Van Gogh: en la puerta de la eternidad

Crítica de Matías Lértora - Cines Argentinos

Este es un estreno, que, a la hora de analizarlo, viene a mi mente una palabra en inglés
que no tiene una traducción literal acertada y concisa: tricky. En este caso se aplicaría
como que es un truco o algo engañoso.
Porque, desde lo formal, la cinta es buena y tiene una actuación muy poderosa, pero está
en un código que es para pocos e incluso puede llegar a aburrir.
Hay que tener en cuenta esto a la hora de elegir ir a verla.
Ahora bien, una vez que entraste en sintonía, la cinta avanza bien. Pero más allá de su
guión y narrativa, es la dirección de arte la que llama la atención.
Parecería una obviedad que esto sea así en un film sobre Van Gogh, pero casi nunca
sucede en las biopics de pintores.
Sus paisajes, colores y texturas están bien representados en la pantalla, y llaman mucho
la atención. Gran acierto por parte del director Julian Schnabel, que crea una atmosfera
un tanto desoladora.
Aún así, la atracción principal de la película es la tremenda performance de Willem
Dafoe, por la cual fue nominado a un Oscar.
No es lo mejor que hizo en su carrera, y ni siquiera podemos compararlo con el
verdadero Van Gogh porque -obviamente- no existe material de archivo. Solo hay
relatos, mitos y leyendas compilados por historiadores del arte.
Lo cierto es que Dafoe compone un personaje muy tridimensional y, a la vez, muy
lejano. Es difícil identificarte. Sucede eso con los genios.
Sus miradas, su forma de pararse y hablar. Un conjunto grandilocuente de un verdadero
maestro.
Y eso es At Eternity´s Gate (título original), el disfrute se encuentra en ver a un gran
actor componiendo un ícono de manera magistral, y no mucho más de eso.