Visages Villages

Crítica de Rodolfo Weisskirch - Visión del cine

Visages Villages de Agnès Varda y JR
Se estrena Visages Villages, última obra de la legendaria Agnès Varda que une fuerzas con el fotógrafo JR para una mezcla de documental y road movie, nominado al Oscar 2018.
¿Cómo es la estructura de una road movie clásica? Dos personajes, en apariencia opuestos pero complementarios, que atraviesan diversas aventuras que los terminan conectando y conociendo a sí mismos. Generalmente primero es el entorno el que cobra protagonismo pero, finalmente, todo el viaje trata acerca de ellos. Y la presencia de un tercer personaje suele sobrevolar la mayoría de las obras: puede ser un antagonista tácito o una motivación que sirve -o no- para que ambos logren la conexión emocional que buscaban a lo largo de todo el relato.

Visages Villages, disfrazada de documental, cumple con cada característica de una road movie. Tenemos una directora casi nonagenaria con entusiasmo para realizar uno de sus últimos viajes, una de sus últimas aventuras y un joven y creativo (¿revolucionario?) fotógrafo treintañero que necesita un ojo más que lo ayude a crear su nueva obra maestra.

Con el humor, la simpatía, la honestidad y la frescura intacta, Agnès Varda -miembro de la nouvelle vague, esposa de Jacques Demy, que brindó obras como Cleo de 5 a 7, Sin techo ni ley y, más recientemente, su autobiografía Las playas de Agnès- convoca a JR para recorrer aldeas humildes de Francia y fotografiar los rostros de sus pobladores para recortarlos y pegarlos en los muros de sus propias casas.

Visages Villages propone conocer gente común, trabajadores del interior del país, desde mineros a esposas de empleados portuarios, y más allá de lo anecdótico, Varda y JR recortan la realidad con el arte, lo transforman y, sobre todo, se divierten con ellos, incluso -como sucede en todo viaje- superando adversidades.

Pero lo realmente sutil y hermoso de este documental radica más en sus creadores que en su objeto de narración. Quizás se trate de una traición para los ortodoxos del género que odian que los directores terminen hablando más de sí mismos, de sus sentimientos que de su misión, pero la frescura, naturalidad y armonía con que Varda y JR transforman a los “otros” en sí mismos es tan fluida que se vuelve imposible no sentirse atraído y empatizar con ambos personajes. Además Varda ya nada tiene que demostrarle al público, casi 70 años de trabajo avalan su visión y talento.

Pero Visages Villages no solamente es un trabajo antropológico y de autodescubrimiento, sino también la revancha de una mujer contra un adversario, que en algún momento fue su amigo. Esta vez no hay un padre, un hermano o un amante perdido que recién aparece en carne y hueso en el tercer acto. Acá hay un colega -un seudochiste cinéfilo que los amantes de la nouvelle vague pueden amar o detestar- contra quien Varda apunta sus dardos. Su presencia es omnisciente de principio a fin y la directora busca bajarlo del pedestal que él mismo construyó desde su alter ego artístico. Quiere humanizarlo. Y lo consigue.

Por lo tanto, la película, en gran medida, también habla sobre este personaje, el villano del documental que será, en realidad, una excusa para lograr la verdadera conexión con su joven codirector, que ya había exhibido su humanidad en otras circunstancias, y así cumplir con la meta de toda road movie.

Divertida, cuidada desde cada puesta de cámara, dinámica, cinéfila, emotiva sin necesidad de golpes efectistas, Visages Villages es, además, el triunfo del ojo sobre los avatares del cuerpo, del corazón sobre el intelecto, del espíritu artístico sobre la edad.