El regreso de Cameron Crowe parecía una buena noticia. Si bien la filmografía del director de “Almost famous” es por momentos despareja, si hay algo que nunca se puede negar es que pone el corazón en cada uno de sus films. Y su última película además viene protagonizada por un séquito de actores muy queridos en el cine: Bradley Cooper (que hace tiempo demostró no ser sólo una cara bonita), Emma Stone, Rachel McAdams, Bill Murray, John Krasinski y Alec Baldwin. No obstante, una vez estrenada en su país, el público y crítica fueron unánime: es la peor película de Cameron Crowe. Me negaba a creer que eso fuera posible hasta verla, pero lo cierto es que Aloha es una película floja desde casi todos sus aspectos. Y el principal, el guión, el esqueleto de la película, falla a niveles tan grandes que no logra ni generar el interés con una historia más rebuscada de lo necesario, ni empatía y ni siquiera nos permite enamorarnos de sus personajes del modo en que creemos que Crowe lo está de ellos. Todo se sucede de manera rápida, no se percibe un encanto natural, sino forzado, artificial. En “Elizabethtown”, por ejemplo, había un poco de lo que hay acá: una historia que no termina de despegar y una relación amorosa que comienza casi a las fuerzas por las manos del guionista, pero aun así lograba ser un film con mucho corazón y encanto, como sus dos entrañables protagonistas. En “Bajo elmismo cielo” no hay nada de eso y ninguno de sus personajes principales especialmente (aunque hay algún juego interesante con el matrimonio al que retratan McAdams y Krasinski) logra generar algo parecido. Nadie esperaba una obra maestra como lo fue “Almost famous”, pero estoy segura de que tampoco nadie esperaba una película tan fallida. Más allá de algunos detalles que se le criticaron como el hecho de retratar a todos los hawaianos como personas blancas (siendo el personaje de Ng interpretado por Stone el principal blanco de todas las críticas), lo cierto es que no es eso lo que hace a este film una mala película, sino una historia que no parece ir a ningún lado y donde todo se sucede de manera torpe. Quizás el problema radique en que Crowe ya no escriba de temas que conoce, quizás el hecho de alejarse de lo autobiográfico le juega en contra (“Almost famous” está inspirada en su época como periodista y “Elizabethtown” en la muerte de su padre). Quizás, pero sin dudas hay algo que no lo hace sentirse cómodo con esta historia, hay una falta de compromiso con ésta y con los personajes. Si bien trabajó en su guión durante varios años (años de muchas reescritura y de cambios en el reparto que llevaban a seguir reescribiendo), “Bajo el mismo cielo” es una película que no parece encontrar su rumbo. Que se pierde entre la cantidad de personajes y tramas, donde incluso un grande como Bill Murray no logra aportar algo de brillo. Es cierto que no todo es negro y que un par de escenas funcionan separadas del resto del film, pero sólo durante unos pocos momentos, y que la musicalización de casi todas las escenas respiran algo del cine de Crowe. No obstante, “Bajo el mismo cielo” termina resultando caótica y aburrida.
Mientras en Hollywood especialmente abundan, en la industria nacional es difícil escuchar la palabra “remake”. Tras la aclamada “El Estudiante”, Santiago Mitre presenta otra película incómoda y con fuerte contenido social y político, desde un punto de vista específico de la clase media. “La patota” no es sólo la remake de la película de Daniel Tinayre de 1960 protagonizada por Mirtha Legrand, es una excusa para retratar diferentes posturas sobre temas como la violencia de género y el sentido de justicia, tan presentes como siempre. Dolores Fonzi es la encargada de interpretar a Paulina (nombre además que se le da al film a nivel internacional), una joven que tras terminar su carrera decide no sólo darle la espalda a su padre, interpretado por Oscar Martínez, y la idea de futuro que él creía tener para ella, sino que cree que para realmente cambiarle la vida a alguien lo mejor que puede hacer es irse a trabajar como maestra rural a una empobrecida zona de Misiones. Pero la hostilidad de su grupo de alumnos no es más que un pequeño augurio de lo que le va a suceder luego. Tras regresar una noche sola en una moto prestada a su casa, una patota de muchachos la detienen y uno de ellos la viola. A partir de allí, ella no se queda quieta. Hace la