Yo, Sandro

Crítica de Pablo E. Arahuete - CineFreaks

El día que Roberto Sánchez reveló a Sandro.

Recientemente estrenada en el BAFICI, Yo, Sandro es un documental que en épocas de redes y Youtube aporta una mirada única sobre el ídolo popular pero además lo encuentra en una extensa travesía por sus orígenes y transformaciones desde un conjunto de entrevistas grabadas para escuchar desde su propia voz parte de su historia.

Más allá de las canciones, algo que no podía faltar tratándose del compositor Roberto Sánchez, más allá de las películas con el actor Sandro, la voz a capella hace presente la ausencia sin apelar al apunte sobre los últimos años del cantante y músico, concentrándose en su transformación a nivel artístico.

Las anécdotas que avanzan desde la línea cronológica sitúan al espectador en los melancólicos recuerdos de infancia, donde las figuras paterna y materna, el barrio de Valentín Alsina, ocupan el centro, así como la etapa del conventillo y los signos de escasez que el propio Sandro resume desde su sensación de haberlo conseguido todo e inclusive la fama y el dinero. En sus palabras no se advierte, sin embargo, actitudes de revancha o resentimiento alguno sino la sabiduría de la calle y de la impronta del trabajador desde los quince años, donde ya despuntaba el desfachatado pre adolescente que tras conseguir una guitarra y una muchacha a quien cantarle no necesitó nada más para ir descubriendo al artista llamado Sandro.

La inteligente elección del director Miguel Mato para dosificar su relato con la mirada de Sandro en primera persona y algunos testimonios a cámara se consagra al haber introducido el aporte de la técnica para resaltar su voz a capella y luego desde las canciones, relacionadas muchas con películas emblemáticas pero también con material de archivo hogareño correspondiente a las giras que Sandro documentaba con su cámara de aficionado. Cada imagen tiene lustre de leyenda, la espesura de un archivo invaluable que será de enorme gratificación para aquellas “nenas” que vuelvan a encontrarse con esa sonrisa, vitalidad y carisma que trasciende fronteras.

Otra singularidad de Yo Sandro es el empleo del recurso de la dramatización como suele hacerse en documentales televisivos para bucear en un tono de nostalgia y precisa reconstrucción de época en su infancia, adolescencia, materiales muy íntimos que lograron refugio en algunas de sus letras, que serán seguramente saludadas por “las nenas” tanto en Argentina como fuera si es que la película de Mato toma el vuelo que se merece por su sensibilidad a la hora de configurar a un cantante popular que parodiaba a Elvis y a Blackie, que se hizo De Fuego y desde sus cenizas se convirtió en ave de paso para que se lo recuerde cantando, y no de una manera solemne como él deja en claro en su testimonio.

Todo comenzó el día que Roberto Sánchez reveló a Sandro.