interceptado por un grupo de encapuchados que le dispara 22 veces. A pesar del ensañamiento, Charlie logra sobrevivir, aunque queda con cicatrices en la cara y un brazo insensibilizado. Pronto descubre que quien está detrás de su intento de asesinato es Tony Zacchia (Kad Merad), ex socio, casi un hermano para él, por lo que decide no tomar represalias. Pero cuando Zacchia y los suyos molestan a sus seres queridos, Charlie se encargará de que corra mucha sangre. La película está basada en el libro de Franz-Olivier Giesbert, que a su vez, se basa en episodios y personajes reales, empezando por Jacques Imbert, famoso gangster francés, hoy devenido en icono de la cultura popular europea. Imbert vivía enfrentado con Tony Zampa, otro mafioso de gran poder, y sobrevivió a cuatro vendettas. A la hora de adaptar el libro a la pantalla grande, el director Richard Berry (que también actúa) cambió los nombres de los personajes, ya que no pretendía hacer un biopic de Imbert sino una historia ficticia a partir de determinado hecho. Como en los mejores exponentes de esta clase de cine, aquí los temas centrales tienen que ver con la familia —la de policías y criminales—, la obsesión por el poder, los códigos, el pasado que se niega a quedar en el olvido. Por supuesto, no faltan los tiroteos ni las persecuciones, filmados con un estilo setentoso. Jean Reno vuelve a demostrar que es un especialista consumado en componer personajes introspectivos, atormentados, pero listos para la acción. Una versatilidad que sólo los grandes tienen, y que resulta más meritoria cuando la muestra en una misma película. Por su parte, Kad Merad genera pura tensión con su Tony Zacchia. Este es un papel atípico para Merad, que en Francia es famoso por su faceta de comediante. Algo así como un Guillermo Francella de esa parte del mundo. Intensa, dramática, emotiva, oscura, violenta, El inmortal demuestra que, en estos tiempos de calor, siempre viene bien un poco de Cine Polar.
La cultura popular abunda en villanos memorables. Los más cultos se remitirán a Ricardo III o Yagó, creados por Shakespeare. Incluso a Moriarty, rival de Sherlock Holmes. Pero esta clase de personajes más se luce cuando figura como la némesis de superhéroes o salvadores de ese estilo. ¿Qué sería de Superman sin Lex Luthor? ¿Y de Batman sin el Guasón? Esto es lo que planeta Megamente, nuevo film salido de Dreamworks Animation. Como todos los productos de esta división de la empresa fundada por Steven Spielberg, Jeffrey Katzenberg y David Geffen, está protagonizado por héroes improbables (o directamente antihéroes), hay miles de referencias y chistes vinculados a la cultura pop, y, sobre todo, es muy entretenida. Pero también habla de cuestiones que llevan a pensar. En los primeros minutos de la película, Megamente consigue destruir a Metroman, el superhéroe de Metro City. Listo, ahora la ciudad es del archivillano cabezón, es posible hacer lo que se le plazca: robar, secuestrar, destruir. Pero eso deja de ser suficiente para él cuando ya no hay una fuerza opositora. Eso nos lleva a preguntarnos. ¿Qué pasa cuando ya no tenemos una némesis? ¿Qué sucede cuando uno consigue los objetivos? ¿Se pierde en el vacío o va en busca de nuevos retos? Por eso Megamente decide crear un nuevo superhéroe, Titán... que acaba por convertirse en un archivillano más poderoso. Y eso nos lleva a otra cuestión: ¿qué motiva la originación de un “malo”? En el caso de Megamente, circunstancias de la dura niñez. Y por el lado de Titán, el sufrimiento por el amor no correspondido de Roxanne, la Louis Lane de Metro City (que termina intimando con un Metroman camuflado de persona común y corriente). Por lo tanto, podemos decir que no hay “buenos” o “malos”, sino personas influenciadas por episodios de su propia vida. Megamente y Titán fueron impulsados a ese camino porque el dolor y el sufrimiento. Y eso nos conduce a otra cuestión: ¿puede un villano redimirse? Megamente descubre que ser bueno y hacer las cosas bien tienen lo suyo. Como dijimos, se acerca a Roxanne y se enamora de ella. Y, como el nuevo archivillano es Titán, pasará a ser algo así como un nuevo personaje superheroico, la nueva salvación de la humanidad. Y aquí vamos a una cuestión más: ¿es posible cambiar nuestros roles en la sociedad? ¿Es tarde para cambiarlos? ¿Una persona nace o se hace? ¿El destino es algo que ya está escrito o es lo que uno hace de él? Al principio de la película, Megamente y Metroman, todavía bebés, son enviados a la Tierra desde planetas moribundos. El cabezón está por aterrizar en una residencia, pero finalmente cae en una prisión. Ese entorno y las mencionadas circunstancias dolorosas lo convencen de que su papel en la vida es la de hacer el mal. Pero descubre que no es así, que siempre se puede elegir. Por supuesto, todas estas cuestiones de fondo aparecen detrás de las persecuciones, explosiones, pasos de comedia, una historia bien contada y una inteligente vuelta de tuerca a las historias de superhéroes. Si bien todavía les falta para alcanzar la perfección visual y narrativa de las obras de Pixar, los films animados de Dreamworks siguen siendo notables y muy divertidos... y también levantan el autoestima de los llamados “perdedores”.