Un traidor entre nosotros

Crítica de Diego Lerer - Micropsia

Con un gran elenco encabezado por Ewan McGregor, Stellan Skarsgård y Damian Lewis, esta es una más que digna y “hitchcockiana” adaptación de una novela menor de John Le Carré, el autor de “El topo” y “El espía que vino del frío”.

Hace unos meses se daba a conocer THE NIGHT MANAGER, la miniserie basada en la novela homónima de John Le Carré que fue un enorme éxito en Gran Bretaña y un suceso crítico, al menos, en los Estados Unidos. A mí me gustó poco y nada. En manos de una directora mediocre como Susanne Bier, la inquietante arquitectura argumental creada por el autor se perdía en un océano de improbabilidades.

En el caso de UN TRAIDOR ENTRE NOSOTROS la situación fue casi opuesta. La crítica la recibió con discreción, no fue un éxito comercial en ningún lado y, sin embargo, me parece –al menos durante buena parte de su metraje– mucho más sólida y mejor construida que aquella. Una curiosidad que acaso no lo sea tanto: la directora de la película, Susanna White, pasa aquí de la televisión al cine, exactamente el camino opuesto al de Bier.

Ambas películas tienen un punto de partida en común, además de los obvios que tienen que ver con ciertas constantes en las novelas de Le Carré: el protagonista es un hombre completamente al margen del mundo del espionaje que se ve llevado por las circunstancias a meterse en complejos asuntos de tráfico internacional. En este caso, de lavado de dinero via banqueros rusos en Gran Bretaña, tema de actualidad si uno presta una mínima atención a los dueños de buena parte de ese país, de los equipos de fútbol para arriba.

Perry Makepeace (desafortunado, sí, pero es el original nombre del protagonista) es un profesor de literatura británico de vacaciones en Marruecos con su mujer, Gail (Naomie Harris), con la que intenta recomponer una dañada relación. Mientras cenan en un hotel de lujo en el que todo les parece carísimo ven como a su lado unos extrovertidos y gritones rusos beben y festejan. Ella deja la cena por cuestiones de trabajo, Perry (Ewan McGregor) termina bebiendo con los rusos y, ya se sabe cómo es esto, entre vodka, dinero, drogas y escorts, el hombre acaba enganchado con los muchachos, comandados por el tan carismático como repulsivo Dima (Stellan Skarsgård haciendo un acento ruso de los años ’30), el lava-dinero de unos billonarios de su país.

Pero cuando uno imagina que Dima llevará a Perry a trabajar para él, lo que sucede es lo contrario: el fanfarrón Dima en realidad quiere escaparse de esa mafia ya que sabe que apenas haga una esperada operación será aniquilado por el nuevo capo de la organización. Y lo necesita a este modosito inglés para sacar tanto información como a su familia hacia las potencialmente seguras aguas británicas. Pero esto es John Le Carré y ya podrán imaginarse que los espías del MI6 británico tienen sus propias taras y problemas, y tampoco son de andar regalando así como así asilo a mafiosos rusos, por más arrepentidos que estén. Es ahí que aparece el agente Hector (Damian “Homeland” Lewis) quien parece querer ayudar en la causa pero tiene que lidiar con su propia interna entre espías y políticos.

Así comienza la hitchcockiana aventura de esta pareja metida en el medio de un caso de espionaje internacional en el que se sienten obligados a involucrarse por una necesidad más humana (salvar a la familia de Dima, que corre peligro tanto como él) que la calculada participación política del MI6 que pone problemas y trabas a las negociacioens. Por más ridícula que suene la situación –un profesor de literatura convertido en espía profesional– White y compañía logran convencernos de la plausibilidad de la situación y meternos en medio del suspenso, al menos durante los dos primeros tercios del relato.

Para el tramo final la situación ya se habrá pasado de rosca y la plausibilidad entrará también en una zona dudosa, pero de todos modos esos pasos en falso no logran desbaratar del todo lo que es una digna adaptación de una novela menor del autor de EL TOPO. Está claro que ni la novela está a la altura de aquella –ni la adaptación–, pero el Le Carré cinematográfico de UN TRAIDOR ENTRE NOSOTROS es más que digno y efectivo, y apunta a esa convivencia entre crecimiento inmobiliario, corrupción política y lavado de dinero que es tan tristemente relevante en el mundo contemporáneo.