denuncia, donde se tiene bancar preguntas incómodas y fuera de lugar. Pero de a poco es ella quien nos hace sentir incómodos a nosotros. El film toma principalmente el punto de vista de esta joven que decide no ser víctima pero tampoco se sabe una heroína. Hay algún momento en que se apela a la repetición desde los ojos de alguien más, incluso del violador. Las dos posturas ideológicas contrapuestas del film se plantean de manera brillante ya en su escena inicial, un plano secuencia que retrata un diálogo filoso entre padre e hija. Los actores dicen sus líneas y exponen sus ideas de una manera muy natural, más allá de lo notablemente trabajado del diálogo. “La patota” es una película incómoda, y sin dudas esto está generado con una fuerte intención. No obstante el no lograr empatizar con una protagonista que toma decisiones que casi nadie cree que tomaría en sus mismos zapatos, genera una distancia que compromete a un espectador más cerca de ponerse en el lugar del padre que en el de su protagonista. En el medio, algunos personajes secundarios intentan aportar a la historia pero en general están bastante desdibujados, uno de ellos el novio al que interpreta Esteban Lamothe. Mitre presenta una película bien actuada, bien dirigida y bien escrita, más allá de algunos puntos flojos como el mencionado con varios de los personajes secundarios. El film que pasó por Cannes de manera exitosa, llevándose el premio de la Crítica, es un producto audaz y prolijo. “La patota” juega a inquietarnos, a incomodarnos y la verdad es que lo logra.
La nueva película de Olivier Assayas, El otro lado del éxito, propone una mirada intimista sobre la mujer y su lugar en un negocio como es el de Hollywood, con una Juliette Binoche casi interpretándose a ella misma. Maria Enders es una reconocida actriz pero ya pasó la barrera de los 40. Reconocida internacionalmente, le ofrecen actuar en teatro una obra que ya hizo a los 20, pero en el papel de la “veterana” Helena. La película está compuesta principalmente por un trío de personajes femeninos: por un lado, la mencionada actriz, a quien acompaña su joven asistente (en el papel de Kristen Stewart que gracias a esta película se convirtió en la primera actriz norteamericana en ganar un Cesar –premio equivalente al Oscar francés-) y su mirada frívola sobre Hollywood, y la nueva, la actriz que debe encarnar al personaje que Maria interpretó allá en su juventud, una Chloe Moretz como una escandalosa y exitosa comercialmente actriz que vive en boca de todos más que nada gracias a la viralización de lo que hace. Si bien la película parte de una premisa atractiva, el lugar que ocupa la mujer en un negocio como el de Hollywood, donde las actrices del momento siempre son mujeres de menos de 25 años, el director juega con su guión hasta el punto de llegar a momentos cuestionables, algunos por lo subrayado de su paralelismo y otros por lo innecesario. Si a eso le sumamos una extraña edición (hay cortes que se perciben apresurados) y unos fundidos a negro muy recurrentes, el film termina pareciendo algo más bien amateur, extraño para el caso de un director con una filmografía tan extensa y variada como lo es Olivier Assayas. Quizás lo más interesante de esta película no sea siquiera el reflejo que propone entre la actriz reconocida y su nueva sucesora, sino la relación que mantiene con su asistente personal. Las conversaciones, los ensayos y otros momentos compartidos están entre lo más destacado de una película más bien pretensiosa. Vale resaltar que cada una de sus tres actrices están muy bien, siendo especialmente sorprendidos por una Kristen Stewart relajada y fresca, alejada de la imagen que uno suele tener de ella. Juliette Binoche es más que la actriz principal, fue ella la que le llevó al director la idea de esta historia que luego él convirtió en guión y en esta película, respectivamente. Chloe Moretz no puede evitar quedar ensombrecida tras ellas dos pero no está mal. Por momentos recuerda a Maps To The Stars, de David Cronenberg, otra película con una mirada particular sobre el cine de Hollywood, desde sus entrañas. Pero mientras Assayas intenta ser más intelectual (incluso parece introducirse en el film él mismo cerca del final cuando Brady Corbet aparece como un joven director que le escapa al cine comercial), el guión falla especialmente en su tercer acto y al finalizar uno queda con gusto a poco.
