Elvis: Un genio a la altura de otro Existen directores que tienen un estilo tan característico y único que las únicas dos opciones son amarlo u odiarlo, no hay término medio. Baz Luhrmann es uno de ellos; en esta oportunidad dirigió Elvis, film que se estrena en cines la semana del 14 de julio. El realizador de Moulin Rouge (2001) decidió darle una vuelta de tuerca interesante y teatral al darle la voz narradora al antagonista, el Coronel Tom Parker (Tom Hanks), de quien se desconfía desde el principio por el mal manejo de la carrera de Elvis Presley (Austin Butler), lo cual se comprobará a lo largo de la cinta. No hay dudas de que Parker tuvo su papel en llevar al talentoso artista a la fama pero, según el film, lo manipuló al extremo para sus propios beneficios. En pocas palabras, el Coronel no quería dejar ir a su gallinita de los huevos de oro. El juicio de este largometraje queda en manos del espectador dependiendo de sus gustos. Baz Luhrmann tiene en su haber un estilo extravagante, más allá de todo, con ediciones rápidas, superpuestas y divisiones de cuadro. En este sentido, no hay mucha diferencia con Romeo + Juliet (1996) y El Gran Gatsby más que un leve refinamiento: sabe dónde y cómo atacar con lo suyo, para después dejar que la historia hable por sí sola. Pero quizás lo más atractivo es la dupla protagónica. Empezando por Austin Butler, quien se preparó bastante para interpretar a Elvis y se nota. El actor brilla tanto arriba como abajo del escenario, interpretándolo con una soltura tal que la línea entre ficción y realidad por momentos desaparece; cabe aclarar también que, en varias instancias, es el propio Butler quien canta como Presley. Por su parte, Tom Hanks decidió ir a por un personaje inusual para su trayectoria, pero necesaria para demostrar que puede, y lo hace tan bien que no hace falta demasiado para hacerse odiar. Sería raro que ambos actores no formen parte de la próxima temporada de premios. Y es imposible no hablar sobre Elvis y no discutir sobre la música. Más allá de lo propio de Presley -sin desperdiciar ninguno de sus éxitos-, Luhrmann hizo de las suyas para mezclar ese rock que cautivó a millones con música contemporánea -a lo Moulin Rouge- y que suene bien; confíen en lo hermoso que se ve un primer plano de Elvis caminando en la calle con Doja Cat rapeando de fondo. Hay otras dos o tres mezclas sorpresas que sólo las personas con el oído afilado captarán. Siguiendo con el tema, un lado interesante que se tocó durante la película -y que no podía faltar- fue el tema de la segregación y el racismo porque, seamos sinceros, estamos hablando de un blanco cantando un ritmo tan característico de los músicos afroamericanos -donde muchos no obtenían su merecido reconocimiento-. Más allá de algunos rumores que permanecen en el tiempo, el largometraje muestra la relación y conexión de Elvis con esa comunidad al punto de asegurar -on the record en el especial de 1968- que el rock and roll nace del gospel y el rhythm and blues. Más cosas para añadir a la leyenda. Elvis no va al golpe bajo cuando se trata de sus vicios: no lo banaliza ni lo romantiza, los muestra porque existieron. No idealiza su figura, lo celebra. Muestra el talento y la capacidad de un chico de Memphis y cómo se convirtió en uno de los artistas más admirados de todos los tiempos. Baz Luhrmann entendió esto desde el principio, y por eso se ve la película que se ve, donde cada minuto de sus 152 vale la pena. Aclaración: Es menester quedarse hasta el final de los créditos. La espera valdrá la pena.
