Un bello sol interior

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

No puedo dejar de enamorarme
Una desconocida Juliette Binoche en un atípico filme de Claire Denis: para el aplauso.

Un bello sol interior es una rareza. Por varios motivos. Tiene a una Juliette Binoche completamente desconocida. No porque la actriz de El paciente inglés muestre una transformación exterior, sino porque se la pasa lloriqueando toda la película.

También, porque lo que le sucede a su personaje, y las reacciones que toma, la dejan entre la comedia y el patetismo, si uno no quiere tomarse todo demasiado serio.

Isabelle vive enamorándose, y vive entre hombres. Casados, solteros, divorciados, con o sin hijos, profesionales o no, y hasta su ex: se embelesa rápido y sufre sus propias inseguridades.

Y tampoco es un filme inconfundible de Claire Denis, que suele ser más drástica con el tratamiento de sus protagonistas. La directora de Bella tarea transforma el drama íntimo de Isabelle en una comedia, por momentos muy cómica y por otros de un humor casi absurdo.

Ella lo dice: “Estoy buscando mi gran amor”. Y rondando los 50, las cosas se le están dificultando, porque cuando cree que lo encontró, se golpea contra la realidad. Uno le dice que está muy bien con ella, pero que su esposa es estupenda y que no la piensa dejar jamás. Otro le cuenta que está muy mal con su mujer, pero después de pasar una noche de sexo con Isabelle, ya no quiere saber nada.

Y así.

El encuentro que el personaje de Binoche tiene con el de Gérard Depardieu, una suerte de chanta/consultor/psíquico se hace esperar. Con él tiene un extenso diálogo en interiores, que es de los mejores que se recuerdan en mucho tiempo.

Injustamente dejada a fuera de la Sección oficial de Cannes de este año -estuvo en la Quincena de realizadores, en paralelo al desarrollo del Festival-, Un bello sol interior no es un filme sobre una mujer ofreciendo su corazón en pedazos, sino las dificultades que tiene por encontrar una (buena) compañía romántica.

También, Denis se ha vuelto más tradicional en su manera de narrar -sacando la última escena, con los créditos a un costado, que pueden molestar a más de uno-, pero no quiere decir que Un bello sol interior peque de anquilosamiento. Cada dialogo es entre sorprendente y sorpresivo (vean la reacción de Isabelle en su visita a la campiña).

En fin, que es un placer ver a Binoche en un papel desacostumbrado. Tanto, como sugestivo.