Una mujer, una vida

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

Cuando se juega la dignidad
basada en el libro de Guy de Maupassant "Une vie", tiene dos tonos diferentes al retratar a una mujer que en el siglo XIX debe cambiar o sucumbir.

No es una película feminista, pero seguramente es más atrevida y decidida -por la época en que transcurre la trama- que muchos filmes sobre el rol de la mujer en la sociedad.

Normandía, 1819. Jeanne (magnífica labor de Judith Chemla) es inocente, naif, y está pletórica de sueños hasta que conoce a un hombre que le cambiará la vida, pero no precisamente para cumplir sus anhelos. Jeanne forma parte de la aristocracia, y lo que sucede va más allá de una distinción de clases.

La primera parte del filme tiene un tono, y en la segunda, ese acento se altera. Jeanne vive en su propio paraíso, terrenal y hasta pastoral, pero la aparente felicidad se cortará poco después de la aparición de un hijo (no diremos más), que le desencadena situaciones traumáticas.

Stéphane Brizé muestra toda la pasividad e impotencia de personaje central, hasta que intenta encontrar cierta libertad en la encorsetada sociedad del siglo XIX.

Guy de Maupassant publicó la novela Une vie en 1833, y Stéphane Brizé decidió no quedarse con los toques del cine de qualité, sino jugarse desde lo narrativo. Comenzando con el encuadre (pantalla cuadrada), tomándose sus tiempos, pero sin otorgarle lentitud al relato, sino que deja que los acontecimientos vayan ocurriendo o desarrollándose para marcar las aflicciones de la protagonista.

Pero ella y el personaje de Vincent Lindon en El precio de un hombre, la anterior película de Brizé, que veía cómo el capitalismo lo dejaba sin trabajo, tienen puntos en común, por más que difieran de género, de época y de situación. Es su entereza, y el lugar que eligen cuando la dignidad es algo que están a punto de perder.

Hay un muy buen trabajo de la iluminación, debida a Antoine Héberlé (Bajo la arena, Medusas, El paraíso ahora), que sabe cotejar las idas y vueltas en el tiempo y marcar con tonos oscuros o más vívidos los buenos tiempos y los malos tragos de Jeanne. Y siempre es un placer ver a Jean-Pierre Darroussin, aquí como el padre terrateniente de Jeanne.