X-men: Primera Generación

Crítica de Martín Fraire - País 24

La idea como motor (El zorro y el sabueso de Marvel)

En el marco de un cine industrial que está empecinado en remitirse a los orígenes de las historias que rindieron en la pantalla grande, vale la pena remarcar el buen desempeño de X men: primera generación como precuela.

La película de Matthew Vaughn (responsable de la inconcebiblemente violenta Kick Ass) se sumerge en los inicios de la amistad entre Charles Xavier, destinado a ser el mentor de los héroes mutantes y Erik Lensher, el futuro Magneto, su principal Némesis. Ellos, capaces de ser compañeros a pesar de las diferencias siempre latentes, serán como el zorro y el sabueso: enemigos por antonomasia.

Si bien el cine ha sido utilizado varias veces para reinterpretar los hechos, la ambientación durante los años ‘60 en plena crisis entre Estados Unidos y la Unión Soviética no es mero abuso de las situaciones, sino un pretexto para desarrollar una trama que también remite al propio mundo de las viñetas.

Así como el cómic Spiderman 11 de septiembre mostraba a superhéroes y villanos colaborando luego del atentado contra las Torres Gemelas mientras El Hombre Araña reflexionaba sobre las consecuencias del ataque de una forma mucho más madura de lo esperable para este tipo de propuestas, el film pone en evidencia cómo los primeros X men fueron los responsables de evitar el conflicto bélico entre las dos potencias.

Puede sonar bastante propagandístico pero lo cierto es que por sobre todas las cosas, la película respeta. A los bandos incluidos, y al espectador. Porque el film se presenta como un entretenimiento, y vaya si lo es, pero sin abusar del contexto sociohistórico que toca (y que, casualidad o no, fue el mismo en el que surgió originalmente el cómic).

Con un elenco que cumple con creces su labor (se destacan Kevin Bacon y Michael Fassbender) el proyecto mostraba todo un desafío para James McAvoy (Expiación, deseo y pecado, Se busca, El último rey de Escocia). Con los suficientes antecedentes, el actor tuvo el reto de ponerle cuerpo a un personaje que históricamente presentó rasgos fisicos distintos. De todas formas, y a pesar de no ser calvo ni estar en silla de ruedas, McAvoy es Charles Xavier… todo un logro.

La inclusión de Bryan Singer (director de las dos primeras partes de la trilogía original) como productor es otro de los puntos fuertes. Inmerso en el mundo creado por Stan Lee y Jack Kirby en 1963 desde hace años, el cineasta conoce y domina a los personajes, cuestión que se nota desde la butaca.

El error geográfico de confundir a Villa Gesell con Villa General Belgrano en el momento de la película que transcurre en la Argentina, se convierte a estas alturas (y luego de lo mucho que se ha dicho al respecto) en una mera anécdota, más que en un pasaje condenable.

Al igual que las frases usadas por el joven Xavier a la hora de conquistar chicas, esta quinta adaptación de los Hombres X es parte de esos latiguillos que tiene el cine masivo para atraer la mayor cantidad de público a las salas. Sin embargo, y continuando con la metáfora, ésta es una de las tantas oportunidades en que la repetición de ideas termina por divertirnos, dejarnos una placentera sensación y finalmente, convertirse en una considerable propuesta.