Un jefe en pañales

Crítica de Diego Batlle - La Nación

Un jefe en pañales: cuando el hermanito es el enemigo

Esta nueva producción de DreamWorks Animation (Shrek, Kung Fu Panda, Madagascar) está basada en un libro ilustrado de 30 páginas, pero aprovechó su excusa argumental y su propuesta visual para narrar una historia que en principio tiene elementos de comedia familiar y luego deriva hacia el género de aventuras.

El prólogo -muy ingenioso y creativo- muestra una suerte de fábrica de bebes (más adelante se verá otra de cachorros). De allí saldrá el jefe en pañales del título, que llegará a la casa de Tim para cambiar radicalmente su vida.

Este niño de siete años y dueño de una imaginación inagotable perderá súbitamente la atención de tiempo completo que le prodigaban sus padres y deberá convivir con el nuevo integrante. Claro que no se trata del querible bebe que todos creen, sino de un personaje con traje y portafolio que pronto se convertirá en un espía en medio de una misión secreta.

Así, lo que en principio era una (in)tensa rivalidad entre hermanos irá derivando hacia una camaradería para enfrentar un peligro externo: el malvado Francis E. Francis, creador de la corporación Puppy, que maneja un perverso plan con adorables perros como fachada. Un jefe en pañales tiene un ritmo y un estilo que parecen homenajear a los clásicos de Chuck Jones y -en su segunda mitad- trabaja ciertos elementos que remiten a la saga Mini Espías, de Robert Rodríguez.

No es una película que vaya a cambiar los paradigmas del cine de animación contemporáneo, pero resulta bastante divertida y entretenida.