Un pasado infernal

Crítica de Jessica Blady - Malditos Nerds - Vorterix

El director y guionista Vincenzo Natali nos regaló obras bastante interesantes como “El Cubo” (Cube, 1997), “Splice: Experimento Mortal” (Splice, 2009) y varios episodios de la gustosa “Hannibal”. Ahora se mete de lleno con los sustos, los fantasmas y un asesino en serie, pero esta vez el resultado no es tan satisfactorio.
El gran problema que sufre el género de terror de hoy en día, al menos el mainstream, es la poca originalidad de la que goza y la facilidad de caer en todos los lugares comunes recontra conocidos. James Wan logró darle un toque de aire fresco con “El Conjuro” (The Conjuring, 2013), rescatando ese cine más clásico que se sustenta en climas, buenas actuaciones y una gran historia con espíritus; pero este “fenómeno” se da muy de vez en cuando y suele venir de la mano de un realizador intuitivo y con ganas de experimentar. Pensemos en Drew Goddard y “La Cabaña del Terror” (The Cabin in the Woods, 2012), para tener una idea más amplia de lo que acá queremos ejemplificar.

Uno puede acercarse a la sala de cine para ver “una de Natali” por pura curiosidad, pero “Un Pasado Infernal” (Haunter, 2013) termina siendo una sucesión de clichés que molestan más de lo que impresionan.
Por algún motivo (inexplicable) el género de terror funciona muy bien por estas pampas y es la primera explicación que se nos viene a la cabeza cuando tratamos de entender por qué este tipo de films se estrenan comercialmente y no pasan derechito a DVD como otras obras que se lo merecen mucho más (¡¿Snowpiercer?!).

Igual no se preocupen, los que gusten de sustos fáciles e historias trilladas sin mucha pretensión, no se van a decepcionar y podrán disfrutar de esta nueva entrega terrorífica.
Lisa (la ya crecidita Abigail Breslin –si, la nena de “Pequeña Miss Sunshine” (Little Miss Sunshine, 2006) y “Tierra de Zombies” (Zombieland, 2009)- es una adolescente rebelde que vive junto a su familia tipo en una casita que alberga varios secretos macabros.

Pronto descubre que algo no está bien y, como Bill Murray en “Hechizo del Tiempo” (Groundhog Day, 1993), esta condenada a revivir el mismo día una y otra vez. El temita es que toda la familia falleció a mediados de los años ochenta y por algún motivo ella logró despertar de este “sueño en loop” que mantiene a los fantasmas más controlados y felices.
Lisa trata de averiguar porque sus espíritus siguen atrapados en la propiedad sin poder salir ni seguir “adelante”, y la curiosidad la cruza con Olivia, otra jovencita que, tal vez, necesite de su ayuda, y con un pálido y macabro personaje (Stephen McHattie) que amenaza la integridad de su familia. Al parecer, los fantasmas también pueden sufrir a montones.

Más allá de esta vuelta de tuerca al subgénero de “casa embrujada” -que igual no deja de tener similitudes con otras películas que ya vimos hasta el hartazgo- donde la protagonista es consciente de que está fiambre, la trama no deja de caer en todos esos lugares conocidos: la chica va a investigar recovecos oscuros y misteriosos que están cerrados bajo ocho llaves, puertas que se cierran de improvisto pero igual hay que abrirlas para ver que ocurre del otro lado, contactar a los “espíritus” o en este caso a los “vivos” a través de una tabla Ouija, familiares que se comportan en formas extrañas y así podríamos seguir indefinidamente, porque seguro que cualquier cosa que se imaginan ocurre en “Un Pasado Infernal”.

Más allá de esta proliferación de clichés que, a esta altura, cualquier espectador (más o menos) entrenado es capaz de anticipar, el guión de Brian King está repleto de baches e incoherencias que no permiten disfrutar de los pocos sustos que contiene. La verdad, no queda mucho (bah, nada) para destacar: ni las actuaciones, ni la estética, tal vez la música de Alex Khaskin y, si alguien la ve y tiene la deferencia… por favor que me explique que corno tienen que ver las mariposas. Gracias.