Tras la puerta

Crítica de Diego Batlle - Otros Cines

Mi pasado me condena

Con Una película de amor, Confianza, Mephisto, Coronel Redl, Hanussen, Encuentro con Venus, Tomando parte, Sunshine, el amanecer de un siglo o Conociendo a Julia, por nombrar sólo algunos títulos, István Szabó se convirtió en uno de los directores húngaros (y europeos) más prestigiosos y de mayor proyección internacional. Sus largometrajes fueron reconocidos en festivales y hasta en los Oscar, contó muchas veces con importantes presupuestos y con el aporte de intérpretes consagrados.

Por eso, en el marco de semejante filmografía, Tras la puerta es una película chica en dimensiones y -lamentablemente- menor en sus resultados artísticos. A pesar de contar con una de las mejores actrices en actividad (Helen Mirren) y de adentrarse en conflictos que Szabó conoce bien y ya ha trabajado (las huellas de la Segunda Guerra Mundial, las relaciones entre mujeres), en este caso se queda a mitad de camino con una apuesta morosa (estática), densa y solemne, casi de índole teatral, trabajada para colmo con simbolismos torpes (ay, las tormentas) y un uso demasiado explícito de los flashbacks para descubrir los traumas de los personajes.

La película -hablada en inglés- está ambientada en la Hungría de los años ’60 (plena posguerra y régimen comunista), pero aquí el trasfondo está poco aprovechado (o desaprovechado) porque Szabó decide casi prescindir del afuera para concentrarse en la relación de amor-odio, fascinación-repulsión, lealtad-rechazo entre las dos protagonistas.

Mirren es Emerenc, una mujer decididamente contradictoria y escindida (víctima y victimaria, educada y despiadada, dulce y amarga, dócil y brutal, testaruda y servicial) que empieza a trabajar como empleada doméstica de un matrimonio de vecinos de una clase social, económica e intelectual más alta. El marido, Tibor (Károly Eperjes), es bastante reacio a su presencia, pero la esposa, Magda (Martina Gedeck, vista en La vida de los otros), es una escritora en pleno ascenso que empieza a obsesionarse por la personalidad de Emerenc, quien se va transformando en una suerte de musa inspiradora de su nueva novela.

Lo que en principio parecía servido para una mirada a la lucha de clases deriva, sin embargo, hacia el ensayo psicológico y, si bien la siempre solvente Mirren (aquí lejos de sus mejores trabajos) le da cierta carnadura y tensión a su personaje, este film -basado en la novela autobiográfico de Magda Szabó- resulta demasiado ampuloso y obvio en su exploración de esos pasados que condenan, de esos secretos y mentiras que agobian.