Vapor

Crítica de Diego Lerer - Micropsia

En su primera película de ficción, Goldgrob sigue una línea trazada por películas como la trilogía ANTES DEL AMANECER/ ATARDECER/ ANOCHECER o recientes títulos como BLUE JAY o LA RECONQUISTA para narrar lo que sucede en el reencuentro de dos personas que fueron pareja y que pasan una larga noche juntos caminando por Buenos Aires. Una mujer y un hombre (Julia Martínez Rubio y Julián Calviño) se vuelven a ver en un velorio después de muchos años. Ella, visiblemente afectada y un tanto mareada, decide salir del lugar y él la acompaña. Pronto comenzarán a conversar acerca de sus vidas recientes y de su pasado como pareja, además de contarse historias, anécdotas y hasta proyectos de películas. En una Buenos Aires brumosa y nocturna, irán de bar en bar, se detendrán en un karaoke –en donde ella hará una un tanto bizarra pero muy efectiva versión del clásico country “Jolene”–, irán a una fiesta en un piso bastante elegante, se separarán por momentos pero seguirán su marcha juntos hasta que la noche se convierta en día.

Goldgrob elige, también a la manera de Linklater, no plantearse como objetivos grandes declaraciones emocionales o lecciones de vida. La película –salvo alguna excepción– es más que nada anecdótica en cuanto a lo que se habla y es a partir de las miradas entre ambos, la cercanía física y el evidente afecto que se profesan donde los sentimientos ocultos entre ambos van cobrando mayor relevancia. El está ahora casado y tiene hijos. Ella dice estar sola aunque no del todo y habla bastante de una ex pareja (un arquitecto) con quien estuvo bastante tiempo. Pero una pregunta de ella se convierte en una que podría hacerse la gente al verlos tan conectados entre sí. “¿Por qué fue que nos separamos?”. Ni él, ni la película tienen respuestas rotundas a esa pregunta. Mejor así. Es el tiempo, en estos casos, el que suele tener las cartas ganadoras.

Sólidas actuaciones de la pareja protagónica (casi no hay otros roles de peso, más allá de algunos cameos) y un estilo naturalista de puesta en escena que los lleva a recorrer barrios, en la mayoría de los casos, no demasiado pintorescos de Buenos Aires, transforman a VAPOR en una película honesta, sencilla y romántica. La historia de un reencuentro en una ciudad silenciosa y semivacía que deja de ser un espacio público para convertirse en uno privado, a disposición de ellos dos.