Giacomo Leopardi fue un poeta y filósofo de la Italia del siglo XVIII cuyos escritos y pensamientos se caracterizan por dejar expuestos una mirada muy oscura del mundo. Pero había una razón de ser para que este conde viera el mundo de ese modo, y es que sufrió de una enfermedad degenerativa que no le permitió disfrutar muchos de los placeres de la vida, más que escribir y leer. La película de Mario Martone es una biopic sobre el conde considerado genio y a la vez también centro burlas, dividido principalmente en tres partes. Primero, él en su ciudad natal de Recanati, donde se encuentra más que nada encerrado en su casa, luego su paso por Florencia unos diez años después y, por último, sus días finales en Nápoles, justo antes de morir. Elio Germano es el actor que tiene la difícil labor de convertirse en Leopardi y lo hace con mucho convencimiento, sin caer en la caricatura. Los pasajes de la obra del poeta impregnan al biopic de un sentido literario que suma puntos para una película que más allá de contener muchos elementos propios del subgénero de las biopics, cuenta con una dirección, un guión efectivo y hasta un juego interesante con la banda sonora, diferenciándolo aunque sea un poco del resto. Mientras algunas escenas están musicalizadas de manera más bien previsibles, hay varias introducciones de melodías electrónicas con letras en inglés que funcionan de una manera inesperada aunque extraña como suena. Un retrato sobre esta figura, pero también sobre un lugar y una época (una Italia en la que la Ilustración comienza a tomar forma pero aún la Iglesia Católica parece tener la última palabra), “Leopardi, el joven fabuloso” es un drama de época hecho y derecho que aporta además de datos biográficos sobre el poeta y su obra, una mirada sensible, no sensiblera. Una historia sobre un artista talentoso y sufrido, sobre alguien obsesionado con la muerte, y además, la historia de un viaje, un viaje en el que se emprende queriendo escapar de algo. Y nosotros nos encontramos con un retrato clásico que no pretende serlo pero no puede evitarlo, y es correcto y vale la pena.
En nuestro país hay más de 3.000 talleres textiles clandestinos, nos dice la placa introductoria del film dirigido por Pablo Stigliani, y aclara también que la historia de la película está basada en hechos reales. Es que ésta es una historia de ficción que retrata una realidad a veces no conocida tan hasta el fondo. El actor Arturo Goetz interpreta a Marcos, un señor grande a cargo de un taller textil, un hombre solitario en su vida personal (lo más cercano a una relación de pareja es la relación asidua que mantiene con una prostituta y visita a su madre enferma internada que ni siquiera es consciente de que él está ahí) que brinda promesas a un grupo de bolivianos sobre una “tierra de las oportunidades” pero en realidad se aprovecha de sus situaciones (su falta de hogar, de dinero y sobre todo de documentos) para explotarlos. Porque si bien es cierto que las personas que entran a trabajar para él lo hacen por motus propio, hay que tener en cuenta que Marcos sabe pintar las cosas del color que quiere y disfraza así de beneficios diferentes rasgos de la sobre explotación hacia los trabajadores. El protagonista está interpretado por Juan Carlos Aduviri. Es un boliviano que llega tras un aviso por la radio a este taller y, por otras circunstancias, su mujer y su hija terminan encerrados allí dentro también, y la presencia de ellas dos complica los planes de Marcos. A su vez, Rafael Ferro interpreta a un representante de alguna marca de ropa importante y es quien está sobre él. El film deja expuestos el maltrato, las promesas rotas, la imposibilidad de salir siquiera para realizar tranquilo una llamada telefónica, las extorsiones que sufre esta gente que sólo quiere trabajar, que necesita trabajar. Con un presupuesto muy pequeño, Bolishopping es una película honesta y cruda, que probablemente pase muy desapercibida por la cartelera (es curioso incluso que se estrene la misma semana que “La Salada”) y que se pone en tema con una realidad que de a poco comienza a hacerse más conocida, por lo que es muy importante preguntarse, como bien recalca en su sección Lorena Pérez (la bloggera de blocdemoda.com.ar): ¿Quién hizo mi ropa?