Toda historia de terror tiene su lado psicológico detrás, más allá de cualquier susto; sólo hace falta buscarlo. Este es una de las ventajas que tiene El Teléfono Negro, uno de los estrenos de cine de la semana del 23 de junio. Finney (Mason Thames) es un chico tímido -víctima de bullying y de un padre golpeador- de 13 años que es secuestrado por un asesino serial (Ethan Hawke). Lo que el captor no sabe es que, en donde tiene atrapada a sus víctima, suena un teléfono y al otro lado de la línea se escuchan voces que pueden ayudar al joven. El cuento corto en el que está basado el argumento fue escrito por Joe Hill, el hijo de Stephen King, y durante la cinta se notan las influencias del autor de Misery. Esta es una de las cuestiones que más atrapan de la historia. Sin embargo, por tratarse de una de terror, no asusta como una del género, sino que funciona más como un thriller o algo de suspenso (lo mismo que sucedió con Gemelo Siniestro). Vale destacar la actuación de Ethan Hawke, quien se vuelve a reunir con el realizador de Siniestro -Scott Derrickson-. Y aunque son dos papeles que están en distintos extremos de la balanza moral, el actor siempre sale airoso de estos desafíos al lograr encontrarle matices físicos y vocales a un personaje que no quiere dar mucho la cara. Mas allá de eso, el resto de las interpretaciones no van más allá de lo necesario. Un fallo, que también se puede encontrar en Siniestro, es el de la falta de desarrollo desde el lado de los villanos; hay cosas que no se explicitan -puede ser a propósito o no- y que pueden ayudar a captar todas las perspectivas (no se pretende llegar a ser Criminal Minds, pero un poco más de información sería interesante). Tiene mucha similitud a varias historias exitosas de los últimos años (Stranger Things, It), debido a que se sitúan en la década de los ’70 (u ’80, dependiendo del caso) -con protagonistas jóvenes- y tiene algún que otro guiño a la cultura popular época. Esto ayuda a mantener ese aspecto no sólo macabro, sino también tecnológico; porque el teléfono que da nombre a la cinta es de disco y tiene ese sonar tan estremecedor que a veces es mejor perderlo que encontrarlo. El Teléfono Negro no funcionaría nunca en el siglo que estamos viviendo. Este thriller tiene, en su base, el relato de un chico que tiene que superar sus propias barreras de lo posible para llegar a lo imposible. El camino que recorre puede ser chato, pero no significa que el espectador pierda su interés en su transcurso.
Existen películas que se hacen no para revolucionar el género o la cinematografía, sino simplemente para ser contadas desde el lado más humano posible. Este es el caso de Dog: Un viaje salvaje, protagonizada y co dirigida por Channing Tatum y Reid Carolin, que se estrena en cines la semana del 23 de junio. Lulu es una perra de la unidad canina de los Rangers de la Armada cuyo compañero humano muere y es necesario llevarla a su funeral 5 días después. Briggs (Channing Tatum) -otro Ranger veterano que quiere volver a la acción- será el encargado para realizar esta tarea. Ambos se meterán en problemas e intentarán resolver sus propios obstáculos de la mejor manera posible. Este es uno de esos films en los cuales no se toma riesgo alguno, narrativamente hablando. Es la típica película de road trip, en la cual dos individuos (un humano y una perra, para ser precisos) deben ir en auto desde el punto A al B en una cantidad específica de días. Es obvio que nada sale como debería. Las situaciones en las que se meten ambos personajes son bastante originales, y aunque por momentos un poco ridículas, no chocan con el estereotipo estadounidense con el que está acostumbrado el espectador. Si hay algún elemento que destacar es cómo muestra la cruda realidad que vive un veterano de guerra: las heridas físicas y mentales no sólo son difíciles de superar, sino que es complicado obtener un sustento después de todo lo vivido. Además se ve este mismo efecto en la perra y cómo su educación y vivencias en el extranjero afectan su vida cotidiana. El propio Channing Tatum expresó que el film Dog: un viaje salvaje está inspirado en el último viaje que hizo con Lulu, su perra que falleció en 2018; por lo que se entiende el por qué de este proyecto. Esta cinta se nota que fue hecha con el amor que cualquier persona puede darle a un compañero perruno. Analizarla mucho más sería quitarle su propósito.
En La Cumbre Escarlata, su protagonista -la escritora Edith Cushing- explica que sus historias no son “de” fantasmas, sino “con” fantasmas; la diferencia es más que notable en la película. Si se hubiera aclarado la misma diferencia en este caso, habría sido mejor de lo que fue; Gemelo Siniestro es un film que se estrena en cines en la semana de 9 de junio. Rachel (Teresa Palmer), Anthony (Steven Cree) y Elliot (Tristan Ruggeri) se mudan a una casa al norte de Finlandia para escapar de una Nueva York pre 2001 -las Torres Gemelas hacen una sorprendente aparición en el horizonte neoyorkino- tras la muerte de uno de sus hijos. Sin embargo, en esa casa Rachel deberá develar una incómoda verdad que pone en peligro no solo la vida, también el alma de su hijo. La película toma prestado argumentos y composiciones -ambas muy bien logradas- de varios films, como El Bebé de Rosemary y El Resplandor, sin embargo no llega al mismo resultado. Al ser catalogada como cinta de terror, hay cierta expectativa que no cumple; honestamente sirve, e interesa, mucho mejor como thriller. Por otra parte, aunque el espectador puede asustarse dando dos o tres saltos debido a los elementos sobrenaturales, es en el aspecto psicológico y humano de los protagonistas donde se le saca el mayor jugo. ¿Qué madre no haría lo que fuera para proteger a sus hijos? Con actuaciones por momentos un poco melodramáticas, Gemelo Siniestro falla, pero atrapa en ese preciso instante que nos damos cuenta que dejamos de ver una película “de” fantasmas para empezar a ver una “con” fantasmas.
