Van Gogh: en la puerta de la eternidad

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

Retratar a un artista como Vincent Van Gogh y salir bien del esfuerzo es una labor ciclópea, enorme si no se desea mostrar solamente reverencia al talento del pintor.

Julian Schnabel tiene entre sus películas varias biografías notables, como la del pintor neoexpresionsita Basquiat, y también Antes que anochezca, sobre Reinaldo Arenas, y La escafandra y la mariposa, acerca de Jean-Dominique Bauby, el periodista que quedó cuadripléjico. Y al abordar al genio de Van Gogh se anima y esfuerza por apresar su presencia.

Van Gogh en la puerta de la eternidad toma los últimos años de la, no cuesta decirlo, infeliz vida del holandés postimpresionista, más que nada en Auvers-sur-Oise, en Francia. La combinación de lo que ve Van Gogh y lo que refleja en sus lienzos, pintando de pie, rodeado de paisajes con una luz que resplandece y brilla y hace una especie de juego simbólico, es quizá lo que mejor brinda el director en esta historia.

Tan cierto como que la relación que Van Gogh tiene con los objetos es más impactante aquí que la que mantiene con los personajes con los que se cruza y dialoga, ya sea su hermano Theo (Rupert Friend), su médico o hasta Paul Gauguin (Oscar Isaac) con menos espesor, volumen, densidad.

O por ejemplo, cuando crea una imitación de las imágenes de Van Gogh en escenas en sí mismas, las pinturas del doctor Paul Gachet y de Madame Ginoux (Mathieu Amalric y Emmanuelle Seignier).

El filme es por momentos algo declamatorio (no es necesario y resultan redundantes las expresiones en off de Van Gogh sobre algo que acabamos de ver en imágenes), y si bien Schnabel opta por no dramatizar más de la cuenta con el corte de la oreja de su protagonista, la película da por sentado, por hecho y por verídico que no se suicidó, sino que fue asesinado por un joven, igual que hacía la no menos brillante animación Loving Vincent.

Y el filme sobresale cuando se muestra la locura por la inspiración, más que el desquicio que parece apoderarse del personaje, ese arrebato y desenfreno que tan bien sabe reflejar en su rostro y sus actitudes Willem Dafoe (fue candidato al Oscar este año, perdió con Rami Malek por Bohemian Rhapsody) Allí, Van Gogh en la puerta de la eternidad es todo un placer.