Zama

Crítica de Leandro Porcelli - Cuatro Bastardos

Zama: Los colores de la decadencia colonial.
Después de casi una década de espera, regresa Lucrecia Martel con un provocante film que esta recibiendo la magnífica recepción a la que se acostumbró durante toda su carrera.
En 2001, La Ciénaga fue un debut reconocido en Sundance y el Festival de Berlin que hizo girar cabezas. Tres años después con La Niña Santa confirmó su debut y prometía una destacada trayectoria luego de brillar en Cannes. Finalmente en 2008 coronaría su ascenso entre el cine de autor a nivel mundial con La Mujer Rubia. Pero tuvo que pasar casi una década para que Lucrecia Martel continuara su carrera luego de establecerse como uno de los nombres más valiosos y reconocidos del cine latinoamericano.
Zama narra la historia de Don Diego de Zama, un oficial español del siglo XVII asentado en Asunción a la espera de su transferencia a Buenos Aires en reconocimiento por sus méritos. Se trata de una cinta que encantará más a los críticos que al público en general. Algo que dependiendo de la perspectiva puede considerarse como positivo o negativo, pero es particularmente lógico: Zama es un film que ofrece y reclama la observación, lectura y análisis. Se trata de un trabajo realizado, como es característico del cine de Martel, para una audiencia dispuesta a escuchar e interpretar.
Es para destacar que carece de escenas “vacías”, algo que suele suceder demasiado en este tipo de cine de alegoría y subtexto: que haya variedad de secuencias que sufran la falta de valor superficial, a pesar de estar repletas de profundo significado. Si alguien ingresara a la sala sin tener idea la experiencia que tendría enfrente, o sin el interés de sumergirse en ella, tendría siempre algo con lo cual mantenerse a flote.
Inmediatamente uno experimenta la excelente dirección de arte y el increíble nivel de producción, con vestuario y decorados que expresan todo lo posible manteniéndose en una linea de distintivo realismo. Una magnifica labor desde ambas partes que conspira para crear un mundo en el que es sencillo perderse. Una gran fotografía, con una suave iluminación naturista, y buenas actuaciones que van desde el protagonista que siempre esta en pantalla hasta el elenco que orbita a su alrededor terminan de redondear un mundo crudo, sucio y que por sobre todas las cosas se siente usado.
Pero lo que destaca a este proyecto al lado de cualquier otro es sin dudas la voz de su autora. La dirección de Martel, escudada por una colorida banda sonora y un sobrio montaje efectivo e hipnótico, le dan al film un impecable ritmo y enfoque en la narrativa. Repleta con mucho más, por supuesto, que los simples hechos que cuenta la historia.
El guión no se limita a los hechos que suceden en pantalla, sino que estos (sumados a todos sus personajes y a su respectivo dialogo) sirven para alcanzar un sentido temático. Se trata de un relato muy rico temáticamente, interesado mucho menos en los usuales objetivos de la ficción que en transmitir sensaciones e interpretaciones acerca de tópicos como el orgullo, la soledad, las traiciones (del sistema y de individuos) y el verdadero valor de un nombre.
Invita a la audiencia a estar presente en cada escena y a acompañar a Don Diego de Zama en este estrepitoso viaje como algo más que un simple espectador. Esta película existe para un público que este dispuesto a levantar el guante. Cualquier desarrollo de parte del autor de esta reseña estaría de más, y terminaría inclinándola hacia la frontera del análisis. Pero sobre todas las cosas, quizás la razón más poderosa para sentarse a ver Zama sea el realizar una lectura e interpretación de la misma.
Incluso si uno no acostumbra a consumir al cine de esa manera, Zama alienta no solo a verla sino a interpretarla y discutirla. Un objetivo que sin dudas es difícil de lograr, pero el gran mérito del film es que logra atraer y nutrir el interés, permitiendo ricas interpretaciones que piden ser discutidas con otras amistades curiosas.
Se trata de una propuesta que resulta tan indulgente y snob como uno desee verla, y es que queda en cada uno si la rechaza en seco u opta por intentar disfrutar de todas sus potenciales bondades.