Un minuto de gloria

Crítica de Carlota Moseguí - Otros Cines

Con el auspicio de OtrosCines.com se estrena en 11 salas argentinas esta nueva película de los directores de La lección, que tuvo su lanzamiento en la Competencia Internacional del Festival de Locarno y fue premiada también en otra veintena de muestras como las de Gijón, Edimburgo y Transilvania. Una apuesta inteligente y provocadora sobre la manipulación mediática, la utilización del heroísmo, las diferencias de clase y la corrupción social. Otro notable exponente del hoy de moda cine búlgaro, que parece seguir los pasos en cuanto a inteligencia y solidez de las películas rumanas.

Los cineastas búlgaros Kristina Grozeva y Petar Valchanov filmaron la segunda entrega de su trilogía sobre la inmoralidad humana. Tras recrear, en la aclamada La lección, un suceso real sobre una profesora de secundaria que tomó medidas desesperadas para salvar a su familia de un desahucio, los directores vuelven a poner en escena un absurdo episodio transcurrido recientemente en Bulgaria.

En esta ocasión, el film está protagonizado por Tsanko Petrov (Stefan Denolyuboc), un humilde y veterano trabajador del ferrocarril que terminará sus días siendo víctima de la burocracia gubernamental y la estupidez humana. Si La lección arrancaba con un pequeño sacrificio monetario en favor de la ética –la docente obliga a sus alumnos a dar dinero a la chica que ha sido robada por uno de sus compañeros–, Un minuto de gloria comienza con un acto de honradez que desbanca los intereses económicos individualistas.

El viejo Tsanko, que apenas llega a fin de mes con su mísero sueldo como controlador del estado de las vías desde hace 25 años, encuentra una suma de dinero desorbitada que no duda en entregar a las autoridades. De la noche a la mañana, la televisión pública convierte al ciudadano de a pie en un héroe nacional. En cambio, sus compañeros de trabajo -muchos de los cuales se ganan un dinero extra robando combustible- se burlan de él llamándolo “el mayor necio de Bulgaria”. Paralelamente, el gabinete de prensa del Ministerio de Transporte -que intenta salir de una serie de denuncias de corrupción por la compraventa de vagones- organiza un encuentro entre el ministro y el héroe, donde el primero entregará al segundo un reloj de última tecnología para felicitarle por su conducta intachable.

Durante el metraje previo a la ceremonia de premiación, el film recopila todo tipo de fechorías, mentiras y demás actos egoístas que llevan a cabo los miembros del Ministerio; en especial, la jefa de comunicación y relaciones públicas, Julia Staijova, encarnada por la protagonista de La lección, Margita Gosheva. No parece casual que Gosheva interprete a la villana desalmada de Un minuto de gloria, dado que hay múltiples roles que se invierten de la primera a la segunda parte de la trilogía: el aquí incorruptible trabajador del ferrocarril fue antes uno de los malhechores que quería aprovecharse de la maestra de La lección.

Tras el acto conmemorativo, Tsanko regresa al ministerio para recuperar el reloj de pulsera que le quitaron cuando le obsequiaron el nuevo. Sin embargo, a su llegada, le espera una triste realidad: nadie quiere escuchar al antiguo héroe. De entrada, Un minuto de gloria puede resultar un retrato tópico de la lucha de clases en la Bulgaria contemporánea, donde unos villanos acaudalados aniquilan a unos honrados trabajadores. Sin embargo, el quinto trabajo de los autores de Forced Landing va un paso más allá, sirviéndose del cine social para reescribir El castillo, de Franz Kafka, lo que brinda un estallido de violencia final jamás visto en la filmografía del dúo con resultados tan valiosos como inquietantes.