Cuando medios internacionales empiezan a hablar de un film y lo categorizan como uno de los mejores del año cuando estamos recién a la mitad, es necesario saber de qué se trata. Todo En Todas Partes Al Mismo Tiempo, dirigido por los Daniels -Dan Kwan y Daniel Scheinert- es uno de los estrenos de cine de la semana del 9 de junio. Evelyn (Michelle Yeoh, Locamente Millonarios, El Tigre y El Dragón) es una inmigrante china que quiere balancear el manejo de su negocio, sus relaciones familiares y sus obligaciones tributarias a cargo de una auditora del terror -Deirdre (Jamie Lee Curtis)-. Encima de todo descubre que tiene el poder de viajar a través de múltiples universos, por lo que se embarcará en una divertida y reflexiva aventura para derrotar a quienes amenazan al multiverso. Era hora de que alguien se arriesgara a contar este tipo de historias de una forma tan original. Es cierto que Marvel ya tocó el tema del multiverso con Doctor Strange y el Multiverso de la Locura y Loki, pero esto es otra cosa completamente distinta con gente que no conocíamos antes. O sea, que en poco más de dos horas el espectador logra conocer a los personajes, empatizar con ellos y hasta se desarrolla una historia de principio a fin. ¡Y no hubo necesidad de escenas post créditos! Es coherente y a la vez, una locura impresionante. Mucho de su atractivo viene de su protagonista: Michelle Yeoh es nombre propio en la industria y todo lo que toca es oro, una fuerza imponente y distinta que siempre deja huella. Ella sabe cómo lograr el sutil balance entre humanidad y comedia que requiere su(s) Evelyn(s). Otro talento es el de Stephanie Hsu como Joy, la hija de Evelyn. Su personaje es uno de los más claves de la película y es soberbia encontrando todas sus aristas. Por otra parte, detrás de toda la ciencia ficción y el multiverso se encuentra una historia cultural y socialmente relevante para la actualidad, en donde la aceptación, el perdón y la comunicación serán cruciales para el avance argumental. Con un lenguaje visual que desafía hasta la mismísima narrativa; la música que amplifica, resalta y se calla en los momentos correctos; Todo en todas partes al mismo tiempo sabe pasar de la comedia al drama en un segundo, y utiliza elementos del surrealismo y del absurdo. Es un viaje bastante interesante y hay que permitirse hacerlo. No se van a arrepentir.
Cuando uno piensa que lo vio todo… Llega otra película que cuenta exactamente la misma historia de siempre. Lamentablemente este es el caso de Jurassic World 3: Dominio que se estrena la semana del 2 de junio en cines y la semana siguiente en las salas IMAX. Tras la conclusión del film anterior -El Reino Caído-, los dinosaurios intentan convivir con la flora, fauna y humanidad del planeta. Con el peligro que esto podría traer, el científico Lewis Dogson (Campbell Scott) quiere utilizar el ADN de los dinosaurios para encontrar la cura de varias enfermedades. Mientras tanto, Claire (Bryce Dallas Howard) y Owen (Chris Pratt) tratan de vivir su vida lejos de la civilización para esconder a Maisie (Isabella Sermon), el producto de una clonación. La llegada de un científico con motivos inusualmente benévolos es una historia que se vio una y otra, y otra (y otra) vez en las seis películas de la saga, y como que ya cansa un poco. Tiene momentos dramáticos e interesantes, pero en general es más de lo mismo. La adición de los personajes del film original - Laura Dern como Ellie Sattler, Sam Neill como Alan Grant y Jeff Goldblum como Ian Malcolm- son una bocanada de aire fresco y se llevan todo el interés de la trama. Es en la fibra de la nostalgia donde la película tiene la chance de repuntar para que el espectador se quede durante su duración. No cabe la menor duda que los efectos especiales son primordiales en este tipo de productos, y no estamos ante la excepción. Desde aquella primera parte en 1993 que siempre maravilló la premisa -basada en el libro de Michael Crichton- de los dinosaurios caminando entre nosotros, y la novedad de Spielberg de llevarlo al cine de una forma espectacular. Actualmente, y con todos los avances tecnológicos, y prácticos, la línea entre ficción y realidad se funden para lograr un film visualmente llamativo. Sin embargo, si disfrutaron las dos ediciones anteriores, no es un mal producto para concluir. Caso contrario, y con temor de sonar repetitiva, es más de lo mismo.