La nueva película de Paul Feig, Spy: una espía despistada permite a Melissa McCarthy que se destaque una vez más. Una de espías, una de acción, una comedia. La película más reciente del realizador de Bridesmaids y The Heat es un cruce entre homenaje y parodia a James Bond. Desde unos créditos iniciales que rememoran inmediatamente a aquellas películas, acá Feig pone en el centro sólo por unos minutos a un agente con charme, sexy y letal (Jude Law) para luego cederle el lugar a quien sería su protagonista, interpretada por Melissa McCarthy. El principal atractivo que tiene esta película es sin dudas ella. Feig se aleja un poco (sólo lo necesario) de los personajes que le venía cediendo, y le permite a McCarthy componer un personaje por momentos de apariencia frágil, inocente, perdedora, pero que cuando tiene que hacerlo, se convierte en una mujer de armas tomar. Con buenas escenas de humor y algunos gags bastante efectivos, la trama principal es poco original pero funciona para la película que Feig (quien dice que se decidió a escribir y dirigir esta película porque sabía que nunca le darían alguna de James Bond para hacer) nos entrega sea un producto entretenido. Susan Cooper dejó su empleo como maestra para convertirse en agente, no obstante su trabajo se encuentra reducido a sentarse frente al escritorio y ayudar al espía Bradley Fine (Law). Cuando sucede algo que no es necesario adelantar, Cooper se ofrece para actuar por primera vez como el agente que es y tras sorpresa de su jefa (Allison Janney, una mujer a la que siempre da placer ver actuar), le dan una identidad falsa para que comience. Mientras las escenas de comedia funcionan casi siempre con muy buen timing, las escenas de acción son desparejas. Si bien hay algunas muy bien dirigidas y coreografiadas, otras dejan a la vista efectos especiales un poco pobres. Otro lindo aspecto del film es la actuación de Jason Statham, alejado del típico héroe duro de películas de acción que le toca interpretar, demostrando que el actor es más que un cuerpo sexy.Rose Byrne, que también repite con Paul Feig, está muy bien como ese cruce entre villana de turno y compinche en un mundo donde nadie parece estar a salvo.
Kevin Greutert dirige Jessabelle, una película de terror sobrenatural que se alimenta de otros productos y entrega demasiadas sorpresas. “Según la Biblia, Jezabel fue la encarnación misma del mal. El arquetipo de la mujer liviana y ambiciosa que, movida por sus propios intereses, causa la perdición de todo aquel que cae en sus redes”, relata María Pilar Queralt del Hierro en su libro “Mujeres de vida apasionada”. Hay algo de este fragmento que cito ya más entrada la película pero no conviene ahondar mucho más en eso para no perder sorpresa. Aunque, hay que decirlo, el film no se destaca demasiado por su originalidad y recuerda todo el tiempo a otras producciones, siendo más que un homenaje, un pastiche de varias películas. No aporta nada nuevo y sólo entrega unos buenos climas, lo cual la convierte en una más de las tantas películas de terror que llegan y además con retraso (dato no menor). En este caso, la película dirigida por Kevin Greutert (director de dos de la extensa saga de El Juego del miedoy editor de cinco de ellas), Jessabelle (Sarah Snook) es una joven a la que en los primeros segundos de película le cambia la vida por completo. En un accidente automovilístico pierde a su pareja, un embarazo y su posibilidad de caminar, lo que la lleva a vivir con su padre en una casa bastante abandonada, casi en ruinas y donde abundan, aunque muchos escondidos, los recuerdos de su difunta madre. La película no tarda en encontrar los climas adecuados para un film de terror más preocupado por el terror en sí que por impresionar a través del gore, por ejemplo, o asustar a través de golpes de efecto (aunque tiene algunos de todos modos). Jessabelle encuentra de casualidad bajo la cama unas cintas y al reproducirlas de repente se encuentra con su madre hablándole a través de la pantalla de televisión. Lo que al principio comienza como algo lindo y necesario quizás para el momento que está viviendo, de a poco comienza a tornarse más oscuro y extraño cuando comienza a hablar de su futuro (es decir, ahora su presente) y éste suena aterrador. El rechazo casi completo de su padre y la aparición de un muchacho que fue parte de su juventud colaboran para que la vida de Jessabellese torne, digamos, interesante. Sarah Snook está muy bien como esta Jessabelle que no puede evitar cuestionarse quién es y de dónde viene, aunque junto a su coprotagonista Mark Webber se pierde entre la falta de química y las escenas románticas berretas que les toca actuar. Lo sobrenatural comienza a apoderarse del relato y el final deja un poco fuera de foco al resto del film, se siente más bien forzado.
