Vientos de agosto

Crítica de Adolfo C. Martinez - La Nación

Amor, muerte y designios se cruzan en Vientos de agosto

Ambientado en el nordeste del Brasil, el film de Gabriel Mascaro muestra cómo la llegada de un meteorólogo trae cambios a un pequeño pueblo de pescadores

Es agosto y, como siempre, a esa pequeña aldea costera del nordeste de Brasil llegan sus mareas altas y sus fuertes vientos. Sin embargo, esta vez trae una novedad: la visita de un investigador que graba el sonido de los vientos alisios y se preocupa por los cambios meteorológicos de la zona. Su llegada coincide con un descubrimiento sorprendente que conduce a Shirley y a Jeison, una pareja de jóvenes del pueblo, a emprender un viaje de lucha y de superación mientras se dedican, con sus habitantes, a la pesca y a la recolección de cocos. Cuando ese estudioso de la meteorología muere arrasado por un fuerte oleaje será Jaison el único que se preocupará por lograrle una mortaja y por inducir a sus amigos a brindarle un velatorio decente. Sus vidas están sujetas a un pasado milenario que obliga a los muertos a lograr un descanso en paz y alejado de toda indiferencia.

El film, dirigido con enorme austeridad por el novel Gabriel Mascaro, se basa fundamentalmente en su sonido y en su fotografía, y con su esquema argumental alejado de toda convención se apoya como guía en el tratamiento semidocumental. Bellos paisajes y un amor juvenil atrapan en esta historia. El realizador y coguionista supo dibujar a esos personajes a los que les extrajo una gran belleza en cada plano, y así el film se convierte en un plato con sabor a una dulzura que habla de la pasión y de la integridad moral de su protagonista y en una trama que gustará a quienes busquen una experiencia sensorial estremecedora. Dandara de Morais y Antonio José Dos Santos supieron imponer calidez y pasión a esa pareja.