Ir de la pantalla chica a la grande es un desafío importante, más si se trata de una serie animada que cuenta ya con 12 temporadas al aire. Varias lo han intentado, algunas lo han logrado. Este último es el caso de Bob’s Burgers: La Película, film que se estrena esta semana en cines. La hamburguesería de Bob Belcher donde trabaja con su esposa Linda corre nuevamente peligro de cierre por temas económicos y mientras intenta buscar soluciones, una cañería se rompe en la puerta del negocio que deja un enorme agujero, donde encima se encuentran restos óseos que resultan ser de alguien que había desaparecido hace unos años. O sea, todo mal. En el medio, sus hijos Tina, Gene y Louise harán lo posible para resolver el misterio y ayudar a su familia. En pocas palabras es simple y entretenida. A diferencia de una película como la de Los Simpsons no es exagerada, aunque cabe aclarar que, de raíz, son dos series que no se parecen una a otra. El humor que tiene es para toda la familia, cotidiana y disparatada a la vez. La personalidad de los hermanos es muy divertida: Tina fantasea con el chico que le gusta, Gene quiere hacerse famoso con un instrumento de su autoría -un servilletero unido a dos tenedores- y Louise reúne a sus muñecos coleccionables para que le den ideas sobre una venganza contra una compañera que la llamó bebé. Tiene también números musicales originales en el medio, muy divertidos, con letras ingeniosas y bien del género musical. Y lo bueno es que no es necesario haber visto algo de la serie -las temporadas se pueden ver en Star+-, pero sí van a salir queriendo sintonizar algún capítulo. Cortita y al pie, entretiene y hace reír; y a veces es lo único que hace falta.
El cerebro es algo sorprendente, ya que con sólo un segundo de música y de imagen podemos rememorar algo que escuchamos y vimos hace varios años. No hace falta ni medio segundo de película que Top Gun: Maverick logra tocar la fibra de la nostalgia. El film llega a los cines el próximo 25 de mayo. Al capitán Pete “Maverick” Mitchell (Tom Cruise) le es ordenado entrenar a graduados de Top Gun para emprender una peligrosa misión, entre estas personas está el teniente Bradley Bradshaw (Miles Teller), hijo de su difunto compañero y oficial de intercepción de radar, Goose. Parece como si 36 años nunca hubieran pasado. Tom Cruise se luce como el impulsivo piloto que no desea que lo saquen del aire; este es el Cruise que trae su arsenal consigo y los despliega con destreza. Lo acompañan un excelente Miles Teller, quien increíblemente se parece al Goose de Anthony Edwards en la original; una aceptable Jennifer Connelly (no estaría mal haberla visto en más escenas); y la sorpresa más agradable de todas, una aparición especial de Val Kilmer como Iceman. La escena entre él y Maverick es una de las más emocionantes de todo el film, ya que después de lo que le pasó al actor de Fuego contra Fuego, es una gran historia de superación poder verlo en la pantalla. Este film no pretende ser el mismo que dirigió el fallecido Tony Scott a mediados de los 80, pero sí le rinde varios homenajes a aquella primera parte: empezando por los créditos principales, que son prácticamente un calco -en el color, en la música, en la tipografía-, el argumento sigue casi el mismo derrotero y las dinámicas entre los pilotos se asemejan bastante. Y aunque no es necesario haber visto Top Gun (1986) ya que en esta secuela se explican varias cosas, sí se debería darle una ojeada para amplificar la experiencia. La música de Hans Zimmer no deja de sorprender, en cada proyecto sabe encontrar los climas correctos en donde colocar sus composiciones y toma mucha inspiración de su antecesor, Harold Faltermayer. Las escenas de acción son atrapantes y muy bien logradas, más al saber que casi no se utilizaron efectos visuales y que los actores estaban verdaderamente en el aire. En la era de las secuelas y los reboots, Tom Cruise y compañía supieron qué hacer y cómo hacer para que Top Gun: Maverick vuele alto y seguro.