Marco Berger, el mismo de Plan B y Ausente, presenta Hawaii otra película, prolija y cuidada, pero con una temática repetida siempre por su realizador. Una historia de amor. Así puede definirse a esta película que trata sobre Martín y Eugenio. Martín debe pasar el verano sobreviviendo, no tiene un lugar donde quedarse y se hace algunos pesos como puede. Eugenio está en su casa de verano escribiendo una novela, solo, hasta que aparece Martín en su puerta, y tras traerle recuerdos de su infancia en la que han compartido algunos momentos, decide ayudarlo. Entre los dos no pasa nada y pasa todo. Es que constantemente hay una tensión sexual en el aire pero ninguno dice nada al respecto. Todo se reduce a miradas, sonrisas, roces. Entre el histeriqueo y el juego, mentiras y engaños, se relacionan estos dos hombres, que se van acercando cada vez más, pero de manera muy lenta. Marco Berger en Hawaii no hace más que implantar aquello que se destacó como su estilo. Hace uso y abuso de planos cortos, música extradiegética en primer plano (que por momentos puede volver al relato un poco tedioso), tensión homoerótica constante. Y la homosexualidad como una de sus principales temáticas, aunque apenas se hable de ella, como si hoy por hoy es lo único que el director tiene para contar.
A diferencia de lo que uno podría suponer desde el título, Historias de caballos y hombres no es la película ideal para los amantes de los caballos. Es que este film nórdico que apuesta a la comedia negra es bastante crudo a la hora de mostrar cómo los seres humanos somos capaces de utilizar a los animales para el bien propio. Historias de caballos y hombres remite a diferentes anécdotas de unos pueblerinos rurales y el modo en que se relacionan con sus caballos, de un modo poco afectivo, como si fueran meros instrumentos. El film es el primer largometraje del islandés Benedikt Erlingsson, quien nos entrega acá personajes caricaturescos y situaciones prácticamente ridículas o imposibles. Además no teme mostrar escenas fuertes (que no pretendo describir pero les digo, no apta para impresionables) aunque le agrega ese tono de humor absurdo y negro que apenas aliviana la situación. El relato es más bien monótono y ninguna de las historias se destaca demasiado por sobre la otra. Incluso las metáforas y los paralelismos (como la relación que se tiene con la actividad sexual, los caballos y los hombres) están servidos sobre la mesa, lo que le da mucho aire de cine de autor pero también algo amateur. Es cierto que su fotografía es muy buena y algunos planos muy acertados (como los planos detalle de los ojos de los caballos que observan en silencio a su protagonista y dan comienzo a cada una de las historias que éstos protagonizan) y un prolijo trabajo de cámara, no obstante el film termina siendo un producto bastante frío. Extraña y sin dudas arriesgada, Historias de caballos y hombres tenía bastante para destacarse pero más allá de algunos buenos momentos, es una sátira bien filmada que no termina de ser lo suficientemente profunda, que se mueve entre el drama grotesco y la comedia negra y deja una sensación poco agradable e incómoda, especialmente por las vivencias a la que se muestran sometidos los animales, más allá de que al final aclaran que ninguno sufrió.
El director de “Dulce de leche”, Mariano Galperin, dirige un documental en blanco y negro, surrealista por momentos como su título sugiere, enfocado en el músico Daniel Melingo. De gira por Europa, el director muestra al músico desde diferentes ángulos, en situaciones más cotidianas, algunas más lúdicas, permitiéndonos ser testigos no sólo de lo que hace, sino también de lo que piensa, todo esto último retratado de manera poética. La película a la que su director define como “es un viaje” es en efecto una especie de road movie musical, un producto extraño, por momentos cautivantes, pero que no se puede evitar sentir que le falta un esqueleto, algo que conecte todo lo que nos cuenta de un modo un poco más preciso, es decir, con sentido. A simple vista, Su Realidad no es más que un rejunte de escenas, de momentos, en la vida y gira de Melingo, con cierto toque de comedia. No hay dudas de que es un documental inspirado, pero no termina de cuajar, de cerrar, de redondear una idea. Melingo es un personaje y lleva él todo el relato de manera algo excéntrica, claro. El juego de palabras del título ayuda a definir la película, y el juego ambiguo al que se presta. Incluso hay una escena curiosa en la que se fusionan “Canción para mi muerte” con la marcha peronista, algo que suena surreal pero de repente se torna real. Un film sin dudas inspirado y que funciona como peculiar retrato del mundo del rock, pero que da la sensación que se termina quedando corto en sus ideas y si bien se destaca desde todo lo estético, con un guión que se mueve entre lo que se ve y lo que no se ve, o mejor dicho, lo que está y lo que no lo está, Su Realidad es una propuesta documental interesante aunque no termine de despegar como se esperaba.