Un ladrón con estilo

Crítica de Santiago García - Leer Cine

Robert Redford no necesita presentación. No solo ha sido uno de los actores más populares de los últimos cincuenta años sino que además ha sido también uno de los galanes más reconocibles durante varias décadas. El concepto de belleza masculina estuvo mucho tiempo asociado a él. Pero desde que se convirtió en estrella en la segunda mitad de la década del sesenta, Redford siempre intentó que era algo más que una cara bonita. No se convirtió en alguien popular de forma automática. Estuvo haciendo mucha televisión hasta que varios papeles en cine lo hicieron ascender rápido y con Descalzos en el parque y, por supuesto, Butch Cassidy (1969), junto a Paul Newman, pasó al primer plano mundial, donde permanecería durante las dos décadas siguientes.

Del resto de la carrera de Robert Redford también se sabe mucho. En cuanto pudo se volvió productor y luego director de cine. Le sumó a su sueño el fundar el Sundance Festival, cuyo nombre es obviamente un homenaje al más famosos personaje que el interpretó en toda su carrera: Sundance Kid. Este festival, ubicado en Park City, Utah, cambió en gran parte la historia del cine norteamericano, siendo la cantera de muchos grandes directores independientes. El lugar elegido por Redford para hacerlo está relacionado con su propio matrimonio y su amor por el Oeste norteamericano. Utah se transformó en su lugar en el mundo, así como el de sus hijos y sus nietos. Redford participó de clásicos como El golpe (su única nominación al Oscar hasta el 2018 en la categoría mejor actor), Los tres días del cóndor, El gran Gatsby, Todos los hombres del presidente, El mejor y África mía, por mencionar algunas, no necesariamente las mejores. Como director ganó un Oscar a mejor director en su debut con Gente como uno (1980), película que también ganó el Oscar a mejor film de año. Como productor también obtuvo una única nominación con Quiz Show, otro de los films que dirigió. En el año 2002 recibió un Oscar honorario por su carrera y por la creación del festival Sundance.

Su carrera ha estado marcada por una enorme popularidad, una fama extra cinematográfica por ideas progresistas, incluido un profundo compromiso político que llega hasta la actualidad. Amante de la naturaleza, es natural que también se haya preocupado por la ecología también. Nunca terminó el prestigio de otros colegas actores, como por ejemplo Paul Newman, pero aun así ha tenido premios de toda clase y un enorme cariño de la industria, aunque no sea de las personas que más participan de la vida social de Hollywood. Todo este largo prólogo es para llegar a la película que se estrena ahora: The Old Man & the Gun, que en Argentina se estrena con el título de Un ladrón con estilo. Filmada y estrenada en el 2018, el propio Redford anunció que será su última película. Con un aviso de esa clase, es casi imposible no sentir el deseo de repasar su carrera, de hecho la película, a su manera, lo hace.

The Old Man & the Gun cuenta la historia de Forrest Tucker (nada que ver con el homónimo, gran actor) un hombre especializado en robos de banco que cayó presos varios veces, logrando escapar en todos los casos. Este personaje, ahora anciano, sigue con sus andadas, incapaz de dejar eso que se su forma de vida y también, en muchos sentidos, su pasión. Tucker, interpretado de forma relajada y simpática, es uno de esos roles que a Robert Redford le quedan como un guante. Con ochenta y dos años, el actor tiene un estilo juvenil y ligero que ha sido su marca de fábrica. Esta es la clase de roles que, irónicamente, le han impedido ser prestigioso y ganador de premios, pero por los que el público lo recordará también. No es una mala elección despedirse siendo fiel a sí mismo, y sin duda Redford lo sabe.

No es por su anuncio que la película consigue su tono agridulce, crepuscular, de despedida. La hermosa relación entre él y una mujer que conoce en la ruta, Jewel, interpretada magistralmente por Sissy Spacek. Esa historia de amor, el vínculo que estableces Tucker con sus víctimas, el policía que debe en un comienzo investigar su caso, John Hunt (Casey Affleck) y cada detalle de los personajes remite a una figura de otra época. Su condición de delincuente es una anécdota para la historia, el propio Redford, elegante, encantador, con estilo, es quien protagoniza la verdadera historia detrás. Muchas citas, sutiles y no tanto a sus anteriores películas y hasta un clip de La jauría humana (The Chase, 1966) en un flashback, dejan en claro que la ficción y la realidad se van fundiendo. Lo mismo que parece haber hecho este año Clint Eastwood con The Mule o en 1976 John Wayne con The Shootist, de Don Siegel. Pero en estos dos títulos mencionados estamos frente a películas extraordinarias. Redford no pretende tanto, él solo quiere ser recordado como Tucker, con una sonrisa en la cara al decir su nombre. Tal vez no sea buena prensa para una artista, pero Robert Redford da toda la impresión de haber tenido una carrera feliz, aunque no todas sus películas sean ligeras y amables como esta.