X-men: Primera Generación

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

Mutantes con sangre nueva

El origen de Magneto y el Profesor X.

Si James Cameron hizo creer a media humanidad que el Titanic se hundió porque quien debía vigilar los témpanos se entretuvo mirando a Jack y Rose en la cubierta del transatlántico, es enteramente razonable que nos quieran vender que los mutantes de X-Men fueron quienes evitaron otra catástrofe, la crisis de los misiles en Cuba en 1962.

Lo que cuesta tragar, al menos de este lado del hemisferio, y encima en nuestro país, es que Villa Gesell, OK, queda en la Argentina, pero que tiene montañas y un hermos lago...

Minucias, nomás, que plantea X-Men: Primera generación , algo así como la precuela para que nos enteremos cómo Charles Xavier (James McAvoy, gran actor) conoce a Erik Lehnsherr (Michael Fassbender), mucho antes de que se convirtieran en Profesor X y Magneto. E s decir: los líderes de estos mutantes que en un futuro algo lejano pelearán entre sí por mantenerese “al lado de” los humanos, en buena convivencia, o totalmente en contra.

Toda la saga, que hasta el momento tenía tres películas y una bifurcación, con la floja aventura solista de Woverline , precisaba transfusión de sangre. Esta Primera generación arranca con una escena conocida: los padres de quien será Magneto son enviados a un campo de concentración. Lo que ahora averiguamos es que el niño Erik verá con sus ojitos cómo su madre es asesinada a sangre fría por el villano médico de turno (Kevin Bacon, que se refugiará en una Villa Gesell lacustre...).

Toda precuela debe dejar en claro, esbozar o precisar cómo tal y cual personaje llegará a ser como es. Así, los preMagneto y preProfesor X irán buscando y descubriendo mutantes por todos lados, alguno se pasará al lado oscuro y se asociará con Shaw (Bacon); otros lo combatirán, mientras la tensión entre ambos líderes mutantes va acrecentándose y explicará varios puntos salientes (por qué Profesor X se moverá en silla de ruedas; a qué se debe que Mystique sea afín a Magneto).

Pero el tema de la saga -y del cómic original- siempre fue la pelea entre los diferentes, la discriminación de fondo y cómo lograr superarla o, mejor, si la integración es posible.

Con escenas de lucha entre espectaculares y rutinarias y un fondo como la Guerra Fría que habrá que ver si interesa a los jóvenes que hoy devoran pochoclo -lo mismo da-, X-Men: Primera generación tiene un público cautivo. Al otro, al que en su vida se cruzó en una pantalla con un mutante, tal vez todo le suene chino básico.

Lo importante aquí es que se le insufló aires nuevos a una saga que parecía anémica. Tal vez -todo dependerá de lo que recaude- haya una secuela de esta precuela, con lo cual habrá tres tiempos distintos en los que se muevan los mutantes. Beast, Havoc, Banshee, Darwin y Angel, entre otros, hacen su bienvenida aparición.

Sangre joven hacía falta.