X-men: Primera Generación

Crítica de Mex Faliero - CineramaPlus+

X-Men: primera generación es una película de superhéroes, pero también una de espionaje internacional, que abreva fuertemente en el imaginario audiovisual de la saga de James Bond.

A esta altura, las películas de superhéroes parecen haber encontrado un molde sobre el que navegan sin mayores sobresaltos. Con personajes instalados y carismáticos, y una generación de espectadores a los que ya no hay que explicarle demasiado estos mundos fantásticos para justificárselos, hay que ser muy inútil para que las cosas no salgan, al menos, un poco bien. O tenés que ser Gavin Hood y arruinar Wolverine. Eso sí, cuando las historias son abordadas por directores con una visión, ahí podemos aspirar a resultados mucho más interesantes: El caballero de la noche (Nolan), Spiderman (Raimi), Hulk (Lee), Singer (X-Men 2). El caso de X-Men: primera generación de Matthew Vaugh tiene un poco de todo: por momentos un film rutinario, otras veces es un producto interesante con la rara virtud de saber que está contando algo ridículo (mutantes mezclados en la crisis de los misiles de la década de 1960) y lo hace de la manera más seria posible. En esa extraña mezcla de tonos, X-Men: primera generación encuentra su mayor virtud.

Hay que decirlo, Vaughn no será (todavía) Nolan, Ang Lee, Singer o Raimi, pero ha demostrado con Stardust, Kick-Ass y este nuevo filme, que tiene talento suficiente como para exprimir todo lo pop que los cómics tienen, y cohesionarlo cinematográficamente con coherencia y talento. Es más, todo lo irónico o satírico que podían tener aquellas dos películas, es aquí reconvertido y concentrado: no hay atisbo de parodia en el registro de X-Men: primera clase, simplemente porque el director entiende que no es necesario: ya ver a los mutantes involucrados con hechos de la historia política del siglo XX convoca a la mirada en sordina del mundo. Incluso, Vaughn le imprime cine al asunto: ver por el ejemplo el genial contraplano de la primera escena. Pero atención, esto tampoco es Watchmen, donde la fusión entre fantasía y realidad tenía un carácter reflexivo y filosófico más hacia el mundo exterior que hacia el universo del cómic. X-Men: primera generación, en sus mejores pasajes, es una muy divertida actualización de la franquicia, donde vemos qué motivó la división entre mutantes diplomáticos (liderados por el Profesor Xavier) y mutantes militantes (liderados por Magneto). Porque un gran acierto del director y de sus guionistas Ashley Miller, Zack Stentz y Jane Goldman es hacer totalmente comprensibles las posturas de Xavier y Magneto, más allá de las diferencias que pueda haber entre ambos.

X-Men: primera generación es una película de superhéroes, pero también una de espionaje internacional, que abreva fuertemente en el imaginario audiovisual de la saga de James Bond, incluso con un villano maravillosamente interpretado por Kevin Bacon. Si toda esta sumatoria de conceptos y estéticas no termina por dar un producto excelente, es porque la primera hora de película avanza un poco a las apuradas, con escenas mínimas que merecían mayor tiempo y respiración, pero además porque los conflictos de los personajes, vinculados con la identidad y su postura ideológica, suenan un poco a cosa ya vista y transitada con anterioridad. De todos modos no deja de ser un buen ejercicio compararla con la reciente y muy menor Thor, y descubrir que la seriedad y el rigor no entendido como solemnidad pueden hacer de estos universos ridículos un espejo sobre este mundo que se puede seguir con interés, incluso sufriendo por el destino de aquellos que lo integran.