No existe nada peor que la memoria nos falle, más cuando ocurre en los momentos donde más la necesitamos. Pero resulta ser un extremo bastante importante para el antihéroe de Asesino sin Memoria, de Martin Campbell (Casino Royale), film que se estrena en cines el próximo 19 de mayo. Alex (Liam Neeson) es un asesino a sueldo que se especializa en su precisión y discreción, pero cuando se niega a matar a alguien por cuestiones morales decide perseguir a quienes lo contrataron antes de que lo encuentren a él. Hay dos grandes complicaciones en todo esto: primero, un grupo del FBI encabezado por el agente Vincent Serra (Guy Pearce) empieza a investigar los asesinatos que cometió; y segundo, Alex tiene principio de Alzheimer, lo que lo lleva a dudar y a cuestionar sus propias acciones. A grandes rasgos el planteo del film es más que interesante: un sicario que progresivamente pierde la memoria se agrega a la lista de narradores en quienes no podemos confiar, lo que nos hace sospechar de lo que vemos como audiencia. Memento es otra película que juega con eso, y últimamente la serie Moon Knight (de Marvel, en Disney+) supo cómo desarrollarlo. Sin embargo el film, aunque toca el tema -y lo difícil que es convivir con algo así-, no se enfoca en ello lo suficiente como para atrapar al espectador, involucrarlo y empatizar con el pobre Alex. El segundo punto de conflicto, que funciona como disparador de la trama, resulta también un poco confusa en el modo de explicarla y puede complicar su comprensión, por lo que es necesaria plena atención para seguir el hilo de la situación. El deterioro del personaje de Liam Neeson es increíble, a punto tal que será imposible no cuestionarse si a quien estamos viendo es al actor o a su interpretación. Guy Pearce es, por falta de mejor palabra, el más normal de todos. Es el típico agente del FBI con pasado turbio que sigue en la organización para cambiar el mundo e ir contra el sistema, el cual no ayuda -o no quiere ayudar-. Aceptable actuación. Aparte de ser irónicamente divertido el hecho que el actor protagonizó Memento (Christopher Nolan), en donde sufre de pérdida de memoria a corto plazo. En este film, Monica Bellucci está más allá del bien y el mal, su personaje está minado de privilegios que la hacen ver como una santa. Ese punto sabe manejarlo muy bien, pero en otras cuestiones se la nota un poco exagerada y no ayuda a lo que se puede esperar de ella. En fin, es una propuesta interesante con un elenco de primera y un director que entiende de acción, pero hay algo que no termina de cerrar y da bronca porque tenía todas las de ganar.
En la infancia las criaturas están descubriendo no solo el mundo sino también a sí mismas. Sin pensarlo, pueden ir de una emoción a otra y puede generar daños tanto internos como externos. Pero prender fuegos con el poder de la mente ya es otro extremo. Este es el caso de la protagonista del film Llamas de Venganza -basado en la novela de Stephen King-, que se estrena este 12 de mayo en cines. Ya desde los créditos iniciales que el espectador conoce a Andy (Zac Efron) y a Vicky (Sydney Lemmon), a quienes de jóvenes les fueron administradas drogas experimentales por parte de una organización gubernamental, la cual les despertó poderes psíquicos a ambos. Ya lejos de esa vida son los padres de Charlie (Ryan Kiera Armstrong), a quien no le permiten tener Internet, sufre bullying en la escuela y no puede controlar sus emociones, la gran causa de sus poderes incendiarios. El gran conflicto comienza cuando las autoridades logran encontrar a la jovencita y quieren llevársela para continuar con lo empezado años atrás. En el transcurso de la cinta ya se presienten los hilos de una obra de Stephen King y eso es uno de los elementos más emocionantes al verla. Algo que puede ayudar en este sentido es la música del maestro John Carpenter; el gran conocedor del género sabe de momentos de suspenso y thriller y cómo deben de sonar. Trajo también un poco de nostalgia al escuchar el estilo de todas esas grandes películas de terror que pasaron por su cabeza y su lente. Con correctas actuaciones por parte de Efron y Armstrong -con 12 años la actriz ya empieza a mostrar su talento frente a cámara-, lo que más le hace falta al film es el desarrollo de algunos personajes secundarios y mayormente desarrollo de la situación: ¿quiénes son los malos de turno? ¿qué es lo que buscan? ¿qué esconden? Quizás las respuestas a estas preguntas hubieran logrado no solo mayor empatía con la joven Charlie sino también mayor odio a esta maldita organización del gobierno. A pesar de todo esto no tiene nada que reprocharle a la versión anterior de esta película, estrenada en 1984 y protagonizada por una pequeña Drew Barrymore; es la misma historia contada de otra forma. Y si encima se le agrega la música de alguien como Carpenter, es un thriller con todas las letras. Atrapa de la misma forma que cualquier libro de Stephen King.