Volver a empezar

Crítica de Leandro Arteaga - Rosario 12

Algo más que las mieles del éxito

La gran actriz francesa compone una mujer de pasado artístico y presente oscuro, que reencuentra el deseo. Sin estridencias ni sensiblerías, el film propone un cuento casi mágico, donde el amor sabe mejor que cualquier fama televisiva.

No hay nada que Isabelle Huppert no pueda componer, ahora también desde la interpretación musical. Las canciones sobrevuelan Volver a empezar (un título tan ridículo como desatento respecto del original: Souvenir), y ella resplandece. Pero ojo, nada de purpurina, revuelos de marquesina ni ascenso de éxito para película desbordada, sino todo lo opuesto: apenas pocas canciones, tan sucintas como la propuesta general de este film, dirigido por el belga Bavo Defurne.

Es este pulso justo, de precisión, el que guía a un film que aborda su narrativa con premeditación, a través de una composición y duración estricta de planos, junto a diálogos sesgados, que saben cuándo intervenir y de qué maneras sugerir.

Volver a empezar es la historia de Liliane (Isabelle Huppert), una olvidada cantante de época dorada, capaz de haber rivalizado con los mismísimos ABBA. Ahora trabaja en una fábrica de paté, presa de una rutina que el montaje inicial traza de modo ordenado, en tanto sucesión de planos que dirige la atención dramática a través de una rítmica sin sobresaltos: del trabajo al autobús, de éste al hogar; sin alteraciones y con el televisor como compañía nocturna.

Esa sola situación permite atisbar al personaje, pero también dar cuenta de la propuesta rítmica que el film propone y al mismo tiempo desafía. Cuando aparezca en escena Jean (Kévin Azaïs), un joven de veintipocos años, con ganas de desafiar un título boxístico, Liliane verá de a poco trastocar su monotonía. Porque es él quien reconocerá en ella a Laura, esa fugaz estrella de la canción a quien su papá todavía recuerda. Entre Liliane y Jean surge, así, un vínculo afectivo, en tanto chispa que anima la vida artística de quien supo finalmente elegir pasar los días decorando comida en serie.

¿Qué pasó con Laura? ¿Cuándo fue el retiro, debido a qué? Las preguntas operan como falso McGuffin; no le interesa al film ahondar en ellas ni encontrar respuestas, sino utilizarlas como dardos que una "opinión pública" -de lobotomía televisada‑ rápidamente actualiza. Hay algo más profundo que todo eso, y es por allí donde sucede la propuesta fílmica. Lo hace desde una caracterización de personajes que no descansa en grandilocuencia ni cosa parecida, sino a partir de una conciencia de puesta en escena que acerca al film a la construcción de un mundo propio, casi mágico, algo raro.

Ese logro radica en un verosímil de comportamientos y sentimientos apenas pero suficientemente insinuados, en donde no son las actuaciones ni los diálogos los encargados de "explicar" nada, sino que es el mismo montaje el que orienta desde la ambigüedad: son muchas las escenas que Volver a empezar elige cortar de modo mentirosamente abrupto, tales como las presuntas respuestas a las preguntas sobre el retiro de Laura, así como en acciones concretas: ella busca y encuentra a Jean en el vestuario del gimnasio, mientras se baña, el corte omite lo que sucede, ¿lo esperó allí mismo, entre el vapor y la desnudez?

Este recurso -de guión elaborado, que sabe hasta dónde llegar con la acción para permitir que ésta se complete en quien mira el film‑ se reitera a lo largo de toda la película, y se disfruta, porque permite espacios en blanco en el devenir dramático. Tanto como los detalles que dan cuenta de un medio impiadoso como el televisivo: el peluquín del presentador de la ronda de cantantes, sus palabras de bienvenida a Laura ("fénix que resurge de las cenizas"), la asistente de modales violentos, los puntajes para las mejores canciones, las "votaciones" telefónicas; todo un cúmulo de aspectos fácilmente identificables.

Es el retrato de ese mundo de sonrisas prefabricadas el que seguramente justifique la lejanía artística de Laura. Pero la película es, en verdad, otra cosa. Al respecto, vale atender al romance entre una mujer mayor con alguien mucho más joven, como desafío mismo a una convención que todavía supone el vínculo inverso como más "lógico". La resolución del film, en tanto puesta en juego de un dilema renovado por el que debe atravesar la cantante, atiende a la ratificación misma de un cariño, de un afecto, que está por encima de cualquier éxito de sentencia televisiva.